NoticiaMisiones Misioneros: una vida extraordinaria en lo ordinario Los misioneros María Soledad, Rafael Lería SJ y Rafael Arjona Publicado: 14/04/2020: 13711 Desde Zimbabwe, Venezuela, Estonia, Kenya, México, Chad, Ruanda, Brasil, India y Paraguay varios misioneros malagueños comparten su experiencia de confinamiento y su mensaje de esperanza. Esta Semana Santa ha corrido por los grupos de WhatsApp un documento lleno de vida y color. Era el Boletín Misionero, una iniciativa mensual puesta en marcha por la Delegación de Misiones con el objetivo de recoger el testimonio de los misioneros malagueños. Ahora están viviendo el confinamiento a miles de kilómetros de sus familias, donde comparten su vida desde hace años con los más necesitados. Aquí se puede escuchar su testimonio, emitido en el programa "Iglesia en Málaga" (Cope Málaga), el Domingo de Resurrección. En palabras del delegado de Misiones, el misionero de la Consolata Danilo Cantillo, «el estado de confinamiento en que nos ha puesto esta pandemia nos ofrece poder vivir de manera extraordinaria lo ordinario, es decir vivir con alegría cada cosa, hasta el confinamiento, y estar al lado de las personas que más lo necesitan en todo el mundo entero. Ahí se manifiesta Jesús Resucitado y así lo viven nuestros misioneros, descubriendo signos de esperanza allá donde están» Desde Brasil Rafael Lería SJ vive en Mato Grosso (Brasil). Lleva 20 años acompañando a las comunidades indígenas latinoamericanas y «si algo he aprendido con ellos y ellas es que son pueblos de resistencia desde su existencia», afirma Rafael. Rafael destaca varios signos de esperanza y resurrección, a pesar del tiempo que estamos viviendo: «es tiempo de mucha fragilidad, de virus, de parar, pero también es tiempo de convivencia y de escucharnos. Siento que ya es el primer signo de esperanza y de vida, pues hacía mucho tiempo que no nos escuchábamos. Por otra parte, también veo que es tiempo de búsqueda, de considerar, pensar, rezar, reflexionar, interiorizar… porque hay nuevos caminos, nuevos ríos, riachuelos y lagos que no conocemos y que hay que seguir buscando desde el diálogo y la acogida al otro, pues no estamos solos y ahora, o nos salvamos todos o nos ahogamos todos. Y, por último, también es tiempo de arriesgar. Esta Pascua de Resurrección es un tiempo privilegiado para construir puentes, pues los puentes siempre unen, nunca separan. Es precisamente en estos tiempos de mucho dolor y sufrimiento cuando la vida nace con más fuerza. El Señor venció a la muerte. La muerte no tiene la última palabra, Jesús está vivo y nosotros queremos ser sus seguidores en medio de los que más nos necesitan». Desde Kenya M. Soledad Calzado pertenece a las Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa. Desde Kenya explica que resultan más llamativos y evidentes los signos de pasión que los de resurrección: crece el número de contagiados por el coronavirus, aumentan los fallecidos, se blindan las ciudades… Los pobres, la gente sencilla que vive al día se ven obligados a no desplazarse, a no trabajar, a no ganar el pan de hoy o no encontrar algo para subsistir. Pero en medio de esta oscuridad y desconcierto se perciben signos de vida y de futuro. El pueblo africano está acostumbrado a sufrir y a no tirar la toalla. Son capaces de esperar contra toda esperanza, sin prisas. El tiempo aquí tiene otra medida. Son capaces de seguir poniendo su confianza en Dios, de rezar sin desfallecer, seguros de que el Señor los escucha. Y rezan todos, las familias completas: abuelos, padres, niños… y rezan con paz, seguros. Se saben en manos de un Padre que los ama. En Kenya se vive, se ama, se comparte, se sueña, se espera… En Kenya, en medio de las carencias y limitaciones, hay vida, hay alegría, hay futuro. ¡Cristo sigue resucitando en África!». Desde Paraguay Rafael Arjona es Misionero de la Esperanza (MIES) y lleva 11 años en Paraguay. Cuando el mundo comenzaba a preocuparse por la pandemia del coronavirus, en Paraguay estaban luchando con una epidemia de dengue con muchos hospitalizados y un número considerable de fallecidos, que saturaba los servicios sanitarios del país. Aún así, ve con esperanza este confinamiento: «Nos está ayudando a redescubrir que estamos aquí para servir y cuidarnos los unos a los otros. Aquí hay una gran población que no trabaja formalmente y vive de lo que gana cada día. Estos ya no pueden sustentarse. En la comunidad decidimos colaborar con la recolección y distribución de alimentos y bienes esenciales para las familias que conocemos que ya están pasando necesidad. Pero nos preocupa el hecho de que esto va a durar mucho más y será más complicado atender a las necesidades que cada vez serán mayores. También está siendo un tiempo para rezar en familia y reflexionar más profundamente. Esta crisis nos está haciendo más relevantes algunas verdades de nuestra fe cristiana, está siendo una auténtica experiencia espiritual. Tomó mayor significado eso de que todos somos hijos de Dios y lo que le pasa a un hermano en China, de alguna manera también me tiene que afectar a mí».