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«Los magos, buscadores de Dios, testigos de la fe»

Publicado: 04/01/2013: 3491

En este Año de la fe los Magos de Oriente son testigos de cómo hemos de vivir la propia fe, la llamada del Señor, el sentido de la vida. Son un icono de los buscadores de Dios que a lo largo de la historia se ponen en camino. Eran hombres que “miraban al cielo”, acostumbrados a elevar la mirada, es decir, contemplativos que descubren la estrella, la luz que les ilumina sus corazones y les llena de esperanza. Sintieron el gozo de la revelación de Dios y se dejan guiar por la estrella, símbolo de la vocación. Su camino no fue fácil.

Estuvo lleno de contrariedades y de momentos de obscuridad en los que desaparece la luz de la estrella. Situaciones que les provocarían tentaciones de desánimo, ganas de dejarlo todo y volver atrás, dudas. Sin embargo, la fuerza de la fe les lleva a superarlo todo y encontrar al Niño Dios en los brazos de María, su madre.

Esto les reconforta, les llena de inmensa alegría, de manera que dan por bien pagado toda la travesía del desierto y la fría experiencia de Jerusalén. Ha valido la pena todo el esfuerzo para poder ver al Señor. Y, de nuevo, es la fe la que les hace superar el desconcierto de que el rey que esperaban encontrar es el ser más pobre, tierno y humilde que existe en la tierra. La estrella de la fe es la que hace ver las cosas desde la luz y manera de pensar de Dios. Sin ella no atinamos.  Ante Jesús se postran y le adoran. Le ofrecen sus dones: oro, incienso y mirra, expresión de la donación de sus vidas a los pies del Señor. Búsqueda, encuentro, adoración, hermoso programa de vida.

El Papa Benedicto XVI afirma que Europa nació del deseo de ver a Dios. Este deseo y la estrella de la fe es lo que da sentido a nuestra vocación cristiana. También nosotros debemos adoptar una postura de adoración ante la presencia de Jesús en la Eucaristía y en los pobres.   Ofrezcamos oro, es decir el hacer las cosas de la vida con mucho amor. Y si no tenemos oro, pongamos al menos incienso que es la oración. Y ofrezcamos también la mirra, lo que nos amarga en la vida. Ofrecer la mirra, luego el incienso y, desde ahí, el oro.   Y la llegada de los Magos, oriundos de diversos lugares nos hace ver que Jesús no ha venido solamente para el pueblo judío sino para salvar a toda la humanidad. Su camino no tiene fronteras ni muros que separan los pueblos. Todos somos llamados a la fe, a recibir el Evangelio, a poder rendir nuestro homenaje al Señor. ¡Celebremos, pues, con gozo nuestra fiesta, la Epifanía, la manifestación del inmenso amor de Dios! 

Autor: Francisco González

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