NoticiaEucaristía Trini Hervás deja la presidencia de ANFE tras 24 años Publicado: 16/12/2021: 8695 Relevo En la última asamblea, celebrada el 14 de noviembre en San Gabriel, fue elegida por el Consejo de ANFE (Adoración Nocturna Femenina Española) una nueva presidenta, Mª Carmen Cañestro, malagueña e hija de adorador. Trini nació en Carrión de los Condes (Palencia) en 1936. «Mi padre me decía de pequeña que era igual de revolucionaria que la época en la que nací. Se conoce que era rebelde», cuenta. Fue confirmada por el santo de la Eucaristía, San Manuel González, en Palencia, y llegó a Málaga en 1975 y ha dedicado toda su vida a trabajar de educadora en el Centro Básico de Acogida de la Diputación, en la finca de la Casa Cuna, donde se atendía a niños con dificultades, enfermos y en desamparo. De su sucesora dice: «Es una mujer muy buena, con una honda experiencia de vida pero capaz de darle un sentido extraordinario al sufrimiento». ¿Cómo fue que vino a Málaga, Trini? Fue al morir mi madre, a quien yo había acompañado desde la muerte de mi padre. No quise quedarme en mi pueblo, y como tenía Bachiller, hizo diplomada en Puericultura en Málaga, que es donde estaba la escuela. Yo digo que fue la oración de mi madre la que me trajo aquí. Y esta ciudad me ha dado mucha vida. Yo ya tenía cerca de 40 años y las demás eran más jóvenes. Aprobé las oposiciones y entré a trabajar y ya me jubilé allí. Mi trabajo fue un regalo. Ibas a dar y a recoger cariño. ¿Y a ANFE? Entré en contacto con los jesuitas, a quienes conocía de mi pueblo, y allí sentí que estaba mi casa. Encontré el sepulcro del Padre Arnaiz, de Valladolid, casi primo carnal mío por proximidad. Y Mercedes, una adoradora, me invitó al turno de las Nazarenas y empecé a ir. Pasaron los años, y por medio de ANFE entré en contacto con la delegación de Medios del Obispado, con la revista Diócesis, que empaquetábamos un equipo de voluntarios... Luego el Señor me ha rodeado de amistades estupendas. Cada día le digo "gracias, Señor, por todo lo que me has dado". Ahora tengo sobrinos y resobrinos, y los niños con los que trabajé será siempre "mis niños". Me han compensado lo que no tenía, y no echo de menos no haberme casado, porque siempre he sido muy independiente. ¿Cuándo empieza su presidencia? Cuando entré estaba Elisa Mata de presidenta; luego Pepita Cañada. Y a ella la sucedí yo hace 24 años. Me acuerdo mucho de D. Ramón, que era el obispo, y cuando hicimos los 25 años se celebraron las Jornadas Nacionales en Málaga, vinieron 120 adoradoras y ocho sacerdotes. Y luego las Bodas de Oro, a las que no pudo venir D. Ramón, pero que se hizo presente con un programa de vida que nos hizo llegar. Sí que estuvo Don Antonio, que disfrutó muchísimo. ¿Cuántas adoradoras hay ahora en Málaga? Somos poquitas. Hay un grupo de honorarias, en San Dámaso en Málaga y en Los Boliches (Fuengirola), donde vamos las mayores. A las 18 horas hay exposición mayor, y luego vísperas, porque ANFE tiene como costumbre la oración de las horas. Luego se reflexiona sobre algún punto, se hace oración personal y se bendice con el Santísimo, rezando por el Seminario, ¡eso no se nos olvida! Hasta ahora hemos tenido también un lugar en el Centro de María Inmaculada del Servicio Doméstico, donde nos reuníamos para adorar de 21.30 a 7, turnándonos. Ahora vamos a hacerlo en el Santo Cristo, a partir de enero. ¿Cómo se hace la Adoración? El espíritu es dejarlo todo para ir al encuentro con el Señor. El sentido es que el Santísimo no quede solo. Cuando terminas tu turno ante el Sacramento, vienen otras, y tú te retiras adentro, a la salita. Y si quieres, te vuelves a unir luego al turno, que empieza Oficio de Lectura. ¿Qué le dice la sinodalidad? Que tenemos que sentirnos Iglesia, en todos los sentidos. No podemos estar en el mundo de otra manera. Tenemos que darle sentido, porque muchos no saben lo que es, no la conocen. Necesitamos en la Iglesia mucho sentido de fraternidad y no tener miedo a lo que nos dicte el Espíritu. Hay carismas que tienen una inmensa labor durante una época y luego ya van desapareciendo. La adoración es esencial, tiene su centro en la Eucaristía, y sin ella la Iglesia no existiría.