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Santa María Madre de Dios (Catedral-Málaga)

Publicado: 01/01/2013: 9004

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga con motivo de la fiesta de Santa María Madre de Dios en la Catedral de Málaga el 1 de enero de 2013.

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

(Catedral-Málaga, 1 enero 2013)

 

Lecturas: Nm 6, 22-27; Sal 66, 2-3.5-6.8; Gal 4, 4-7; Lc 2, 16-21.

La Madre de Dios
 


1.-La liturgia de la Iglesia nos ofrece, en este primer día del año, la contemplación de la maternidad de María, Madre de Dios. El año nuevo comienza bajo la mirada maternal de María, la Madre de Jesús, la bendita entre todas las mujeres. Ella dio a luz al Enmanuel, el “Dios-con-nosotros”, el Niño nacido en Belén, que recibió el nombre de Jesús: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley» (Gal 4, 4).

Celebramos hoy la octava de Navidad. Se trata de una fiesta de Nuestra Señora, que tiene por objeto honrar su maternidad divina con gran solemnidad; el objetivo principal de esta fiesta es la maternidad virginal de María, contemplada a la luz de la Navidad. Esta fiesta del primero de enero es, sorprendentemente, la celebración más antigua en honor de Nuestra Señora en la liturgia romana.

Las antífonas, que exaltan la maternidad divina de María, están tomadas del antiguo oficio y han sido utilizadas durante varios siglos. He aquí un bello ejemplo, tomado de Laudes: “La madre ha dado a luz al rey, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya”.

El misterio de la maternidad divina de María es la base, donde se fundamentan las demás fiestas litúrgicas marianas. La Inmaculada Concepción contempla a María como futura Madre del Verbo encarnado; Dios la eligió, para preparar una digna morada para su Hijo y la quiso sin mancha de pecado, en previsión a que iba a tener en su seno al Hijo de Dios. Y la fiesta de la Asunción es la consecuencia de la maternidad de María, pues no era conveniente que el “Tabernáculo de Dios” sufriera la corrupción.
 

2.- En la tradición oriental los concilios de Éfeso y de Calcedonia defendieron el título de “Madre de Dios” (Theotokos) aplicado a María, que los padres griegos le atribuyeron ya en el siglo III. En Occidente María fue venerada de forma similar como “Madre de Dios” (Dei Genitrix o Deipara). En el antiguo canon romano es conmemorada como la “siempre virgen, madre de Jesucristo nuestro Señor y Dios”.

“El tiempo de Navidad –como decía el papa Pablo VI– constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de Aquella ‘cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador’ (Misal Romano); efectivamente, en la solemnidad de la Natividad del Señor, la Iglesia, al adorar al divino Salvador, venera a su Madre gloriosa; en la Epifanía del Señor, al celebrar la llamada universal a la salvación, contempla a la Virgen, verdadera sede de la Sabiduría y verdadera Madre del Rey, que ofrece a la adoración de los Magos el Redentor de todas las gentes (cf. Mt 2, 11); y en la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava de Navidad), escudriña venerante la vida santa, que llevan en la casa de Nazaret Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, María, su Madre, y José, el hombre justo (cf. Mt 1,19)” (Marialis cultus, 5).

Además de su función como Madre de Dios, María desempeña su maternidad espiritual respecto de la humanidad. Como Eva fue la “madre de todos los hombres” en el orden natural, María es madre de todos los hombres en el orden de la gracia. Al dar a luz a su Hijo primogénito, también da a luz espiritualmente a aquellos que están incorporados a Él por el bautismo y se convierten en miembros y hermanos suyos. Jesucristo es el Primogénito (cf. Col 1, 18) entre muchos hermanos, la Cabeza de la humanidad redimida (cf. Ef 4, 15), el representante de la humanidad, que une todas las cosas en Él.

3.- Cada año nuevo, que comienza, queridos hermanos, trae consigo la esperanza de un mundo mejor. Todos nos deseamos lo mejor en estas fiestas; todos queremos que este nuevo año nos traiga felicidad, aunque cada uno la entienda y la busque de modo diverso. También los cristianos deseamos para toda la humanidad la paz de Dios, la concordia entre los hombres, la consecución de las mejores aspiraciones y proyectos, y el deseo de una vida próspera y feliz para todos.

El papa Benedicto XVI dirige este año su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que hoy celebramos, inspirándose en las palabras de Jesucristo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Constata que existen numerosas iniciativas de paz, que enriquecen el mundo, atestiguando la vocación innata de la humanidad hacia la paz. “El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios” (Mensaje, 1).

4.- El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca el bien del otro y el bien de su propia alma. “Por eso, la Iglesia está convencida de la urgencia de un nuevo anuncio de Jesucristo, el primer y principal factor del desarrollo integral de los pueblos, y también de la paz. En efecto, Jesús es nuestra paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación (cf. Ef 2,14; 2Co 5,18)” (Ibid, 3).

Todos estamos llamados a trabajar por la paz, tanto las personas como las instituciones. Construir el bien común es trabajar para obtener la paz. Y “el camino para la realización del bien común y de la paz pasa ante todo por el respeto de la vida humana, considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural (…). Quien quiere la paz –dice el papa Benedicto– no puede tolerar atentados y delitos contra la vida” (Ibid., 4).

Otros campos en los que es necesario trabajar por la paz son: la defensa de la familia y del matrimonio, el derecho a la objeción de conciencia, la libertad religiosa, el derecho al trabajo, la justicia social, el desarrollo de una economía sostenible. Como vemos, la paz toca todas las dimensiones del ser humano. Pidamos al Señor que en este año, que hoy comienza, nos regale su paz y nos permita colaborar con Él para alcanzarla.
5.- Estamos celebrando los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II. En expresión del papa Benedicto XVI el comienzo del Concilio fue un día espléndido y explica las razones (cf. Benedicto, Fue un día espléndido, Castelgandolfo, 2.08.2012).

En 1931 el papa Pío XI había dedicado el día primero de enero a la fiesta de la divina Maternidad de María, para conmemorar el 1500 aniversario del concilio de Éfeso (431), que había reconocido solemnemente a María ese título, con el fin de expresar así la unión indisoluble de Dios y del hombre en Cristo.

El papa Juan XXIII había convocado el Concilio con la intención de encomendar la gran asamblea eclesial a la bondad maternal de María, y de anclar firmemente el trabajo del Concilio en el misterio de Jesucristo. Este Papa inició el Concilio el día en que se celebraba en aquella época la fiesta litúrgica de la maternidad de la Virgen María. Estas providenciales coincidencias nos ayudan a profundizar la hermosa fiesta de la maternidad de la Virgen.

Pedimos a la Santísima Virgen Madre de Dios, que prolongue su maternidad sobre cada uno de nosotros y nos cuide como hijos queridos. ¡Que el Señor os conceda a todos el don de su Paz y de su Amor en este año nuevo 2013, que hoy comenzamos! Amén.

 

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