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Jornada sacerdotal con motivo de la Navidad (Seminario-Málaga)

Publicado: 22/12/2016: 2958

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Jornada sacerdotal con motivo de la Navidad (Seminario-Málaga) celebrada el 22 de diciembre de 2016.

JORNADA SACERDOTAL CON MOTIVO DE LA NAVIDAD
(Seminario – Málaga, 22 diciembre 2016)

Lectura: Mi 5,3.

1.- Los magos como prototipo de la búsqueda de Dios
El papa Francisco nos ha presentado en su Carta Lumen fidei, número 35, a los Magos como el prototipo de los que buscan a Dios.
Conviene reflexionar sobre la triple actitud de estos Magos que, en primer lugar, están atentos, miran, contemplan lo que está sucediendo. No todos vieron la estrella que los llevó a los Magos a Belén. Ellos estuvieron atentos a los signos de los tiempos.
Tantas veces la Iglesia nos ha pedido que estemos atentos a los signos de los tiempos, a los retos pastorales que tenemos por delante. Esa es una actitud pastoral que este día, como pastores de la Iglesia, el Señor nos anima a contemplar.
La segunda es que los Magos se ponen en camino. Ponerse en camino es dejar cosas. Es abandonar estructuras y vivir nuevas. Es crear nuevos horizontes. Es inaugurar caminos nuevos, estrenar nuevos caminos.
Estamos en una época en el que el Papa, la Iglesia, nos pide que dejemos ciertos caminos viejos que, ya muy transitados, no llegan a los retos actuales, y que emprendamos caminos nuevos, que abramos caminos nuevos. Caminos de encuentro con cada persona, caminos de encuentro con Dios. 
El papa Benedicto XVI insistió mucho en que hoy hacía falta ayudar a las personas a encontrarse con Dios. Hay mucha gente que está bloqueada y una de nuestras tareas es abrir caminos, caminos hacia Dios, caminos de encuentro con Dios, momentos de encuentro.
Os animo a favorecer ese camino y esas formas nuevas que puedan ayudar a las personas encontrarse con Dios. Necesitamos fantasía, creatividad, pero, sobre todo, saber qué es lo que queremos.
Y la tercera actitud que veo en los Magos es la de adoración. Los Magos no fueron solamente a ofrecer unos regalos, a ofrecer cosas, ni por curiosidad ver quién era ese niño o cuál era el resultado del signo de esa estrella. Los Magos se pusieron de rodillas y le adoraron. Ante Dios se adora.
A nosotros, pastores, nos toca adorarlo. Lo adoramos en la Eucaristía, en el sacramento de la presencia eucarística del Señor. Adorarlo y ayudar a los fieles a que lo adoren; no solamente a que lo conozcan intelectualmente o que sientan cosas, sino a que lo adoren como Dios. La adoración es muy importante.
La medida en que adoremos a Dios, en que nos pongamos de rodillas, pues ponerse de rodillas significa muchas cosas: reconocernos criaturas, no dioses, pedir perdón, dar alabanza; precisamente lo que nuestra sociedad no hace. Nuestra sociedad es reacia a la adoración.
    Pues esas tres actitudes de los Magos. Primero: la búsqueda, el estar atento a los signos de los tiempos, ver la luz. Segundo: abrir o andar caminos nuevos, no tengamos miedo. A veces los sacerdotes encontramos unas resistencias a cambiar estructuras, a lo que tanto nos invita el papa Francisco. Abramos caminos nuevos, no pasa nada, no tengamos miedo a perder la poca clientela que tengamos. Quizás tengamos que buscar a otra clientela que no está, buscarlos por otros caminos. Os animo a perder el miedo y buscar nuevas iniciativas pastorales. Y tercero: potenciar la adoración.

2.- La caridad pastoral unifica la misión del sacerdote
En el segundo texto hemos leído lo importante que es el pastoreo. Miqueas en la lectura breve nos ha dicho: «El jefe de Israel, en pie, pastoreará con la fuerza del Señor» (Mi 5,3).
El Buen Pastor es Cristo, nosotros somos zagales que le ayudamos en el pastoreo. Somos pastores por analogía, pero quien debe pasturar, regir, dirigir el rebaño es Cristo. Por tanto, a la grey hay que llevarla a Cristo, porque los buenos pastizales, las hierbas verdes y las aguas frescas nos la ofrece Él; no la ofrecemos nosotros a la gente, la ofrece el Señor. Pastorearemos, según Miqueas, con la fuerza del Señor. Porque sin Él no llevamos al Señor a ninguna parte.
Sé que es difícil pastorear, ser pastores en la Iglesia, sobre todo cuando somos pocos en número respecto a tantas cosas que tenemos que hacer. El Obispo carga sobre la espalda de un sacerdote una tarea y otro cargo y otro; una parroquia, otra y otra. Ese peso hunde, aplasta. Y no sabemos cómo sacar la cabeza, cómo responder adecuadamente; con la conciencia de que no llegamos a todo y lo estamos haciendo mal; el sacerdote tiene conciencia de no llevar bien las parroquias que el Obispo me ha confiado. El Obispo ya conoce esa situación.
Por cierto, entre paréntesis, a los obispos nos pasa peor que a vosotros. Porque si tuvierais una mínima idea de la cantidad de teclas que tienen que tocar los obispos os asustaríais; mejor que no lo sepáis todo. Hay muchas teclas, muchas: pastorales, económicas, personales, políticas, jurídicas… Hay muchas teclas, pero no hay que quejarse. 
En la exhortación Pastores dabo vobis el papa Juan Pablo II dice que lo que ha de unir y dar coherencia al ministerio sacerdotal es la “caridad pastoral”. Es cierto que existe dispersión, pero hemos de saber cuál es nuestra misión, cuál es lo esencial de nuestro ministerio: ser sacerdote.
Refiriéndome al cambio de estructuras o de renovación, hay muchas tareas que los sacerdotes han ido acumulando a lo largo de la historia y que pueden hacer muy bien los seglares. Tengo una frase sencilla que por analogía hemos de aplicarlo a todo: “lo que pueda hacer el monaguillo que no lo haga el sacristán”, pues apliquémoslo. 
Lo que pueda hacer el laico que no lo haga el cura. Y lo que pueda hacer el sacristán que no lo haga el sacerdote. Hemos de desprendernos, probablemente, de muchas tareas que ahora estamos asumiendo y que podíamos delegar.
Intuyo y verifico que nos cuesta mucho delegar en los laicos; pero delegación auténtica, nos cuesta soltar riendas porque parece que perdemos poder. Si el sacerdote responsabiliza a un laico que tome la responsabilidad el laico y que la asuma. El sacerdote que lo supervise, que le acompañe, que le apoye, que le oriente, pero que el laico tome decisiones y que asuma su tarea. Este es un camino nuevo que hemos de abrir: delegar mucho, dar mucha responsabilidad a los laicos, porque a veces ellos lo hacen mucho mejor que los sacerdotes.
Esto no es un “rapapolvos”, es un comentario cariñoso de hermano mayor porque me toca ejercer de hermano mayor entre vosotros por consagración, no por edad, ni por mérito, ni por bondad, sino por missio que el Señor me ha concedido. 
Y tengo que deciros que estoy muy contento de que el Señor me enviara hace ocho años a Málaga. Nunca pensé que mi ministerio episcopal se desarrollaría en el sur de España, ni se me había ocurrido. Pero el Señor tiene sus caricias y su providencia, y le estoy sumamente agradecido por haberme enviado entre vosotros, para estar con vosotros.
Os he intentado acompañar lo mejor que he sabido y he podido, poniendo todo mi interés; y deseo seguir haciéndolo así hasta que el Señor quiera.
Gracias por vuestra presencia, por vuestro ministerio, por vuestro sí día a día en la tarea sacerdotal. Y os animo a que esto que hemos reflexionado nos ayudemos mutuamente para ponerlo en práctica.
Le pedimos a la Santísima Virgen María que nos ayude. Ella abrió un gran camino, el que fue y es para la Humanidad Camino, Verdad y Vida. Ella lo trajo. Pues que podamos nosotros también ofrecérselo a los demás. Que así sea.


 

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