«Si se pudiera hacer una distinción de Papas habría dos grupos fundamentales. El papa Francisco forma parte de ese grupo de Papas que tienen un lenguaje asequible y que tienen gestos muy valorados por millones de personas, como subir al avión con el maletín y como no dormir en las habitaciones vaticanas. No utiliza la muceta revestida de armiño, no lleva una cruz dorada, o los zapatos rojos…Los Papas, durante siglos y siglos, han usado los zapatos rojos, cosa muy curiosa porque mucha gente no sabe por qué: la primera porque los Papas asumen los signos de los emperadores romanos, que llevaban los zapatos rojos. Pero lo más importante es que el rojo significa la sangre los mártires, y la Iglesia Católica siempre ha defendido que está su base en la sangre de quienes dieron su vida por la fe. No era un elemento decorativo ni un capricho: tenía un alto valor simbólico. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha ido desarrollando una serie de elementos que son claramente simbólicos. El prescindible estos elementos: tienen una facilidad de comunicación, qué duda cabe, y tienen una acogida entre millones de personas, sobre todo en los países donde hay más personas necesitadas, donde hay más problemas económicos.

Pero que no piense nadie que el Papa actual va a provocar grandes crisis dentro de lo que es el cuerpo de la doctrina, del mundo de los dogmas. Eso no lo puede hacer. Posiblemente el Papa Francisco haya hecho cosas que otros Papas hayan hecho a lo largo de los siglos pero que no lo han dicho.

No hay que olvidar tampoco que el Papa es argentino y en Argentina hay una tradición de comunicación directa, muy en contacto con el pueblo, eso es una tradición oratoria, una tradición gestual y el Papa forma parte de esa tradición».