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Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catedral-Málaga)

Publicado: 08/12/2013: 7397

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catedral-Málaga).

INMACULADA CONCEPCIÓN

DE LA VIRGEN MARÍA

(Catedral - Málaga, 8 diciembre 2013)

 

Lecturas: Gn3, 9-15.20; Sal 97,1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38.

 

Belleza de María

 

1. En la anunciación el ángel Gabriel, entrando en presenciade María, le dirige la salutación más hermosa que una mujer puede recibir: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc1, 28). Ninguna otra criatura humana ha recibido este saludo, porque ningún ser humano ha estado tan lleno del Espíritu Santo como María; nadie ha sido adornado de hermosura como la Virgen de Nazaret. Hoy queremos contemplar esa belleza de María.

Ella se turba ante estas palabras y trata de descubrir su significado(cf. Lc1, 29), que el ángel le explica: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios» (Lc1, 30). El secreto es la gracia y el don de Dios volcados sobre ella.  A la que ya es “llena de gracia”, a la que ya es la más hermosa de las mujeres, la más bella de todas las criaturas, se le anuncia la presencia del mismo Hijo de Altísimo en su seno maternal: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc1, 31). El Hijo de Dios necesita un ambiente divino para encarnarse; necesita un alma cándida que lo acoja; necesita un corazón tierno y lleno de amor que lo ame, un regazo delicado que lo sostenga y unos brazos primorosos que lo abracen. Dios ha preparado desde la eternidad a Miriam, la doncella de Nazaret, para esta misión, que exige la hermosura sin mancha de la que es Madre de Dios, como proclamaría el concilio de Éfeso en el año 431. El Espíritu Santo actuará de manera delicada para llevar a cabo el nacimiento del Hijo de Dios (cf. Lc1, 35). Y María asiente y acepta la misión: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»(Lc1, 38).

2. María es la belleza de Dios, la mejor obra de sus manos, la manifestación de su ternura y de su gracia. Las tres Personas de la Santísima Trinidad se han volcado en ella: el Padre la ha mimado, el Hijo ha tomado carne en ella y el Espíritu Santo la ha colmado de sus dones. María, encarnando a Jesús en su seno, se convierte en la sonrisa de Dios a los hombres, en un hermoso regalo para toda la humanidad. La Virgen nazarena se presenta toda bella y hermosa en su sencillez, en su discreción, en su humildad, en su fidelidad, en su fe, en su confianza y en su discreto silencio. No alardea de lo que ella es y de lo que podría alardear; no se enorgullece de todo ello.

Podemos aclamar a la Virgen María con las palabras de San Venancio Fortunato:“Oh excelente belleza, oh mujer que eres la imagen de la salvación, potente por causa del fruto de tu parto y que gustas por tu virginidad, por tu medio la salvación del mundo se ha dignado nacer y restaurar el género humano que la soberbia Eva ha traído al mundo” (In laudem sanctae Mariae).  La belleza de María, la nueva Eva, ha limpiado la fealdad de la antigua Eva. La promesa de Dios hecha en el tiempo primordial, según el Génesis, se cumple en María. La enemistad entre la descendencia de Adán y el diablo queda vencida y superada por el vástago de esta hermosa Mujer(cf. Gn3, 15).

3. La tradición de la Iglesia ha visto siempre a María unida a su Hijo. De hecho María estuvo siempre unida a Él, sobre todo en los momentos más importantes de su vida: Encarnación y nacimiento, infancia, vida pública, muerte y resurrección. A la luz de la Ascensión del Señor podemos comprender mejor también laglorificación de la Beata Virgen María, cuya vida entera se ha desarrollado en presencia de la Santísima Trinidad: Dios Padre la eligió para ser Madre de su Hijo Unigénito y templo especialísimo del Espíritu Santo. Por ello la mariología está unida intrínsecamente a la cristología, de la que recibe su fundamento e iluminación.

María, la “llena de gracia” (cf. Lc 1, 28), debía ser preservada del pecado original; tal privilegio venía exigido por la maternidad divina de la Virgen. Situándonos en la visión trinitaria y cristológica percibimos mejor la importancia del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que el beato papa Pío IX proclamó el 8 de diciembre de 1854. Esta verdad revelada ha formado parte siempre, aunque de manera implícita, del depósito de la fe de la Iglesia católica. En muchas comunidades cristianas y pueblos de España había sido profesada antes de su misma proclamación y no ha habido dificultad alguna en aceptarla.

La Inmaculada Concepción de María viene exigida por la misión de cooperadora en la obra redentora de su Hijo Jesús. Este dogma fue recibido con gran alegría en toda la Iglesia. Hoy, queridos fieles, damos gracias a Dios por este reconocimiento de la glorificación de la Virgen María y por los numerosos frutos espirituales que ha suscitado en la Iglesia.

El fundamento de la belleza de María se encuentra en su condición de Inmaculada, que el pueblo cristiano canta con gozo: “Toda hermosa eres María; y no hay en tí mancha alguna de pecado original. Tú eres la gloria de Jerusalen; tú, la alegría de Israel; tú el honor y el orgullo de nuestra raza”. Nunca ha sido afeada la hermosura de esta incomparable Virgen; nunca mancha alguna emborronó la imagen divina impresa en su candorosa alma; nunca el pecado de Adán causó desorden en esta hija de Dios. Así lo recita el verso del Cantar de los Cantares: «¡Toda bella eres, amada mía, no hay defecto en ti!»(Ct 4, 7).

4. El Salmo responsorial (cf. Sal 97,1-4) nos ha invitado a cantar un cántico nuevo, porque el Señor ha hecho maravillas en María. También Dios hace maravillas en cada uno de nosotros; pero es preciso dejarnos moldear y transformar. San Pablo, en su carta a los Efesios, bendice al «Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos» (Ef1, 3). Dios nos ha elegido desde la eternidad, para ser santos y hacernos partícipes de su amor (cf. Ef 1, 4). La Inmaculada Virgen María participó del amor de Dios, de una manera singular, desde el instante de su concepción. A nosotros, redimidos por su Hijo Jesús, nos llama a vivir ese mismo amor y a gozar de su compañía.

5. La colaboración de María con la gracia de Dios en la Encarnación del Señor sucedió por obra del Espírito Santo (cf. Lc 1, 35). María es figura de la Iglesia, que nos anima a acoger el don del Espíritu en la comunidad de bautizados y en nuestra propia vida. Al igual que ella seamos dóciles a la acción de Dios en nosotros, dejándonos transformar como el barro dúctil por los dedos del artista divino; ¡no pongamos resistencia!Pedimos al Señor que limpie nuestro pecado y nos haga hermosos y dignos ante sus ojos. Damos gracias a Dios por el precioso regalo que la Virgen Inmaculada es para la humanidad. A ella le pedimos que nos acompañe y nos guíe, para poder celebrar un día con ella de la hermosura plena del rostro de Dios, de la que la Virgen es un precioso refelejo.

Amén.

Autor: diocesismalaga.es

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