Noticia "El Padrenuestro" (IX) Inciso · Autor: Salvador Salas Publicado: 09/04/2016: 15830 El Padrenuestro nace de una petición que hicieron los discípulos a Jesús: "Señor, enséñanos a orar". Petición que brotó, sin duda, del deseo que tenían de Dios y del ejemplo de oración que vieron en su Maestro. Y Jesús, antes de darles el Padrenuestro, los preparó: "Cuando oréis no seáis como los hipócritas... Tú en cambio cuando ores entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te lo recompensará. Cuando oréis no uséis muchas palabras..." Con esta catequesis, Jesús los quiere llevar a la verdadera oración. "No seáis como los hipócritas", no pongáis delante lo bueno que sois, pues sólo Dios es bueno. Tú, "entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que ve en lo secreto". ¡Qué tres peldaños! Entra, cierra y ora, pues vas a iniciar una relación de amor. Pero qué difícil es cerrar la puerta. En ese momento, parece que se dieran cita todas las urgencias menores. Y qué difícil, a veces, orientarte solo hacia Dios cuando todo se confabula para atraerte. Búscale solo a Él. "Busca a Dios en lo interior, que se halla mejor y más a nuestro provecho que en las criaturas", decía santa Teresa. Y "cierra la puerta", pues en ese momento, sólo Él te ocupa e importa. Y estando así, "ora a tu Padre que ve en lo secreto". No lo olvides, estando solo ante tu Padre advierte que estás ante Él, que ya no necesitas representación alguna, pues Él ve tu fe y tu deseo, tu amor y tu desamor, tu esfuerzo y tus faltas, tu generosidad y tu tacañería, tu nobleza y tu bajeza. Él te ve como sólo el Padre puede ver. Y entonces, agradece que estés en su presencia, "y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará". Te recompensará, pero la oración no es llegar y topar. Orar no es buscar un estado de ánimo, sino poner en acto la fe. Es verdad que, a veces, la oración resulta una cruz. Por lo que la perseverancia en ella es el termómetro de nuestra fe, ya que si la fe nos lleva a permanecer en Cristo, este permanecer hay que renovarlo cada día. Y solo en la oración se renueva. "Y tu Padre que ve en lo secreto". He ahí el arranque: te hallas ante tu Padre, no seas entonces como los hipócritas que sólo ven su cumplimiento de la ley. "No digáis muchas palabras". Ponte a la escucha de tu Padre y ora a Dios con las palabras de Dios, ora en espíritu y verdad, porque Jesucristo es la Verdad que nos ha dado su Espíritu en el Padrenuestro, por eso, ora despacio, muy despacio, con el Padrenuestro. Y descansa en el amor del Padre que ve en lo secreto. "Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará". Y como Dios es amor, siempre recompensa con amor. Por ello, aunque la oración haya sido acusada de ser una escapatoria, no lo es, pues la oración que no termina en más amor, no es tal. Los grandes santos siempre unieron oración y compromiso: desde el "ora et labora", hasta el "contemplativo en acción", todos han abrevado en ella, y ella se ha convertido en el punto de apoyo de sus vidas. Que este inciso nos prepare para acceder mejor a la segunda parte del Padrenuestro, la que utiliza en cada petición el nosotros. El nosotros, porque en la oración se han de compenetrar siempre el aspecto personal y el comunitario, ya que el cristiano ora siempre como hijo del Padre y hermano de todo lo humano. Y es que, si con este espíritu vivimos el Padrenuestro, esta plegaria incomparable, nos inspirará para trabajar por el pan, que es de todos; por el perdón que necesitamos, pues sólo el perdón es el arma que desarma; y por la fortaleza que ayuda a vencer las tentaciones y conseguir que el mal no tenga la última palabra.