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«¡Qué bueno has sido, Manolo!»

Publicado: 15/07/2015: 15160

El párroco de Santiago, Francisco Aranda, firma la semblanza de D. Manuel Pineda, fallecido el 4 de julio de 2015.

"¿En dónde están los profetas que en otro tiempo nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar, para andar?" Rezaba una canción de los años 70.

Sí, quedan profetas; muchos profetas. No adivinos, ni videntes, sino hombres elegidos por Dios para decir, en su nombre, lo que tienen que decir, donde lo tienen que decir y ante quien lo tienen que decir. Por eso nunca, o casi nunca, lo fueron en su tierra y entre su gente. Le pasó al profeta de Nazaret. Tampoco lo pasaron, ni pasan, bien.

¡Qué bueno has sido, Manolo! ¡Nunca te has quejado! ¡Todos eran tus amigos! Las tres expresiones brotaron en cadena del alma de su hermana Pilar cuando, ya cádaver, yacía en la cama de la habitación, luminosa habitación, 209 del Hospital del Dr Gálvez, la mañana del sábado, 4 de julio de 2015. Gracias a todo el personal de la Clínica por tantos cuidados desde hace tres años o mas. Lo han dado todo. 

En los manifestaciones de Pilar intuí la mejor semblanza de quien ha sido todo para todos: creyente, sacerdote, profesor, acompañante espiritual, amigo, consejero... hombre-sacerdote de Dios para los demás.

Nunca buscó y, menos aún, pleiteó por cargos, puestos , prebendas…. Ni las deseó y, ni siquiera cuando pudo, las utilizó o rehusó. No he conocido a otra persona a quien el poder, el honor, la fama y el prestigio le atrajeran tan poco. En su aparente timidez, que no era tal, mantuvo un discreto y religioso silencio, pero una actitud firme. “Servir a la Iglesia de balde y con todo los nuestro”. El mismo de tantas horas de Sagrario, en los últimos años desde el reclinatorio del altar mayor de la parroquia de Santiago.

No hace falta una larga relación de cargos, puestos, trabajos o funciones realizadas, hasta el último día. Eso es lo que “aparece” y consta. Hay otra vida que transcurre simultánea y subterránea. Mas él , D. Manuel, era hombre de profundidades. ¡Le gustaban tanto las palabras hondura y hontanar…también metanoia y parresía!

Toda su vida la dedicó a aprender a escuchar, pensar, orar y callar. Luego, cuando creía oportuno, decía y hablaba…¡con tanta precisión y convicción! Antes había abierto de par en par su ojos; había fruncido el ceño, apretado los labios, alargado el silencio… para aconsejar. Muchos siempre tuvimos la certeza de que cuando acudíamos a él, ¡para tantas cosas! en esos momentos nada ni nadie podía desvíar la atención de quien nos escuchaba con el corazón abierto.

Vivir entre 1929-2015; sacerdote desde 1952, sin perder la paz del Dios de las promesas y de la ternura, sin azorarse, pero con los pies siempre en el suelo, no es “privilegio” que muchos desearíamos: dictaduras, república, democracia, Vaticano II, cambios profundos, “su seminario mayor a Granada” , de ida y vuelta. Dar vida y consolidar el centro de Teología, la Escuela de Agentes de Pastoral, el Instituto Superior de Ciencias Religiosas… vicario del clero- a quien y a lo que dedicó tantos afanes , tiempo y viajes, con el inefable seiscientos.

Nos ha dejado con el corazón lleno de Dios, la mente aclarada y, en los últimos días, un silencio estruendoso. Ya estaba contemplando a Dios. Todo lo había hecho y dicho. El silencio constituyó la despedida del amigo de Dios y del amigo de todos.

¿En dónde están los profetas…? Hoy se nos ha ido uno. Pero sus estela la siguen muchos. Y, como él, nos «darán las esperanzas y fuerzas para andar, para andar».

¡Qué bueno has sido Manolo! Gracias, buen Dios, por D. Manuel. Gracias D. Manuel Pineda Soria por tu vida. No dudo de que ya permaneces en los espacios y tiempos que tan bien explicaste y viviste, y nos hiciste vivir muchos años. "Punto 1. apartado 1. 111. Conclusión: Amén".

Francisco Aranda

Francisco Aranda es sacerdote diocesano, canónigo archivero y profesor del Seminario y del Instituto de Ciencias Religiosas San Pablo.

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