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Los pulmones de los órganos

Publicado: 02/11/2023: 5685

Los dos colosales órganos de nuestra Catedral, de los mejores de Europa en su género, se alzan sobre la tribuna del coro, teniendo como base respectivamente unos cuartos o caramanchones donde se encuentra lo más indispensable para su funcionamiento.

Nos referimos a los enormes fuelles que son los encargados de hacerles llegar el aire necesario a cada uno de los tubos que conforman estos formidables ingenios creados por Julián de la Orden y, generosamente costeados por el obispo José Molina Lario. Dichos elementos, confeccionados en cuero, hasta la década de los veinte del siglo pasado, cuando fueron electrificados, se accionaban manualmente por dos operarios denominados “entonadores” que, además de fuerza física para esta monótona labor, debían adquirir cierto sentido del ritmo para acompasar sus movimientos.

Con todo, esta antigua ocupación desapareció ante la ventaja que supuso la instalación de un ventilador motorizado capaz de mantener la presión del aire de forma constante y sin altibajo alguno. De piel de cordero Los fuelles actuales, aunque restaurados en varias ocasiones y repetidamente parcheados a causa de la fragilidad de la piel de cordero con la que están hechos, datan de 1803, cuando los compuso e instaló el maestro organero Tomás Pabón, secundado por el carpintero José García y el cerrajero Pedro de la Vega.

El primero de estos artífices empleó treinta y un días en los fuelles del lateral del evangelio, por lo que cobró 1.085 reales, mientras que para confeccionar los del lado de la epístola empleó diecisiete días, labor que le reportó un pago de 9.500 reales.

Alberto Palomo

 

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