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Amor profundo de Dios

Publicado: 16/11/2015: 3583

La figura emblemática del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37) que ilustra la portada de la publicación de las Prioridades Pastorales forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo que Dios tiene por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor.

También la actitud de misericordia. Pero además, con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), Cristo señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás.

Especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con Él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos. Como recordaba Benedicto XVI: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Enc. Spe salvi, 37).

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