NoticiaEntrevistas Rafael Díaz: «Ojalá llegue un día en que el Cottolengo deje de ser necesario» Rafael Díaz, fotoperiodista Publicado: 15/06/2016: 20480 El fotoperiodista Rafael Díaz (Ronda, 1952) tiene en su haber la Medalla de Oro de la Provincia, la Medalla de Honor del Periodista y es Hijo Predilecto de su ciudad natal. Ha participado en la exposición fotográfica del Cottolengo en calle Larios. Tal cantidad de reconocimientos deja ver que además de un buen profesional tenemos delante a una gran persona. Fotógrafo de la Agencia EFE desde 1982, ¿de qué foto se siente más orgulloso? Después de toda una vida dedicada a la fotografía periodística, es muy difícil acordarme de todos mis trabajos. Sí que hay un reportaje del que quede muy satisfecho por la repercusión que tuvo: fue cuando estuve en los campamentos de los refugiados saharauis en Tinduf (Argelia). Satisfecho porque fue un trabajo muy duro en todos los sentidos: físico y mental. Me impresionaron las condiciones en las que me vi conviviendo con esas personas, a quienes les faltaba lo más esencial de la vida, tirados en medio del desierto, en unas condiciones nada humanas. La verdad es que, en esas circunstancias, uno se siente impotente y es donde te das cuenta de lo bien que vivimos y lo poco que ayudamos a las personas que están tan necesitadas. ¿Cuál te ha resultado más difícil? Aquella que no olvidas. Difíciles son casi todas las fotos que hace un fotoperiodista, porque cada instantánea debe estar bien estéticamente y que la imagen tenga toda la información del evento que has tenido que cubrir, o al menos lo más significativo. Eso no es fácil. De todas maneras, las que para mí han tenido siempre más dificultad han sido las fotos de sucesos, tragedias, tribunales etc. Ha realizado viajes por todo el mundo fotografiando mundiales y eurocopas de fútbol, olimpiadas y visitas oficiales a otros países de los Reyes de España, presidentes de gobierno y ministros. Y no dudó en poner su cámara al servicio del Cottolengo, ¿qué puede decirme de su paso por esta casa? La visita al Cottolengo me hizo reflexionar, y bastante, sobre la labor totalmente anónima y humanitaria tan impresionante que realiza el personal del centro junto a los voluntarios. Lo dan todo por nada, y a los que reciben esas atenciones –que no tienen nada en la vida-, se les ve el gesto de agradecimiento por lo que están haciendo por ellos. Gran labor la que hacen. Me gustaría que algún día el Cottolengo y centros similares, desaparecieran de la faz de la tierra, sería la señal de que todo el mundo viviría feliz, con sus familias y sin necesidades.