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Jornada Sacerdotal con motivo de la Fiesta de San Juan de Ávila (Montilla)

Publicado: 09/05/2013: 557

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Jornada Sacerdotal con motivo de la Fiesta de San Juan de Ávila en Montilla el 9 de mayo de 2013.

JORNADA SACERDOTAL

CON MOTIVO DE LA FIESTA DE SAN JUAN DE ÁVILA

(Montilla, 9 mayo 2013)

 

Lecturas: Hch 18,1-8; Sal 97,1-4; Jn 16,16-20.

1.- Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia universal

Celebramos por primera vez esta fiesta de san Juan de Ávila tras la declaración de Doctor de la Iglesia universal. Lo hacemos, además, en Montilla, donde el Santo vivió los últimos años de su vida.

Para ser declarado doctor de la Iglesia universal se requiere que el candidato posea una doctrina eminente, un destacado ejemplo de santidad de vida, haya tenido una influencia eficaz en la Iglesia y la siga teniendo en la actualidad.

Juan de Ávila era un gran teólogo; fue de los mejores alumnos de la recién fundada Universidad de Alcalá, según su maestro Domingo de Soto. Y hubiera sido un destacado profesor, pero divulgó su enseñanza no desde una cátedra universitaria, sino predicando en las iglesias y por las calles y plazas. Al modo como lo hacemos nosotros; nuestro ministerio lo ejercemos en los púlpitos de las iglesias, en las calles, en las plazas, en nuestras parroquias.

San Ignacio de Loyola decía de él que si se perdiera la Biblia hubiera sido capaz de reconstruirla y hubiéramos mantenido el texto. Eso es un gran piropo para su memoria, su sabiduría, y expresa cuánto meditaba Juan de Ávila la Biblia.

No voy a hablar de su vida, pues la conocéis muy bien. Quiso ir a predicar a las Indias, pero la voluntad de Dios, mediatizada por la Iglesia, le hizo quedarse en Andalucía y aceptar la fidelidad y la obediencia antes que los propios planes. En este aspecto es un gran ejemplo para nosotros, que, a veces, en nuestro ministerio tenemos grandes planes, pero puede que nos cueste más la obediencia que la renuncia a nuestros propios planes. Esa es una gran enseñanza que nos transmite también el gran maestro Juan de Ávila, doctor de la Iglesia.

2.- Influencia de Juan de Ávila

Juan de Ávila tuvo una excelente relación personal y una gran influencia en las grandes figuras de su época, que destacaron como fundadores de órdenes religiosas, como reformadores o pastores de la Iglesia. Influyó indirectamente a través de los autores espirituales y fundadores, que bebieron de sus fuentes y trasmitieron su doctrina en sus propias orientaciones espirituales y apostólicas. Se trata de una doctrina ya asimilada en la vida y santidad de la Iglesia, que ha seguido y sigue produciendo copiosos frutos.

Llamado “Maestro de maestros”, Juan de Ávila se relacionó como consejero y guía espiritual con la espléndida generación de santos, sus contemporáneos, varios de los cuales fueron fundadores o reformadores de conocidas Órdenes religiosas: Fray Luis de Granada, santo Tomás de Villanueva, san Ignacio de Loyola, san Juan de Dios, san Pedro de Alcántara, san Francisco de Borja, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.

Su influencia como maestro y doctor no sólo se reduce a su época, sino que a través de fundadores, maestros y santos ha llegado hasta nuestros días. Somos, en cierto sentido, discípulos de Juan de Ávila, de ese maestro preclaro de la doctrina, ese doctor de la Iglesia.

En el año de su doctorado tenemos que valorar su doctrina y comprometernos a exponer la doctrina de la Iglesia; y no con las propias teorías o pareceres míos o de otros, si no concuerdan con la doctrina de la Iglesia. Es un compromiso que podemos hacer en esta celebración. Hemos de procurar que lo que predicamos (contenido, magisterio, revelación divina) sea fiel a la Verdad revelada; y, por tanto, que esté en plenísima sintonía con la doctrina de la Iglesia. Eso entra en nuestra tarea sacerdotal.

3.- Trabajos apostólicos de san Pablo en Corinto.

Hemos escuchado en el texto de los Hechos de los Apóstoles que san Pablo se une con el matrimonio formado por Áquila y Priscila. Lo más importante es que Pablo predica en los lugares propios donde se celebra y se predica la fe (cf. Hch 18,4); es decir, en las sinagogas.

Tanto a judíos, en las sinagogas, como a paganos, fuera de ellas, va exponiendo, como un gran evangelizador, el núcleo de la fe, dando testimonio de que Jesús es el Mesías (cf. Hch 18,5).

Pablo predica el núcleo de la fe, que estamos viviendo en esta Pascua: Cristo ha muerto por nosotros en la cruz y ha resucitado. Este es el núcleo del kerigma.

Tal vez nosotros no hacemos ese anuncio a los paganos de nuestro tiempo, o a los creyentes de otras religiones. Es posible que tengamos reparo y miedo de ofrecer, de presentar; no se trata de obligar, sino de ofrecer la Verdad de nuestro Credo: creo en Cristo muerto y resucitado; creo en el Señor; creo en el Mesías, creo en el Ungido y te lo propongo, hermano judío, hermano musulmán, o hermano pagano.

A lo mejor estamos demasiado recluidos en nuestros púlpitos. Como Pablo y Juan de Ávila lo hicieron en su época, los últimos papas nos han pedido que hagamos una nueva evangelización.

4.- Acción evangelizadora de Juan de Ávila

Providencialmente el papa Benedicto XVI proclamó doctores de la Iglesia a Santa Hildegarda de Bingen y a San Juan de Ávila en el inicio mismo de la Asamblea General ordinaria del Sínodo de los Obispos de 2012, cuyo tema era “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Estos dos nuevos doctores han sido grandes evangelizadores por su fe recia, por su amor ardiente a Dios, por su santidad, por su oración, por su celo apostólico por la salvación de las almas.

El llamado “Apóstol de Andalucía” promovió la evangelización en gran parte de nuestras diócesis. Esta zona había sido cristiana, pero quedaba la huella de siglos de dominación musulmana. Había que anunciar de nuevo el Evangelio, con la palabra y con el propio testimonio a quienes se habían olvidado o alejado de Dios; a quienes deseaban adherirse a la fe cristiana o robustecerla.

Situaciones muy parecidas a la actual, en pleno siglo XXI: gente que no cree, gente que creyó y perdió la fe, gente bautizada alejada, gente que no oyó o no quiso oír de Jesucristo, gente auténticamente pagana, aunque sean bautizados y no bautizados.

En el Tratado del sacerdocio Juan de Ávila dice: “El Señor manda a los pastores de las ovejas racionales que esfuercen lo flaco, que sanen lo enfermo, que aten lo quebrado, que reduzcan lo desechado y busquen lo perdido”. Ésta es nuestra tarea y para ello hace falta una robusta vida de oración (N. 37).

5.- Vida de oración

Juan de Ávila vivió siempre muy pobremente, dedicado a la oración y a la predicación. Es un gran ejemplo para nosotros. Centró su interés en mejorar la formación de quienes se preparaban para el sacerdocio; y para ello fundó varios colegios. También escribió al concilio de Trento, que abordó el tema del sacerdocio y su formación.

Juan de Ávila decía: “¡Válame Dios, y qué gran negocio es oración santa y consagrar y ofrecer el cuerpo de Jesucristo! Juntas las pone la santa Iglesia, porque, para hacerse bien hechas y ser de grande valor, juntas han de andar. Conviénele orar al sacerdote, porque es medianero entre Dios y los hombres; y, para que la oración no sea seca, ofrece el don que amansa la ira de Dios, que es Jesucristo nuestro Señor”.

Tenemos una gran tarea y un buen ejemplo; y vamos a pedirle a Juan de Ávila su intercesión para fortalecer nuestra vida de oración y poder ser grandes evangelizadores.

6.- Preocupación por el clero

Juan de Ávila tuvo también una gran preocupación por el clero y por la reforma de la Iglesia, y decía que la reforma de la Iglesia puede llegar si los pastores son reformados.

La calamitosa situación del clero de la época en que vivió San Juan de Ávila le llevó a promover la reforma de los sacerdotes. En el primer Memorial, enviado al concilio de Trento en el año 1551, encontramos muchas indicaciones útiles para el momento presente. El Concilio pretendía “el bien y reformación de la Iglesia”; Juan Ávila señala que para lograrlo “el remedio es la reformación de los ministros de ella”.

En nuestra actualidad la Iglesia puede ser más evangelizadora y puede haber una reforma y una revitalización, si nosotros, los pastores, somos reformados.

Los buenos sacerdotes no nacen, se hacen; por eso Ávila insiste con gran realismo: “Si quiere la Iglesia tener buenos ministros, que conviene hacerlos; y si quiere tener gozo de buenos médicos de las almas, ha de tener a su cargo de los criar tales y tomar el trabajo de ello. Y si no, no alcanzará lo que desea”.

Vamos a pedirle a Juan de Ávila que nos ayude a vivir en nuestro mundo, en nuestra sociedad para ser buenos testigos de la fe, buenos evangelizadores, buenos medianeros entre Dios y los hombres.

7.- Alegría del mundo y tristeza del apóstol

El evangelista Juan nos ha dicho que la alegría del mundo se convierte en tristeza, y que la tristeza del creyente cristiano se convierte en alegría. Vuestra tristeza, vuestros sufrimientos, vuestros dolores por el Evangelio, vuestras penalidades se convertirán en alegría.

«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20).

8.- Devoción a la Virgen María

Termino haciendo referencia a María, en este mes de mayo dedicada a Ella: “La bendita Virgen María –dijo Juan de Ávila– dio al Verbo de Dios el ser hombre, engendrándole de su purísima sangre, siendo hecha verdadera y natural Madre de Él; y en esto, ninguno le fue igual, ni es ni será. Mas tiene semejanza con esto el ser sacramental que el sacerdote da a Dios humanado por una tan alta manera que primero no lo tenía. Y por esto no se llama al sacerdote padre ni madre del Hijo de Dios, mas ministro de un nuevo ser de que antes el Señor carecía.

Mas esta ventaja lleva el sacerdote a la Virgen sagrada: que ella una vez sola le dio ser humano, y él cada día y cuantas veces quisiere haciendo lo que debe para bien consagrar”.

Que la Virgen nos acompañe. Amén.

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