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«Un cambio de párroco es un momento de gracia»

Publicado: 13/09/2012: 2176

Septiembre en algunos ámbitos de nuestro entorno es un mes de cambios: acaban las vacaciones y volvemos al ritmo normal de nuestros días marcados por el trabajo y las responsabilidades; los niños y los jóvenes inician el curso escolar; en muchos de nuestros pueblos, en estas fechas, la vendimia de la uva somete a las familias a un trabajo extra en el que participan todos sus miembros e incluso las largas tardes de verano han cambiado, acortándose paulatinamente, casi sin darnos cuenta.

También en nuestras parroquias éste es un tiempo de mayor actividad pues se retoman las catequesis con los niños, jóvenes y adultos, se multiplican las reuniones para programar el nuevo curso y los feligreses que marcharon de vacaciones ahora vuelven y se incorporan a las celebraciones de la Eucaristía.

En algunas de las parroquias, también en septiembre, se produce un cambio que siempre genera sentimientos encontrados: cambian al párroco; unas veces por sorpresa, otras por jubilación y en algunos casos porque al sacerdote se le ha pedido que amplíe conocimientos y retome los estudios. 

Desde mi experiencia de vicario episcopal a la hora de plantear el cambio de parroquia o actividad a algún hermano presbítero siempre he descubierto en todos ellos con sorpresa y alegría, profundas motivaciones evangélicas: su disponibilidad para el servicio a la Iglesia, su sentido de obediencia al Obispo de quienes se consideran colaboradores, desapego total a los cargos y parroquias donde han trabajado y deseos de servir al pueblo de Dios, ya que fueron ordenados para este ministerio. 

Evidentemente todo cambio supone un gran esfuerzo personal y genera una gran dosis de inquietud, pues la tarea de ser pastor de una comunidad parroquial conlleva una entrañable relación con las personas que a veces es difícil de superar y engendra dolor cuando hay que cambiar a otra realidad. 

No sólo los sacerdotes viven este cambio con una gran carga emotiva sino también para los feligreses y especialmente los más comprometidos con la parroquia es un momento que pone a prueba su fe y su pertenencia a la Iglesia, sobre todo si el sacerdote lleva muchos años sirviendo a la comunidad. Por ello es bueno que ante el cambio de un párroco tengamos en cuenta varias actitudes cristianas:

- Acción de gracias al Señor que sostiene y alienta el trabajo de los operarios de su mies. 

- Reconocimiento explícito al sacerdote por el trabajo pastoral realizado en la comunidad. 

- Acogida plena y sincera al nuevo presbítero que envía el obispo para atender a la parroquia. 

- Disponibilidad para seguir colaborando en las tareas pastorales en las que se estaba implicado.

- Apertura al Espíritu que pueda traer aires de renovación con el cambio del sacerdote. Sin duda un cambio de párroco siempre es un momento de gracia, un "kairos", tanto para el presbítero que le exige remover y actualizar sus motivaciones sacerdotales, como para los seglares que les puede ayudar a vivir la comunión eclesial con mayor profundidad. Si nos ha tocado este año cambio de párroco, ¡a vivirlo desde la fe!

Antonio Collado es Vicario para la promoción de la fe y Delegado del clero

Autor: Antonio Collado, Delegado del clero

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