Sin provisiones

Las lecturas de este domingo nos invitan a vivir una aventura que rejuvenece. Y es que empieza con la lectura de Isaías que lanzó a Teresa de Lisieux a velas desplegadas por los mares de la confianza y el abandono.

Cómo es posible que en una época en que el cielo había que ganarlo a punta de espada, el Espíritu Santo suscitara en una jovencita ese concepto tan claro sobre Dios Padre y ese atajo por el que se llega a sus brazos: permanecer niños. He ahí el reto. Pero Isaías lo dice claro: “Como un niño en el regazo de su madre, a quien su madre consuela...” Qué niño desde ahí no es audaz, qué niño se preocupa de si a su madre se le olvidará la vacuna de los seis meses.

Desde esa postura, se puede ir sin provisiones, caminando entre lobos, porque solo tiene que charlar con Él de corazón a corazón, disfrutar de su ternura, sentir cómo pasa a través de nosotros su poder, sin que esto nos enorgullezca. Es tan evidente que somos tuberías por donde pasa su gracia ¡y da igual la herrumbre que tengas! Nuestro único cometido será contar la experiencia de la gratuidad, la sanadora proximidad del Reino. Sin provisiones, como el pueblo de Israel esperaba el maná cada mañana.

Sacudiendo el polvo de nuestras sandalias para que el peso del fracaso no nos paralice. Portadores de un valioso cargamento: la paz. Si luchamos contra la trampa de la autosuficiencia, nadie nos arrebatará de los brazos del Padre.