Se hace difícil hablar solo de mi cura, pues son varios los curas que el Señor ha puesto en mi camino. Cada uno, en su momento, ha aportado y dejando una huella y una impronta, no solo en mi vida espiritual y de fe, sino también en mi vida cotidiana. Así que, no hago bien en hablar solo en singular de mi cura, sino que he de hablar en plural de mis curas, ya que todos han aportado algo a mi vida, han dejado su marca; unos durante la adolescencia y juventud, otros en la madurez. Todos han sido instrumentos y medios en manos del Señor.

Todos ellos han sido un referente por medio de su ejemplo, su proceder, su saber estar y situarse ante la vida, ante lo cotidiano. El Señor ha estado presente en ellos y de ellos se ha servido el Señor. Han sabido mostrarme y dirigirme hacia Nuestro Señor y a tener a María como modelo y guía. Me llevaron a comprender y entender cuál es el camino del Reino. Me enseñaron, desde el amor al prójimo, a ser evangelizador, a ser testigo del Señor. Y en estos últimos años me han acompañado en el proceso y la vocación diaconal.