La realidad es que la devoción a Álvaro del Portillo se halla muy extendida entre los malagueños: una de las cosas que más ha llamado la atención al preparar su beatificación es la cantidad de personas que, sin tener contacto alguno con el Opus Dei, tienen devoción al nuevo beato. Se trata, ciertamente, de un fenómeno habitual en la Iglesia, pero que siempre alegra comprobar: la devoción a los santos y beatos trasciende a las instituciones y cala entre todo el pueblo cristiano. Personalmente no me extraña que los malagueños, que por algo tenemos fama de emprendedores y abiertos, hayamos congeniado particularmente con este ingeniero y sacerdote de talante universal.

Quizá algo que sepan menos malagueños es que Álvaro del Portillo tenía una particular devoción a nuestra patrona, la Virgen de la Victoria, probablemente inculcada por San Josemaría: consta que animaba a acudir a esta advocación malagueña como modo de superar las dificultades y derrotas en la vida cristiana.