Reyes hay muchos, pero como Jesucristo, ninguno

Reyes hay muchos: los de las viejas monarquías europeas, los Magos, los reyes de su casa, los de la baraja, el que sigue siendo el rey en la ranchera, hasta di Caprio se autoproclamaba el rey del mundo en la proa del “Titanic”. El término rey se usa de tantas formas que ha perdido su verdadero significado. En estos tiempos en que la monarquía se ve como algo del pasado, sin mucha importancia en la vida de las naciones, en que los reyes son representativos pero no dirigen los países: ¿significa algo que Jesucristo sea Rey del Universo? Jesús dice en el evangelio de hoy: “Mi reino no es de este mundo”, porque no es como nosotros comprendemos un reinado terreno. Su reino se basa en dar testimonio de la verdad, una verdad que es el mismo Cristo. El Señor es el rey que se pone al servicio de los suyos y nosotros, hechos reyes como Él por el bautismo, debemos ponernos también al servicio de los demás para que la verdad se siga viviendo y transmitiendo.

Si escuchamos la voz de Jesucristo, seremos de la verdad. Si nuestra acción suscita la pregunta en los demás, como le sucedió a Pilato, estaremos consiguiendo que la imagen de Cristo, Rey de todo el universo, siga teniendo sentido. Viviendo el amor en la verdad estaremos ayudando a Dios a construir el sueño que tuvo para todos: aquello que llamamos su Reino y que durará para siempre.