NoticiaPentecostés

El Espíritu Santo en tiempos de pandemia

Los siete dones del Espíritu Santo
Publicado: 17/05/2021: 13031

El sacerdote diocesano Alfonso Crespo, párroco de San Pedro en la capital, reflexiona sobre los siete dones del Espíritu Santo dentro del contexto que vivimos.

Entrar en la "nueva normalidad" invita a reconstruir los vínculos debilitados: los lazos familiares presenciales, el nudo de las relaciones amicales y sociales.

Recibir al Espíritu Santo en tiempos de pandemia

7 dones para reconstruir la "nueva normalidad"

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios (Rom 8,14), nos exhorta el apóstol Pablo. El Espíritu Santo es el agente principal de la vida espiritual, quien promueve la vida teologal -vida en fe, esperanza y caridad- que nos une más íntimamente a Cristo y nos ayuda a realizar en nuestra vida la voluntad del Padre.

En este tiempo de pandemia, cuando la inseguridad a veces nos paraliza, el Espíritu viene en nuestra ayuda "como un viento impetuoso", que abre las puertas de nuestro corazón, quizás todavía cerradas por el miedo. Como dice el apóstol: el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu que se nos ha dado (Rom 5,5). El Espíritu hace llover sobre nosotros, como una lluvia fina, sus siete dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, que promueven en nosotros nuevas actitudes para alcanzar la "nueva normalidad".

A la luz de los 7 dones del Espíritu, trazamos una ruta segura de desescalada:  

1º) Don de sabiduría: No se trata de erudición sino de "saborear la grandeza infinita de Dios, que sobrepasa todo poder": es sabio no quien acumula conocimientos sobre Dios sino quien "saborea el misterio de su amor": Dios me conoce y me ama y yo ¡quiero conocerle más para amarle mejor! 

* Entrar en la "nueva normalidad" requiere la sabiduría de aprender de lo vivido y valorar lo esencial. El confinamiento ha avivado el deseo de contacto vivo con los seres queridos. Dios se me ha acercado, incluso utilizando las nuevas tecnologías, pero el amor requiere siempre la presencia. 

► El Espíritu me invita a recuperar con prudencia la vida comunitaria y alimentarme con la Eucaristía del Domingo.

2º) Don de inteligencia: Es la penetración del misterio de la vida: "saber ver el sentido profundo de lo que acontece". Para el creyente no existe el azar caprichoso sino la Providencia de Dios que se revela en los acontecimientos. No soy hijo del destino sino de un Dios Padre que me custodia y no se olvida de mí.

* Entrar en la "nueva normalidad" reclama entender que hay un sentido oculto en la historia. Solo Dios es "Señor de las cosas" y las custodia con su Providencia; nosotros somos administradores y responsables de que todo se oriente al bien común y no a la satisfacción del propio egoísmo.

► El Espíritu me invita a expulsar el miedo y el fatalismo y confiar en la providencia de Dios, que nos quiere como un Padre.  

3º) Don de consejo: Es sabio quien "sabe hablar y callar a tiempo", quien actúa con discreción y ofrece su consejo con humildad. Los consejos del sabio, que se deja guiar por el Espíritu, son lecciones de vida, reglas de oro que, si los acogemos, nos señalan la senda de una vida feliz. Dichoso quien tiene un buen consejero.

* Entrar en la "nueva normalidad" supone recuperar el diálogo: acoger los consejos de las personas apropiadas y rechazar los bulos y "medias verdades"; no supeditar a intereses políticos lo que es un bien esencial como es la salud. Fomentemos un diálogo que favorezca la calidad de vida.

► El Espíritu me invita al diálogo, dejarme aconsejar por personas informadas, rechazar la calumnia y aconsejar a los más débiles con dulce y firme pedagogía.  

4º) Don de fortaleza: En tiempos de debilidad y dudas, la fortaleza nos hace permanecer firmes y fundamentados ante la adversidad. La fortaleza no es rigidez, sino un sólido cimiento para afrontar los lógicos vaivenes y crisis de la vida. La fortaleza requiere las raíces profundas de la fe en Dios.  

* Entrar en la "nueva normalidad" demanda la fortaleza que brota de la fe, que nos hace leer las adversidades: enfermedad, vejez, contratiempos de los hijos, a la luz del amor providente de Dios. El testimonio de una fe viva es misionero y abre el camino hasta Dios a los que le buscan a tientas. 

► El Espíritu me invita a mostrar la firmeza de mi fe a pesar de mis dudas y sostener con mi fortaleza a mis familiares, amigos y a los más débiles de la comunidad.  

5º) Don de ciencia: Nos descubre que el poder del hombre es una participación en el infinito poder de Dios; nos hace saber que  la creación está al servicio de la persona, imagen de Dios. No somos creadores sino administradores humildes de la Belleza, la Verdad y la Bondad, signos de la presencia de Dios. 

* Entrar en la "nueva normalidad" reclama descubrir, en medio de la fealdad, la mentira y la maldad, que Dios es la Belleza, la Bondad y la Verdad, que se refleja en la Creación. El pesimismo es una niebla que debilita. Difundir lo bello, lo bueno y lo verdadero, fortalece la esperanza. 

► El Espíritu me invita a ser profeta de la Belleza, la Bondad y la Verdad, que son reflejo del mismo Dios y alimenta nuestra esperanza. 

6º) Don de piedad: La piedad es un amor "reverencial y contemplativo" por nuestro Padre Dios, que provoca un inmenso amor por todas sus criaturas. La piedad nos acerca con sencillez de corazón al misterio insondable de Dios y nos invita a celebrarlo con alegría en la comunidad de hermanos.  

* Entrar en la "nueva normalidad" exige renovar nuestra relación con Dios, mediante una oración contemplativa de su Nombre: Padre, Hijo y Espíritu. Contemplar el nombre de Dios, fortalece el amor fraterno que adorna la vida familiar y comunitaria. Contemplar es una forma de amar. 

► El Espíritu me invita a la contemplación admirada del Nombre de Dios: alegrarme en mi condición de hijo de Dios y celebrar la fe en la comunidad de la Iglesia. 

7º) Don de temor de Dios: No es "miedo" sino descubrir nuestra finitud y la grandeza de Dios: solo Dios es Absoluto y Todopoderoso. Pero como Padre emplea su poder para ensanchar su amor: Dios es Todopoderoso para amarnos. Nosotros somos sus criaturas, que nos parecemos a él cuando amamos. 

* Entrar en la "nueva normalidad" invita a reconstruir los vínculos debilitados: los lazos familiares presenciales, el nudo de las relaciones amicales y sociales. Como dice san Juan: "el amor expulsa el miedo". El amor de Dios que el Espíritu derrama en los corazones reconstruye la familiaridad. 

► El Espíritu me invita a reconstruir la fraternidad: sentirme hijo de un Padre que nos estrecha a todos como hermanos y nos invita a hacer visible el mandamiento del amor.

Con María la Madre del Señor

El día de Pentecostés los apóstoles estaban reunidos con María, la Madre del Señor, (cf. Hch 1, 14. 2, 1-11). La Madre del Hijo de Dios es también Madre de la Iglesia: cobijó bajo su manto maternal los primeros miedos de la Iglesia naciente y alentó sus primeros pasos misioneros. María nos acompaña, como a los primeros discípulos, en la acogida del Espíritu Santo, que nos ofrece sus 7 dones para caminar como cristianos adultos, dispuestos a dar testimonio valiente de nuestra fe.

La "nueva normalidad" reclama "nuevos nombres" para los 7 dones del Espíritu Santo: Sabiduría (Eucaristía), Inteligencia (Providencia), Consejo (Diálogo), Fortaleza (Fe), Ciencia (Esperanza), Piedad (Contemplación), Temor de Dios (Fraternidad).

Alfonso Crespo

Párroco de San Pedro Apóstol de Málaga

Más noticias de: Pentecostés