NoticiaComunicación Una buena noticia para el periodismo Rafael Salas, en el centro, acompañado por la Junta Directiva de la Agrupación de la Prensa Publicado: 02/12/2016: 8135 Artículo de Rafael Salas Gallego, presidente de la Asociación de la Prensa y del Colegio de Periodistas de Málaga, ante la publicación del número 1.000 de la revista DiocesisMálaga. Hacer una revista periódica, cimentada en unos valores tan importantes como son los cristianos, la paz, la solidaridad, el diálogo, la familia y llegar al número mil sin haber sucumbido en el intento, es una buena noticia para el mundo cristiano pero también para el periodismo en general. Pero si es que además esa publicación está bien hecha por un grupo de profesionales, la mayoría procedentes de la Facultad de Comunicación de la UMA como es el caso de DiócesisMálaga, la noticia es ya excelente. La magia de los números redondos, es este caso el 1.000, nos lleva a fijarnos en algo que es cotidiano, que se viene haciendo permanentemente, en una labor concienzuda y sin alharacas. Y no está mal por ello que nos detengamos a mirar lo que se está haciendo en una revista de tipo social, órgano de comunicación de la Delegación Diocesana de Málaga y también felicitar a su redacción, trabajadores y colaboradores en general por su buen trabajo. Y aprovechando la oportunidad que me brinda esta revista quiero hacer una reflexión sobre el periodismo que estamos haciendo hoy día. Cuando empecé en esto del periodismo contaba con muy pocos años. Casi desde la infancia, era aficionado a emborronar cuartillas con lo primero que se me venía a la cabeza. Cuartillas que algunas veces me dieron alegrías y otros disgustos. Porque tenía la manía de contar las cosas que veía tal como eran y entonces eso disgustaba a mis padres, a mis maestros y a los padres de mis amigos. Las contaba escribiéndolas o las contaba simplemente diciéndolas. Lo importante en aquella infancia de pueblo era contar cosas, sin pensar nunca que algunas de esas cosas no se podían decir. Niño eso no se dice, niño eso no se cuenta. Me vi por ello involucrado más de una vez en broncas familiares como cuando a un albañil que hacía unas obras en mi casa le hice una crónica perfecta de lo que mi padre pensaba de él, que no era nada bueno. Cuando terminé de contar la historia tuve que salir huyendo de casa a la calle para evitar la ira de mi padre. O aquel señor mayor que me explotó un globo un día con su cigarro y lo perseguí por todo el pueblo informando a todo el mundo que era un “explotaglobos”, lo que también suscitó una indignación del susodicho. Entonces eran tiempos de inocencia y las cosas eran como eran sin darle más vueltas. Pero vinieron los años y uno empezó a darse cuenta de que lo que uno contaba tenía consecuencias y aún más cuando se decían en público. Pero aquel vértigo me gustaba: el vértigo de contar la verdad. Luego poco a poco apareció lo que llamamos autocontrol, que no es otra cosa, que tamizar lo que vamos a decir porque puede tener unas consecuencias indeseables o perjudiciales para los otros y para nosotros. Algo que ver con la responsabilidad, que ya no me ha abandonado nunca. Yo quería ser periodista por encima de cualquier circunstancia y despacio, pero de forma contundente, fui descubriendo muchos límites a la hora de contar las cosas ,que tenía su razón en que había otros que podían verse afectados gravemente por lo que yo contara, porque a veces la verdad que yo creía no era realmente toda la verdad, porque había intereses que yo desconocía y entonces poco a poco me fui dando cuenta de lo que hoy, después de tantos años, siempre digo: el periodismo no es ni puede ser un espejo. Hoy, sin embargo, una parte muy ruidosa de la sociedad parece volver a hacer aquello de contar las cosas impulsivamente. Una legión de tuiteros, de solvencia desconocida en muchos casos, van contando por las redes sociales lo primero que ven, sin interpretarlo, sin saber qué es realmente lo que están viendo y a continuación otra legión similar va difundiéndolo sin ningún tamiz, sin ninguna contrastación, sin encomendarse más que a la instantaneidad de lo que están viendo. Si todo quedara en ese mundo de esas redes no pasaría nada, pero ocurre que lo trasciende y se convierte en pseudonoticias que corren como la pólvora haciendo más daño que beneficio. Es lo que erróneamente se ha venido en llamar “nuevo periodismo” o “periodismo ciudadano”. Informaciones sin contrastar, sin fuentes creíbles, con la falta de profundidad de la inmediatez. El periodista Pedro de Alzaga, autor del libro “La palabra escrita” dice: “En una nueva situación en la que la información está al alcance de muchos, en la que se ha extendido la idea de que el periodismo es algo que puede hacerse en las horas libres y que el periodista no tiene sentido desde el momento en que “cualquiera puede escribir y por tanto hacer periodismo”, parece especialmente importante que los propios artesanos de este oficio reivindiquen su trabajo como expertos de la información en un nuevo escenario de información. Simplemente, expertos en seleccionar y elaborar información en un mundo saturado de información” Las redes sociales no son periodismo, como algunos se han apresurado a llamarlo, en todo caso pueden ser una fuente para el periodista. El periodismo es un trabajo de interpretación, de selección, de elaboración y manufacturación de un hecho ocurrido y el resultado de todo ese trabajo bien hecho es la noticia periodística. En el trabajo de un periodista frente a unos acontecimientos hay una labor profesional concienzuda y de mucha más profundidad que la inmediatez de un tuit. Las redes son una forma de encontrar, comunicar y difundir informaciones. Son una fuente para los periodistas y para los medios de comunicación pero no son medios de comunicación. Otro error que se comente con las redes sociales es confundirla con la opinión pública, cuando es en realidad la opinión publicada, que es esencialmente distinto. Muchos políticos confunden esto y acaban creyendo que cuando esa legión de tuiteros opinan de una manera es así como opinan todos los ciudadanos y luego les pasa lo que les pasa, que los votos que obtienen en los comicios no tiene nada que ver con lo que ellos han creído ver en las redes. Estas han creado su propio mundo y creer que lo que se dice en ellas en lo que piensan todos los ciudadanos de un país o de una comunidad hoy por hoy es un craso error que algunos ya lo han pagado en las urnas. Cuando se dice “las redes echan humo” parece que un asunto está claro y que ya no hay más discusión porque lo dicen las redes. Pero se trata de un micro o de un cosmos un tanto endogámico que se retroalimenta y que no es necesariamente el espejo de la realidad social en toda su amplitud, por eso los que sólo confían en ella cometen fallos estratégicos. En fin, muchos vuelven a lo que yo hacía de niño: contar las cosas a la primera sin pensar en sus consecuencias y por eso algunos, incluso, se han tenido que sentar en el banquillo para entendérsela con la Justicia. Otros cuentan cosas que no son y algunos, de la política y del periodismo, éstos últimos llevados por la ansiedad patólogica de la inmediatez, han cometido fallos estrepitosos. Porque muchas veces la banalización de la información, en este caso a través de las redes puede crear un efecto fantasma de la realidad. No hay que olvidar lo que dice Lorenzo Gomis, un gran experto en comunicación social: “Los ciudadanos no tienen una imagen de la realidad, tienen una imagen periodística de la realidad”. Las redes sociales deben tener el sitio que les corresponde y su utilización en su justa medida. Llevarla más allá, como sustituir al periodismo, es un error que banaliza la información, le resta profundidad y credibilidad, que son justamente los valores del periodismo que no se deberían perder nunca. Y termino reiterando la buena labor de los periodistas que actualmente trabajan para hacer posible esta revista y de todos aquellos que con tesón y buen hacer, han mantenido y mantienen ininterrumpidamente una publicación especializada muy necesaria para una comunidad cristiana que tiene aquí su órgano de comunicación y un nexo más en una forma de entender la vida y de vivirla. Enhorabuena. Que cumpláis otros 1.000 más con la misma profesionalidad y rigor que habéis cumplido estos. Rafael Salas Gallego Presidente de la Asociación de la Prensa y del Colegio de Periodistas de Málaga