NoticiaColaboración Añorando a Dios FOTO: Bernardo Valle/Cathopic Publicado: 26/10/2021: 6132 Droga La droga consigue sus efectos activando el sistema de recompensa cerebral (SRC) que provoca un estado de conciencia de euforia, alegría y poder: es una experiencia gratificante que, grabada en los circuitos neuronales correspondientes, marca una querencia para repetirse. El hombre ha sido creado por Dios, lo que significa que consciente o inconscientemente será un eterno buscador del Absoluto. Durante un tiempo no existen problemas ni síntomas molestos, pero de manera progresiva la tolerancia cerebral empieza a aumentar y para conseguir los efectos gratificantes, tiene que aumentar las dosis y así se conforma una dependencia. La droga se hace protagonista del contenido de la conciencia y marca sus intereses: conseguir la próxima dosis. La persona se hace esclava del consumo y llega a una situación límite que le hace perder el sentido y utilidad de su vida y la droga sólo le es útil para olvidarse que está vivo. En este escenario de desolación y desorientación, sin saber hacia dónde dirigirse, pues de fuera sólo le llegan miedos y oscuridades, y como único y último recurso le queda mirar hacia dentro, entrar en sí mismo y enfrentarse a su realidad interior. Pidiendo auxilio a la esperanza que aún le resta, inicia un proceso de introspección en el que se le presenta dimensiones sin referencias de espacios ni tiempos, de las que le llegan noticias de inmortalidades y trascendencias que, aunque superan los límites biológicos, no le son extraños, sino que le despiertan unas añoranzas que le llenan de plenitudes, y que siempre son consecuencias de una experiencia previa: no se añora lo que no se ha experimentado. Pero estos deseos de eternidades, al ser comunes al género humano, necesitan respuestas que tienen que buscarse en el mismo lugar de origen, en el hondón del ser humano. Y es que no existe en el universo nadie más similar a Dios que el hombre en su alma, por eso existe una inquietud en el hombre, instigada en parte por las insatisfacciones de vacío y oquedad de la vida, pero también por una atracción del alma, tan fuerte que se convierte en pasión. El hombre ha sido creado por Dios, lo que significa que consciente o inconscientemente será un eterno buscador del Absoluto. Fuera de Dios todo es estrecho y el ser humano tiene ansias de experimentar a Dios porque: ¡Dios es tu ser! La razón, facultad suprema, no sin el concurso de la misteriosa gracia, en su ejercicio de discernimiento, activa todos sus recursos, para buscar a Dios, pero buscar a Dios no es buscar un objeto ni algo separado del hombre, ni perseguir simplemente un deseo nacido de nuestras carencias, sino ir tras un rostro entrevisto en nuestro fondo personal que nos ha fascinado, y sin cuya contemplación ya no se puede vivir. Es una búsqueda que no cesa y encuentro que no cansa, porque la relación con Él, es perennemente innovadora de vida y acrecentadora de amor. Y es que Dios está siempre al acecho de Amor para aprovechar cualquier acontecimiento para hacerse presente y así, cuando alguien sale en su búsqueda Él, con el banquete preparado, se adelanta y se hace el encontradizo para hacerle sentir su filiación divina y confirmarle que está destinado a eternas bienaventuranzas.