DiócesisHomilías

Clausura de la Visita Pastoral al Arciprestazgo de San Cayetano (Málaga)

Publicado: 26/06/2016: 5931

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Clausura de la Visita Pastoral al Arciprestazgo de San Cayetano (26 de junio de 2016)

CLAUSURA DE LA VISITA PASTORAL AL

ARCIPRESTAZGO SAN CAYETANO

(Málaga, 26 junio 2016)

 

Lecturas: 1 Re 19,16b.19-21; Sal 15,1-2.5-11; Gál 5,1.13-18; Lc 9, 51-62.

(Domingo Ordinario XIII-C)

 

1.- Jubileo como conclusión de la Visita pastoral al Arciprestazgo de San Cayetano.

Querido Sr. arcipreste, sacerdotes y párrocos del Arciprestazgo de San Cayetano en la ciudad de Málaga, y fieles todos pertenecientes a las distintas parroquias:

Como nos ha dicho el arcipreste en la monición de entrada, celebramos juntos, todo el arciprestazgo, el jubileo de la misericordia, que, para celebrarlo, se necesita experimentar el perdón de Dios.

En primer lugar, el jubileo nos ofrece el perdón y, si no tenemos la experiencia de ser perdonados, nos faltaría experimentar el amor de Dios. Esa es la primera invitación en el gran jubileo que el papa Francisco nos ha regalado.

Esa experiencia de ser perdonados, porque todos somos pecadores, todos, nos ayuda y nos anima a ser misericordiosos con los demás, a ofrecer nuestra vida, a saber perdonar, a saber acoger al otro y a ofrecer lo que somos y tenemos en las distintas obras de misericordia.

Culminamos así, con este acto de jubileo, la Visita Pastoral al Arciprestazgo de San Cayetano. La Visita pretendía, como dijimos en cada una de las comunidades, una revisión de nuestra manera de vivir la fe, de

nuestro estilo, de lo que hacíamos. El Papa nos invita a una conversión pastoral.

Hay estructuras, acciones, modelos pastorales, que han servido durante mucho tiempo, pero ya no sirven y hay que cambiar, como los trajes, que es el ejemplo que suelo poner. Los trajes que hoy usamos cada uno, no son los que usábamos hace 30 años. ¿Os imagináis si fuéramos vestidos todos con un traje que usamos hace 30 años? Difícil, ¿verdad?

Pues eso pasa con la pastoral en la parroquia y la Iglesia: hay cosas que han servido en su momento, pero que ahora hay que renovar, hay que cambiar para adaptarnos a los retos que hoy nos pide la sociedad y el mundo, sobre todo, para poder dar razón de nuestro compromiso evangelizador.

Si queremos evangelizar, como nos dice el papa Francisco, y ser discípulos misioneros, si queremos misionar y evangelizar nuestra sociedad, se requiere que adaptemos nuestros instrumentos, nuestras instituciones, nuestras actividades, para dar mejor respuesta a esta tarea que el Señor nos envía.

Con los sacerdotes tendré una reunión y así lo anuncio; ahora es más complicado, en medio del verano, pero a principio de curso, a ser posible en septiembre, me reuniré con vosotros como hicimos al inicio para preparar la Visita. Lo haremos entonces para revisar y potenciar lo que las distintas comunidades parroquiales hemos ido analizando.

Os animo a todos, queridos fieles, a secundar lo que vuestros párrocos, a partir del próximo curso, os propongan para mejorar nuestra vida de fe y nuestra tarea evangelizadora.

Hemos de animarnos todos mutuamente para ser mejores y más fieles a lo que el Señor nos pide.

 

2.- Llamados a la libertad.

Acabamos de escuchar el texto de una carta de Pablo a los Gálatas en la que se nos dice que hemos sido llamados a la libertad: «para la libertad nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes, y no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud» (Gál 5,1). ¡Qué gran verdad lo que afirma Pablo hace ya 2000 años!, pero que tiene una actualidad increíble.

Nuestra sociedad nos invita a vivir según sus valores, según sus modas, y nos dice que hay que ser libres, haciendo lo que a cada uno le viene en gana. Ese es el modelo de libertad que nuestra sociedad nos propone: haz lo que quieras, vive, goza, disfruta, no tengas ninguna regla, sigue tus deseos y tus apetitos; eso es lo que nos propone la sociedad. Una sociedad que, equivocadamente, nos presenta que la felicidad está en eso: compra, disfruta, utiliza y tira. Pero eso no da la verdadera felicidad, eso nos deja más vacíos que antes.

La verdadera felicidad está precisamente en Cristo, cuya ley de amor queda resumida en el amor a Dios y a los demás: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gál 5,14); y a tu Dios sobre todas las cosas (cf. Mt 22,37).

Hemos de seguir las inspiraciones del Espíritu que nos ofrece la vida divina (cf. Gál 5,16), para no estar bajo la ley (cf. Gál 5,18). Obedecer a Dios no es ser esclavo. Vivir los mandamientos de la ley de Dios no es esclavitud, es la verdadera libertad. Es la libertad de los hijos de Dios, una libertad profunda, permanente, la que nos conduce a la verdadera felicidad. Pero eso nos cuesta, porque hay tantos estímulos que nos llaman y nos cautivan la atención, y podemos caer en la falacia de esas luces que nos atraen, pero que después no nos dan la auténtica felicidad.

El Señor nos invita hoy, a través de San Pablo, a vivir la verdadera felicidad en Cristo, a ser libres en Cristo, a vivir la verdad de lo que somos y no los engaños y las seducciones que nos llevan a otros derroteros.

 

3.- Dios es la única heredad de quien se fía de Él.

Dios, en ese sentido, es la única heredad para los que se fían de Él. Así hemos rezado en el salmo 15. Él nos ofrece la oración de alguien que se confía y que confía en Dios aceptándolo como su único bien (cf. Sal 15,2). Él es nuestra única heredad (cf. Sal 15,5-6).

 

4.- Acompañar a Jesús en su camino hacia Jerusalén.

El Evangelio nos presenta a Jesús camino de Jerusalén (cf. Lc 9,51). Decide ir a Jerusalén, pero Él sabe que en Jerusalén lo van a condenar y lo van a matar. Él lo sabe y, no obstante, según el evangelio de Lucas, –que es el evangelista que más describe y desarrolla esa idea de la subida o la ida a Jerusalén en la vida de Jesús; es un “leitmotiv” que recorre todo el evangelio de Lucas– Jesús va a Jerusalén, Jesús se dirige a Jerusalén, Jesús sube a Jerusalén, sube al Gólgota, en Jerusalén. Y no tiene miedo, toma la decisión de ir a Jerusalén.

Los discípulos de Jesús podemos sufrir también, como Él, rechazos; los samaritanos no le dieron alojamiento porque se dirigía a Jerusalén, no se quedaba con ellos (cf. Lc 9, 53).

Ser discípulos de Jesús implica acompañarle en el camino a Jerusalén, asumir los riesgos de no ser aceptados, de ser criticados, de no ser comprendidos. Mucha gente no nos entiende, no entiende que defendamos la vida desde la concepción hasta la muerte natural, no entiende que apoyemos el matrimonio de varón y mujer; nos dicen que no estamos a la moda; no comprenden muchas cosas. Nos dicen que somos unos retrógrados, unos carcas pasados de moda. ¿No creéis eso vosotros? ¿Creéis que los cristianos están pasados de moda? No nos interesa estar a la moda de la sociedad. Nos interesa seguir a Jesús que es Camino, Verdad y Vida, que es Luz, que es Libertad auténtica, digan lo que digan de nosotros.

 

5.- Jesús invita a seguirle.

El Señor, en este pasaje de Lucas, se encuentra con unos personajes que, unos, dicen que quieren seguirle y, a otros, los llama Él. Es lo que se llama “ejemplos de vocaciones”: tú, ven y sígueme; pero el otro pone resistencia. Déjame, tengo que cuidar a mis padres… Yo te seguiría pero… (cf. Lc 9, 59-61).

Jesús no acepta a todos los que dicen “te seguiré, pero, pero…”. No hay que ponerle “peros” a Jesús. El seguimiento de Jesús es radical y exige toda nuestra vida. No exige sólo tiempos, medias horas los domingos de misa; exige la vida en familia, exige la oración diaria, exige la renuncia a muchas cosas, exige el compromiso cristiano, exige la autenticidad de vida. Jesús no quiere medias tintas, nos pide todo. Y no sólo a los religiosos o a los sacerdotes, Jesús pide a todo cristiano que quiera seguirle que le siga con su vida entera, sea en el matrimonio, sea fuera del matrimonio, sea en la consagración religiosa o sacerdotal. En cualquier situación, el Señor nos pide un seguimiento radical. No podemos poner “peros”.

Y eso es lo que ocurre, a veces, con algunos cristianos que dicen: “yo soy católico, apostólico y romano”. Un servidor recibe, como podéis suponer, muchas cartas, y, cuando empiezo a leer una carta que comienza así, temo lo que viene detrás; porque, después de declarar que “yo soy muy católico”, vienen unos “peros”: “pero” no acepto lo que dice la doctrina de la Iglesia sobre tal cosa, “pero” desearía vivir a mis anchas, “pero”… No hay “peros” con Jesús, no debe haberlos.

 

6.- Clausura de la Visita pastoral

El Señor esta tarde, en la conclusión, en la clausura de la Visita Pastoral al Arciprestazgo de San Cayetano, nos está invitando a todos, sacerdotes y fieles, a seguirle, a comprometernos con Él, a vivir con autenticidad y a dar testimonio de nuestra fe en esta sociedad que da la impresión, al menos, que cada vez está más alejada de Dios.

Vamos a pedir a la Virgen que nos ayude a dar esta respuesta que Cristo espera. Ella dio su respuesta, su fíat, su sí, aunque le desbarató sus planes personales. Le pedimos a Ella y también a cada uno de los santos titulares de las parroquias, y, por supuesto, al titular San Cayetano.

Que la Virgen y los santos, como modelos nuestros, nos ayuden e intercedan por nosotros para vivir como el Señor nos pide a cada uno. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo