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Restauración de la imagen del Santísimo Cristo Mutilado (Catedral-Málaga)

Publicado: 03/10/2020: 16541

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la reposición al culto del Cristo Mutilado, ahora Cristo de la Clemencia.

RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN

DEL SANTÍSIMO CRISTO MUTILADO

(Catedral, 3 octubre 2020)

Lecturas: Is 5, 1-7; Sal 79, 9.12-16.19-20; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43.

(Domingo Ordinario XXVII-A)

1.- El profeta Isaías narra el canto de la viña, que simboliza a la casa de Israel, siendo el Señor el dueño de la misma. Dios cuidó de su viña amada, «la entrecavó, quitó las piedras y plantó buenas cepas; construyó en medio una torre y cavó un lagar» (Is 5, 2).

El pueblo de Israel podía entonar el canto de amor a la viña por las maravillas que el Señor había hecho, adoptándolo como pueblo de su propiedad, mimándolo con cariño, llenándolo de atenciones, proporcionándole bienes y sacándolo de la esclavitud de Egipto.

El profeta se pregunta: «¿Qué más podía hacer yo por mi viña que no hubiera hecho? ¿Por qué, cuando yo esperaba que diera uvas, dio agrazones?» (Is 5, 4).

El Señor amenaza con arrasar su viña: «Pues os hago saber lo que haré con mi viña: quitar su valla y que sirva de leña, derruir su tapia y que sea pisoteada» (Is 5, 5). Por eso el pueblo, ante la amenaza de ser destruido, reza a Dios: «Señor Dios, no destruyas a tu pueblo, tu heredad, que tú rescataste con tu grandeza y que sacaste de Egipto con mano fuerte» (Dt 9, 26).

2.- La viña del Señor del universo, además del pueblo de Israel la componen los cristianos y todos los hombres. Dios ha enviado a su Hijo unigénito para salvar a la humanidad perdida, para redimirla de la esclavitud del pecado y liberarla de sus cadenas.

Jesús, en el evangelio, presenta la parábola de la viña, describiendo a los viñadores como malhechores que roban, maltratan y asesinan a quienes el dueño envía para recoger los frutos (cf. Mt 21, 34-39).

Dios espera buenas obras, pero los hombres cometemos acciones contrarias, robos, asesinatos, injusticias (cf. Is 5, 7). La ingratitud y el egoísmo anidan en el corazón humano y destruyen el buen trabajo del Viñador, quien desea recibir buenos frutos y, en cambio, recibe agrazones.

Todos nosotros somos viña del Señor, amada y cuidada. El Dueño de la viña nos pide frutos buenos. Somos sarmientos que, unidos a la vid, podemos dar abundante fruto. El Señor Jesús dijo en la última Cena: «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto» (Jn 15,1-2).

Busquemos, como nos ha dicho san Pablo «todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito» (Flp 4, 8). No imitemos la mala conducta de quienes viven como si Dios no existiera; porque hay quien vive erigiéndose a sí mismo como dios de su propia vida. ¡Pero Dios existe!

Cantemos con el Salmo: «Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantó y al hijo del hombre que tú has fortalecido» (Sal 79, 15-16).

Pidamos al Señor que nos convierta en fieles viñadores, que producen buenos frutos y los ofrecen al Señor.

3.- La Cofradía del “Santísimo Cristo Mutilado” celebra hoy un gran acontecimiento, al haber restaurado la imagen del Cristo mutilado, talla del siglo XVII, y haberla recompuesto en su integridad por el escultor Juan-Manuel Miñarro. Hoy deja de llamarse “Cristo Mutilado” y se llamará “Santísimo Cristo de la Clemencia”.

Ha sido un largo, lento y difícil proceso histórico, desde que en 1939 la entonces llamada sagrada Congregación de Ritos, siendo obispo Mons. Balbino Santos y Oliveira, autorizó que la imagen del Cristo, mutilada durante la persecución religiosa, pudiera recibir culto en la iglesia del Sagrario, donde tenía su sede canónica.

La imagen estuvo saliendo fuera del templo de Sagrario hasta 1977 y se interrumpió esta práctica, que fue solicitada repetidas veces por los Hermanos mayores, pero que no podía autorizarse.

Han transcurrido muchos años y se han mantenido muchas conversaciones y ciertas tensiones en la Cofradía y con los diferentes obispos que han regentado nuestra Diócesis.

Los tiempos fueron cambiando poco a poco y las sensibilidades socio-políticas y religiosas también.

Gracias a Dios, el Espíritu Santo ha ido cambiando la mente y el corazón de los dirigentes de la Cofradía, hasta tomar la decisión que hoy celebramos todos con gozo. Se ha restaurado la imagen integralmente, se cambia el nombre de la Cofradía y se modifican sus Estatutos. ¡Enhorabuena! Comenzáis una nueva etapa, que deseamos sea gozosa y fecunda.

4.- El “Cristo de la Clemencia” hace referencia a la misericordia de Dios, que ama al pecador y le concede su perdón. Los Salmos que hablan del Dios clemente y misericordioso (cf. Sal 85,15; 144,8).

Como nos recordó el papa Benedicto XVI, “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret” (Misericordiae vultus, 1). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios.

Todos tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia, que es fuente de alegría y de paz. “Misericordia” es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad; es el acto de amor con el cual Dios viene a nuestro encuentro; es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona; es la vía que une Dios y el hombre (cf. Ibid., 2).

Jesús nos enseña a ser clementes y misericordiosos: «Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso» (Lc 6,36).

Queridos cofrades de la renominada cofradía del “Santísimo Cristo de la Clemencia”, vivir la misericordia y la clemencia de Dios es un hermoso programa de vida. Para ser clementes y misericordiosos debemos ponernos a la escucha de la Palabra de Dios y al seguimiento de Cristo. ¡Sed buenos discípulos del Cristo de la Clemencia!

Le pedimos a la Virgen Santísima, Madre de Clemencia, que interceda por nosotros con su maternal amor. Amén.

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