NoticiaColaboración Carta abierta de una profesora Publicado: 30/04/2014: 13009 Mayo aparece con la luz y la fragancia de un mes que tiene una verdadera estrella para los cristianos. Son 31 días donde la Virgen tiene un protagonismo muy especial. Atrás queda la imagen implorante de la Madre que entrega a su Hijo por amor a los demás. En pocos días todo ha cambiado, Jesús ha resucitado y esa alegría se hace manifiesta en los rostros de las imágenes de Nuestra Madre. Las lágrimas se transforman de tristeza en gozo, de desesperación en verdadera esperanza, de angustia en profundo amor, de llanto en alegría, de oscuridad en luz, de muerte en vida. Los colores recobran una enorme intensidad, el negro se desvanece para dar paso a las tonalidades del arco iris, colores con fuerza renovada que se apoderan de la oscuridad. María es la Virgen de la mañana eterna, del Cristo Resucitado, es el don de la Pascua. Un mes de mayo que abre las ventanas para recibir la frescura de la fragancia, del espíritu que se renueva. Es el tiempo para dar gracias a la Madre de todos, es el momento de sentirnos afortunados por nuestra Fe porque tenemos el modelo de María, es el tiempo de contemplar la grandeza del Señor en los ojos de Ella. María llena de Gracia, recibe a los pies los deseos, las flores, las alegrías, las ilusiones de todos los que nos acercamos a Ella. Flores llenas de amor, en cada pétalo una caricia a ese rostro que se muestra plena de ternura. Es el tiempo del canto gozoso, del rezo con el corazón alegre... Es el tiempo del culto radiante de luz y color. Para los cofrades es un tiempo de Gracias. Ante Ella depositamos nuestro trabajo, miramos con profunda veneración a la Madre de Dios que siempre nos sirve de modelo. Ella es la que ama sin mesura, cree sin límite, la que nunca abandona, la que permaneció al pie de la Cruz y con los brazos abiertos sigue esperándonos y ante Ella revisamos nuestra manifestación pública de Fe, depositamos nuestras propuestas de mejoras, nuestras ilusiones renovadas y reafirmamos nuestros compromisos como cristianos y cofrades. Ponemos como centro de nuestras vidas a la Madre, abrimos nuestros corazones a la humildad aceptando nuestras limitaciones y errores, intentando mejorar y seguir su ejemplo de entrega. En el mes de María, las flores cobran un protagonismo especial, los altares de la Virgen se llenan de flores, todas son pocas para Ella. Así nos gusta verla. Los colores de las sayas dan luz a los altares, nuestra manera de hablar con Ella se transforma, se hace más espontánea, sencilla y cercana. Entendemos mejor el mensaje de Jesús cuando nos ponemos a los pies de la Madre.