NoticiaColaboración La emigración en el proceso de construcción de Europa Publicado: 15/05/2014: 11033 El 25 de estamos llamados a participar en las elecciones al Parlamento Europeo. Juan Pablo II pedía en “La Iglesia en Europa” un esfuerzo por construir una sociedad digna del hombre. No basta con emitir un voto. Tenemos que implicarnos en la construcción europea aportando lo más valiosos que poseemos, Jesucristo y su Evangelio. \"Hay que exigir a la Unión Europea que aborde con urgencia los problemas de la emigración\" Somos conscientes, como ha dicho el papa Francisco, que “La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha”. El encuentro con Jesucristo cambia la forma de mirar la realidad, con ella se trata de descubrir la suerte de aquellos con los que Cristo se ha identificado (Mt 25,40). Modifica nuestros criterios de juicio, no se puede asumir la lógica de un sistema económico que absolutiza el mercado y busca el máximo enriquecimiento. En “La Alegría del Evangelio” se expresa con claridad: no a la economía de la exclusión, ni a la nueva idolatría del dinero que conducen a la cultura del descarte, que se manifiesta en ciertos sectores de nuestra sociedad, pero que muchos pueblos la padecen con mayor radicalidad obligando a numerosas personas a emigrar en busca de unas condiciones de vida más dignas. El encuentro con él empuja a la acción. Hay que exigir a la Unión Europea que aborde con urgencia los problemas de la emigración. Es un tema complejo que requiere la acción coordinada de la UE y los países de procedencia. Una tarea que debe plantease a tres niveles: promover el desarrollo económico, social y político de estos pueblos. Actuar en las fronteras donde, como han pedido los obispos europeos, se requiere el trato humano y el respeto de los derechos de los inmigrantes. Por último, en los países de destino, promover la cultura de la acogida reconociendo su dignidad, suscitando la solidaridad con los más débiles y apreciando las riquezas que nos aportan. «Europa no puede encerrarse en sí misma. No puede ni debe desinteresarse del resto del mundo; por el contrario, debe ser plenamente consciente de que otros países y otros continentes esperan de ella iniciativas audaces, para ofrecer a los pueblos más pobres los medios para su desarrollo y su organización social, y para construir un mundo más justo y más fraterno» (EE 111).