Hoy comienza para los cristianos el Adviento, primer período del año litúrgico. Tiempo de despertar, de prepararnos para la llegada de Cristo. Pero ¿realmente somos conscientes de que necesitamos despertar? ¿Queremos realmente hacerlo? Adviento no es sólo un tiempo litúrgico, es una actitud ante la vida, más bien un estado de vida. Muchas personas viven hoy dormidas, pero lo peor de todo es que no quieren despertar, seguramente porque hacerlo les complicaría la vida.

Es más fácil vivir sin ser conscientes de tantas cosas, tantos acontecimientos que deben cambiar a nuestro alrededor y sobre todo en nosotros mismos, sobre todo porque nos piden un compromiso. Preferimos estar dormidos en nuestra inconsciencia, en nuestro egoísmo; cerramos los ojos a tantas estructuras sociales que nada tienen que ver con el Evangelio y de las que participamos haciéndonos cómplices.

Despertar es dejarse iluminar por ese Niño que pronto nacerá, abrirse a la venida que Él hace cada día en nuestras vidas, estar dispuestos a cambiar, estar atentos a los signos de los tiempos, que nos duela el deterioro de la convivencia en las familias, ver cómo vamos poco a poco destruyendo la Naturaleza, cómo nos volvemos insensibles ante el dolor del inmigrante o el que está en el hospital sufriendo solo esta pandemia. Es ponerse manos a la obra, estar dispuestos a cambiar aquello que nos aparta de Dios y del corazón de nuestro hermano.

Nos jugamos mucho. ¡Tú eliges!