NoticiaClero Adalberto Martínez: «De mi cura destaco su vida de oración, continua, sin prisas» Publicado: 14/12/2020: 11566 La verdad es, que a lo largo de mi vida me he encontrado con muchos sacerdotes que merecen entrar en el capítulo de “mi cura”. Me voy a fijar en uno de ellos, el cura de mi niñez, de mi primera juventud… y de siempre hasta su muerte: El cura de mi pueblo. ¿Qué destacaría de él?, en síntesis: -La firmeza y convicción de su fe, que se irradia a todo el pueblo y le confiere una “auctóritas” máxima e indiscutida entre sus feligreses. -Su vida de oración, continua, sin prisas, mañana tarde y noche, en público y en privado. Era impresionante ver cómo después del rosario y toque de oración de la noche él permanecía en su reclinatorio, con la iglesia ya cerrada y con un frío inmenso. (Eran famosos los “sabañones”, término seguramente desconocido en Málaga, de los bordes de sus orejas, que sangraban en invierno y mantenían su inflamación durante todo el año). -La acogida a los compañeros. Él era el arcipreste de un nutrido grupo de sacerdotes residentes en una extensa comarca de pueblos. Su casa era la casa de todos, allí celebraban sus reuniones periódicas (comida incluída) y cualquier acontecimiento… con la ayuda ideal de sus dos sobrinas. -La colaboración con los maestros siempre y el apoyo a los niños con clases particulares, nunca retribuídas por supuesto y el consejo a sus padres proponiendo nuevos horizontes… -La humildad de un hombre de fuerte carácter, que lo había sido todo en el pueblo y en la comarca de su arciprestazgo y se recluye absolutamente en su casa, desde el momento de su jubilación hasta su muerte… unánimemente llorada y sentida. ¡Qué gran cura!