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Apertura del Curso de los Centros Teológicos (Catedral-Málaga)

José Emilio Cabra durante la lección inaugural en la Catedral de Málaga // E. LLAMAS
Publicado: 16/10/2020: 14586

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía de Apertura del Curso de los Centros Teológicos (Catedral de Málaga), el 16 de octubre de 2020.

APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO

DE LOS CENTROS DE TEOLÓGICOS

(Catedral-Málaga, 16 octubre 2020)

 

Lecturas: Ef 1,11-14; Sal 32,1-2.4-5.12-13; Lc 12,1-7.

1.- Al inicio del curso académico acudimos al Señor para pedirle su luz, que ilumina nuestra vida, nuestras mentes y la realidad que nos circunda. Su luz nos ayuda a penetrar en los misterios divinos, a comprender mejor la palabra revelada, a conocer más a Cristo, Palabra eterna. Quienes os dedicáis al estudio de la teología necesitáis la luz de Cristo para ahondar en la riqueza insondable de esta verdad revelada.

San Pablo nos ha recordado que hemos recibido la herencia (cf. Ef 1,11) de hijos de Dios, siendo coherederos con Cristo (cf. Rm 8,17). Vuestra tarea es profundizar en esa herencia para hacerla efectiva y apropiársela, ayudando a otros a conocerla mejor y a vivirla.

Y esa herencia es el mismo Cristo (cf. Ef 1,14). No se trata de una riqueza material, ni siquiera de bienes espirituales o culturales, sino de la persona de Jesucristo que sale a nuestro encuentro. Os animo a encontraros con Él en cada tarea académica, en cada materia estudiada, en cada momento de vuestro proceso formativo.

 

2.- También nos dice Pablo que, habiendo «escuchado la palabra de la verdad -el evangelio de vuestra salvación-, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido» (Ef 1,13).

Esta Misa de apertura es siempre una invocación al Espíritu Santo para que abra nuestras mentes, ofuscadas por el pecado, por el egoísmo y por las cegueras humanas producidas por respirar teorías e ideologías que no están en consonancia con la verdad del Evangelio de salvación. Hay en nuestra sociedad muchos anuncios de “buenas nuevas”, diferentes al Evangelio de la Verdad.

Con motivo de la pandemia nos hemos acostumbrado a utilizar mascarillas para evitar inhalar los virus. Algo parecido deberíamos hacer para evitar que ciertas teorías, contrarias a la verdad revelada, penetraran en nuestra mente y anidaran en nuestro corazón.

Pedimos al Espíritu Santo que envíe su luz desde el cielo, para que penetre nuestras almas y nos proporcione su consuelo. Le suplicamos que su divina luz entre hasta el fondo del alma, para enriquecer nuestra pobreza y llenar el vacío de nuestra vida, cuando no hay fe, amor y esperanza cristianas; le rogamos que envíe su aliento para aniquilar el poder del pecado. Esta es nuestra oración en esta eucaristía.

 

3.- El evangelista Lucas nos refiere dos enseñanzas de Jesús a sus discípulos. La primera es su amonestación advirtiéndoles acerca de la «levadura de los fariseos, que es la hipocresía» (Lc 12,1).

Mucha gente piensa que las cosas que dice en secreto, permanecen sin saberse; aquí entran las críticas negativas, las murmuraciones, las maledicencias, las difamaciones.

Pero el Señor Jesús dice: «Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse» (Lc 12,2). Hay que prestar atención para saber callar lo que no conviene decir. El papa Francisco ha insistido muchas veces en la necesidad de no hacer comentarios que puedan dañar a las personas.

Y la segunda amonestación que Jesús dirige a sus discípulos es que no tengan miedo a perder la vida temporal: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más» (Lc 12,4). Alguien puede pensar que perder la vida temporal es la pérdida más grande; pero Jesús nos transporta a otra dimensión para valorar las cosas en su justa medida desde su persona, desde su Verdad, desde sus criterios. Nos cuesta aceptar que perder la vida temporal no tenga tanta importancia.

Jesús les invita a temer solo a quien «tiene poder para arrojar a la gehenna» (Lc 12,5). Es decir, solo hay que temer a perder la herencia prometida de la vida eterna. Los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, somos amados por Él, quien nos invita a participar de su vida divina. Esa es nuestra meta; y ese es el objetivo de vuestro trabajo y de vuestro estudio. Os animo a poner todo vuestro empeño en esta tarea, que llenará vuestra vida de sentido y os capacitará, además, para ayudar a otros a encontrar la verdad y el sentido de su vida.

Quiero agradecer el esfuerzo de todos vosotros; en primer lugar, el de los profesores, que con otras tareas acudís a asumir esta hermosa tarea de la enseñanza de la teología. Animo a quienes, como alumnos, acudís a profundizar vuestra fe. Y pido al Señor que envíe su Espíritu Santo, para que nos asista en nuestros trabajos.

 

4.- Hoy celebra la Iglesia dos santas mujeres. Eduvigis, religiosa que vivió entre los siglos XII-XIII en Polonia y demostró gran interés en ayudar a los pobres, para los cuales fundó hospicios; y que, fallecido su marido, se retiró en el monasterio de monjas cistercienses que ella había fundado y cuya abadesa era su hija Gertrudis.

La otra santa celebrada hoy es Margarita María Alacoque, que vivió en el siglo XVII en Francia y fue monja de la Orden de la Visitación de la Virgen María. Progresó admirablemente en el camino de la perfección y, enriquecida con gracias místicas, trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús.

Ambas santas fueron fieles a la llamada del Señor, en épocas distintas y en circunstancias muy diversas. Ambas acogieron a Cristo, haciéndolo el centro de su vida, de su meditación y de su actuar.

Ellas nos animan a dar gracias a Dios por la herencia recibida en Cristo, como hijos de Dios, y nos ofrecen su ayuda para que podamos ser fieles a la misión que el Señor nos confía. Cada uno de nosotros tiene su misión propia que debe asumir y vivir la llamada a la santidad en pleno siglo XXI, en plena pandemia y en plena crisis socio-económica y política. Las circunstancias no importan; hay santos en todas las épocas y en todos los siglos. El domingo pasado fue beatificado un joven italiano (Carlo Acutis) que murió a los quince años; un enamorado de la eucaristía y auténtico internauta, que evangelizó a través de las redes mediáticas.

Pedimos también la intercesión de la Virgen María, nuestra Madre, para aprovechar bien este nuevo curso que Dios nos regala y nos ayude a penetrar cada vez más en los misterios divinos. Amén.

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