NoticiaColaboración DOCTOR ROSADO. ¿Alucinaciones numinosas? Publicado: 24/08/2020: 11144 El doctor José Rosado, médico acreditado en adicciones, comparte su última experiencia interior tras ingresar en el hospital. «Experimenté como un encuentro conmigo mismo y tuve conciencia de ser, estar y existir, en un escenario en el que no deseaba nada y todo me sobraba: estaba completo». Tengo 76 años y antecedentes de ictus isquémico agudo en ramas corticales de arteria cerebral media derecha, cardiopatía isquémica tipo infarto agudo de miocardio (dos stent), amnesia global transitoria durante 24 horas y varios episodios anginosos. Tratamiento: antitrombótico, antihipertensivo, betabloqueantes y controladores del colesterol y triglicéridos. Por dolor torácico, sensación de cansancio y agotamiento fui a urgencias, donde después de unos análisis y una valoración por el cardiólogo, el diagnóstico de una bradicardia- latidos cardiacos inferiores a 40 por minuto y con tendencia a ir disminuyendo- señaló la indicación de la implantación de un marcapaso antes de 24 hora, pues el cerebro es muy sensible a la disminución de oxígeno y una hipoxia cerebral puede tener trágicas consecuencias. En la noche después de la intervención, sufrí una ¿alucinación? -¿secuela de la carencia de oxigeno?- en la que experimenté como un encuentro conmigo mismo y tuve conciencia de ser, estar y existir, en un escenario en el que no deseaba nada y todo me sobraba: estaba completo. Ausente de miedos e inquietudes, tuve la sensación de una liberación sin límites en un escenario en el que una Presencia que me llenaba de paz, serenidad, alegría y de una confianza y seguridad jamás imaginada y que me hacía desear fervientemente identificarme con ella. Todo era nuevo, pero sin sorpresas, como si estuviera programado para estos acontecimientos. Fue un tiempo breve, como un chispazo, pero que lo valoro como lo más real que he vivido. Nunca me he sentido tan vivo y por eso lo tengo grabado en mi interior, como un refugio al que deseo volver para volver a experimentar el sentirme protegido, arropado y amado “con sabores de eternidades”, y con plenitudes que superan la razón y lo razonable. Ahora confirmo y sé que además de cuerpo, cerebro y mente, tengo la impronta de Algo que me hace ser y existir, y que es mi origen y meta. Pero estos episodios no son extraños al género humano, que en ellos encuentran respuestas a sus interrogantes existenciales y, en ocasiones, a algunas personas le orientan hacia una experiencia humana con matices especiales: representan un grupo significativo que, aunque reducido, son suficientes porque son periódica y selectivamente elegidos. Y todo se inicia cuando esa persona “alucina” escuchando una voz que le sale de su interior y que le desorienta y le inquieta; una singular curiosidad le invita a investigar su significado y se recrea con anchos tiempos de soledad y silencio, hasta que descubre que el suave susurro que le repite: “ven conmigo” (Vade Mecum), que le fascina y seduce, progresivamente se adueña de sus pensamientos y sus movimientos afectivos. ¿Casualmente? se le presentan acontecimientos y circunstancias que le argumentan la realidad de esa llamada y decide seguirla. Y para sorpresa de familiares y amigos, un día les informa que, sin cálculo humano y sin ajustarse a este mundo, abandona todas sus “redes” porque va a iniciar un nuevo estilo de vida, y lo hace con entusiasmo, alegría, firmeza y brillando en sus ojos la luz del sol. Ha activado como una grabación que tenía en su hondón que, sin tener plena conciencia, añoraba intensamente y que le hace asumir con gozo todas las condiciones a cumplir porque se encuentra marcado y cautivado de una manera inefable, por la libertad que genera la castidad, la paz y autonomía que garantiza la austeridad y la seguridad y firmeza que asegura la obediencia, que son elementos que le ofrecen una integridad, armonía y equilibrio (concordia de cuerpo y alma) y que, facilitando el gobierno de las pasiones, ambiciones y protagonismos, conforma el escenario más idóneo y eficaz para la misión a la que ha sido llamado: comunicar de pensamiento, palabra y obra, el mensaje evangélico a todas las gentes, para que conozcan y descubran su filiación divina, que les hará participar de la naturaleza Divina y dispuesto para los bienes celestiales. Y es que el hombre fue creado “capaz” de Dios. Es un Dios que nos creó para compartir, y de tal manera que no existe nada más semejante a Él que el ser humano en su alma, donde en “esencia, presencia y potencia” se encuentra al acecho de Amor para, aprovechando cualquier oportunidad, hacerse presente. Sentir a Dios al profundizar en sí mismo le hizo a Carl Gustav Jung grabar en el dintel de su casa: Vocatus atque non vocatus Deus aderit (“se le invoque o no, Dios estará ahí").