La Biblia, Palabra de Dios, junto con la eucaristía, es el valor supremo, por su calidad de normativa de la conducta del cristiano. Nos dice que al único que hay que adorar es al Dios verdadero, lo que es incompatible con el amor a los ídolos del dinero y del poder. Nos manda que nos amemos, como Cristo nos amó, hasta dar la vida por los demás. El distintivo de los cristianos es el amor práctico concretado en la acción caritativa y en el servicio. Los cristianos somos unos expropiados, siempre dispuestos y disponibles para servir.

Sin amor y sin servicio (ley constituyente de la Iglesia), todo se reduce a la nada. Por eso tenemos que hacer de la Biblia el libro de texto y de oración diaria. ”Leed la Biblia, porque en ella encontraréis todo lo que hay que practicar, pues es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier otro alimento” (S.Agustín), y también porque es la “fuente límpida y perenne de la vida espiritual” (Conc. Vat.II). El papa Pablo VI decía que los nuevos cristianos se han de distinguir por una espiritualidad más Bíblica.