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Madre Teresa, una de las grandes misioneras del siglo XX

Publicado: 06/09/2012: 4162

En estos días, el mundo celebra la fiesta de la beata Teresa de Calcuta, mujer santa de la Iglesia católica, a la espera de esa declaración, por el Santo Padre, cuando por su intercesión se realice un segundo milagro, según dispone la normativa canónica al respecto.

Madre Teresa no tiene prisa, durante toda su vida fue extremadamente cuidadosa y obediente a las disposiciones eclesiásticas y nunca quiso faltar a esto. La obediencia como manifestación del sereno cumplimiento de la voluntad de Dios y la perseverancia como manifestación clara, de lo que Dios le solicitaba, demostraban su fortaleza.

La confianza en la providencia divina y en el cuidado de la Virgen María, junto a la Santa Misa, oración y adoración eucarística, conformaron en nuestra querida madre, una fe inquebrantable a pesar de los años de oscuridad y soledad espiritual que vivió, fiel a su amor a Dios y a su promesa de servir a los más pobres de entre los pobres.

Nada quería para ella, sus propiedades como las de las hermanas, se centraban en 2 saris, unas sandalias, un rosario y un crucifijo cerca del corazón, su vocación le indicaba ser pobre para servir a los pobres.

SU VIDA

Gonxha Bojaxhiu, la futura madre Teresa de Calcuta, nació en Skopje (Albania) el 26 de Agosto de 1910. A la edad de 18 años, viajó a Irlanda para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María (más conocido como las Hermanas de Loreto). Después de algunas semanas en Irlanda, Gonxha - ya conocida como Hermana Teresa - fue enviada a la India donde hizo la profesión de los primeros votos en 1931 y la profesión perpetua en 1937. Pasó 18 años en la Escuela de Loreto de Calcuta, primero como profesora y posteriormente como directora.

El 10 de septiembre de 1946 durante un viaje en tren de Calcuta a Darjeeling, la Madre Teresa recibió una “inspiración”, que ella más tarde explicó como una “llamada dentro de una llamada”. La sed de Jesús por amor y por las almas se manifestó tan claramente que desde aquel momento un deseo ardiente de saciar "Su Sed" tomó completa posesión de su corazón. Mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de que existiesen “víctimas de amor” que “irradiasen Su amor sobre las almas”. Él reveló su dolor por la manera en que los pobres eran descuidados, su pena por ser ignorado por ellos y su anhelo - Su Sed - por el amor de ellos. Le imploró: “Mi pequeña, ven; ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven, sé mi Luz. No puedo ir solo. Ellos no Me conocen y, por lo tanto, no Me quieren. Tú, ven, ve entre ellos. Llévame contigo en ellos. Cuánto deseo entrar en sus agujeros, en sus oscuros e infelices hogares”.

Jesús pidió a la Madre Teresa que iniciase una congregación religiosa que se llamaría “Misioneras de la Caridad”, dedicada al servicio de los más pobres de entre los pobres. La Sociedad de las Hermanas de la Caridad fue establecida oficialmente en la arquidiócesis de Calcuta el 7 de Octubre de 1950.

Toda la vida y la obra de la Madre Teresa reflejaron la alegría de amar a Dios y al prójimo, especialmente a los más necesitados, los más pobres de entre los pobres. Su respuesta a la petición de Jesús “Ven, sé mi Luz”, hizo de ella un símbolo de compasión en el mundo y un testigo viviente del amor de Dios. Su vida demostró al mundo la grandeza y la dignidad de cada persona, el valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y gran amor, y el valor inestimable de una íntima unión con Dios.

El 5 de Septiembre de 1997, la vida terrena de la Madre Teresa llegó a su fin. Dos días más tarde, el Papa Juan Pablo II la describió de esta manera: “Tengo un vivo recuerdo de su figura diminuta, doblada por una vida gastada en el servicio de los más pobres entre los pobres, pero siempre llena de una inextinguible energía interior: la energía del amor de Cristo. Misionera de la Caridad, esto es lo que la Madre Teresa era, de nombre y de hecho”.

En verdad, su misión de caridad y su gran fama de santidad atrajo grandes multitudes a su funeral, haciendo inmediatamente de su tumba un lugar de peregrinación y de oración para gentes de toda condición, credo y clase social.

Sólo seis años después de su muerte, el 19 de Octubre de 2003, el Papa Juan Pablo II beatificó a la Madre Teresa en la plaza de San Pedro. En su discurso a los peregrinos, el Santo Padre se refirió a ella como “una de las más grandes misioneras el siglo XX”. El Papa destacó que había sido su relación con Dios, alimentada por la oración, la que había inspirado todas sus obras, y la que hizo que su misión fuera tan fecunda en el mundo. En el centro de ésta íntima relación con Dios estaban escritas las palabras de Jesús en la cruz: “¡Tengo sed…! (Juan 19, 28). «Saciar la sed de amor y de almas de Jesús en unión con María, la Madre de Jesús, dijo el Papa, se convirtió en el único objetivo de la existencia de la Madre Teresa, y en la fuerza interior que la impulsaba y la hacía superarse a sí misma e "ir deprisa" a través del mundo para trabajar por la salvación y la santificación de los más pobres de entre los pobres». Su elección de servir humildemente a los más pobres de entre los pobres hizo revivir el Evangelio del Amor. Con sus palabras y acciones, la Madre Teresa tocó el corazón tanto de creyentes como de no creyentes, cruzando barreras de clase, religión, cultura y nacionalidad. Su vida se convirtió en un signo de que “Dios todavía ama al mundo hoy”. Su secreto era sencillo: ella permitió que Jesús tomase completa posesión de su vida, para que así Él pudiese actuar en ella y a través de ella.

La Familia Misionera de la Caridad, fundada por ella a lo largo de los años, comprende la Congregación de las Misioneras de la Caridad, Activas y Contemplativas, los Hermanos Misioneros de la Caridad, Activos y Contemplativos, los Padres Misioneros de la Caridad, sacerdotes con el Carisma de Madre Teresa, los Laicos Misioneros de la Caridad dedicados a santificar y servir a sus familias y a los más Pobres de entre los Pobres, el Movimiento Corpus Christi de sacerdotes diocesanos que siguen a Madre Teresa igualmente, en las Diócesis donde ejercen su ministerio. No olvidamos a los colaboradoes y sufrientes que con su ayuda y ofrecimientos, son fundamentales en la familia misionera de la caridad.

Nos faltará tiempo para dar gracias a Dios, por la entrega al servicio de los más desfavorecidos, de tantas personas católicas o no, gracias al ejemplo de la Beata Teresa de Calcuta, que servía a Jesús en los pobres.

EN MÁLAGA

En Málaga existe un Grupo de Laicos Misioneros de la Caridad (LMC), que obedeciendo la Voluntad de Dios, realizan su actividad según los Estatutos que les rigen y actualmente están acogidos en la Parroquia Nuestra Sra. de los Ángeles de Málaga,en Miraflores de los Ángeles. Forman parte de la Familia de los Misioneros de la Caridad desde que el Movimiento LMC fue Co-Fundadado en 1984 por la Beata Teresa de Calcuta y el Padre Sebastián Vazhakala, Superior de los Misioneros de la Caridad Contemplativos.

Desde entonces y tras los primeros 4 LMCs que profesaron sus Votos en Roma en 1984, hoy se encuentran extendidos por casi todo el mundo, con la misión primera de santificarse y santificar sus familias y servir igualmente a los más necesitados, tal y como quería Madre Teresa, Familias Santas, “la familia que reza unida permanece unida”, decía ella.

En Málaga se formó el grupo hace unos 5 años.

Cada día, de forma individual realizamos la Liturgia de las Horas, Laudes y Vísperas sobre todo, asistimos a la Santa Misa y rezamos el santo Rosario, teniendo actividades que varían según las circunstancias de cada Grupo , sin faltar Retiro Anual Nacional y las reuniones cada semana o 15 días, para Formación, estudio de los Estatutos y Oración y Adoración al Santísimo en grupo. Cierto es que cuando en alguna ciudad existe alguna Casa de Religiosos Misioneros o Misioneras de la Caridad, es allí donde se centra nuestra labor ayudando en lo que se pueda colaborar, sin descuidar a nuestros más próximos, ni otras actividades que la Providencia nos designe.

Recemos porque Dios facilite la venida de las Hermanas o hermanos a nuestra ciudad, pero mientras tanto, los tiempos de Dios, que no son los nuestros, realicemos el servicio que podamos; bien dicen las Hermanas que nosotros llegamos muchas veces a donde ellas no pueden llegar y hacemos lo que ellas no pueden hacer, y así se va cumpliendo la Voluntad de Dios en todo momento, siendo fieles a la Vocación recibida y con total disponibilidad para lo que Él nos pida.


 

Autor: Miguel Martínez Galindo

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