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Bendición del Centro de Acogida Calor y Café (Málaga)

Publicado: 21/12/2016: 2453

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la inauguración del Centro de Acogida "Calor y Café" en Málaga, celebrada el 21 de diciembre de 2016.

BENDICIÓN DEL CENTRO DE ACOGIDA “CALOR Y CAFÉ”
(Málaga, 21 diciembre 2016)

Lectura: Lc 2,1-7.

1.- Saludo
Hemos estado antes en la Casa del Sagrado Corazón (Cottolengo) con los voluntarios; y les he dicho que veníamos a este nuevo centro de acogida, como si fuera un nuevo hermanito de la otra casa de acogida. Aquella se ocupa de las personas que no tienen nada y no pueden estar en ninguna otra institución; y en este centro se van a ocupar de las personas sin techo, para que al menos tengan un cobijo y una acogida por la noche.
    Tenemos ya dos hermanos: Una hermana (la Casa del Sagrado Corazón-Cottolengo), y un hermano que nace hoy (Calor y Café). El nombre de Calor y Café es más periodístico que otra cosa y tendremos que asignarle otro nombre. Pero nos entendemos todos.
    Damos gracias a Dios, por tanto, por este nacimiento del nuevo hermanito, que es un hijo de la caridad, del amor de Dios. Era un proyecto del año 2000, el gran año del paso del segundo al tercer milenio, el Jubileo del gran milenio del año 2000; pero no se pudo hacer, se hizo la casa de Pozo Dulces. Y este proyecto estaba pendiente y el Señor viene a regalárnoslo en otro año jubilar, el extraordinario de la Misericordia.
Esto es cosa de Dios. Lo decía antes en la Casa del Sagrado Corazón y lo digo ahora. Esto no es cosa de los hombres, esto es un fruto del amor de Dios.

2.- El empadronamiento mandado por el césar
Salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad (cf. Lc 2,1-3). «También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta» (Lc 2,4-5). “Beth-lehem” traducido es “Casa del pan”. Jesús nace en Casa del pan. Pan de vida, alimento, salvación, nutrición… Podemos reflexionar sobre esto todo lo que queráis.
Diversas circunstancias familiares, sociales, políticas fuerzan a muchas personas, a lo largo de la historia, a migrar, a dejar sus ciudades de origen y salir a otros lugares. No siempre lo hacen porque quieren, van forzados muchas veces por circunstancias. En estos últimos tiempos hemos tenido ocasión de ver imágenes de personas que tiene que salir de casa por no perder la vida.
Esta situación provoca que mucha gente viva en la exclusión social, en la pobreza y el desamparo. Y no sólo me refiero a los migrantes de países en guerra. Mucha gente en Málaga está en salida de sus lugares de origen porque no encuentran trabajo, porque están en una situación precaria o porque van buscando una vida mejor.
Estas personas pueden ser presa de la exclusión social, de la pobreza y del desamparo. Vienen a Málaga y no tienen nada, teniendo que dormir en la calle. Esto es lo que motivó la sensibilidad de tantas personas, de todos vosotros, para crear este Centro que ya se tenía en idea el haberlo hecho años atrás.
Hoy queremos responder a esta necesidad, dar solución a un reto que tenemos planteado, dar respuesta humana y cristiana a situaciones de ese tipo.
Caritas intenta siempre estar con los últimos. El Señor lo dijo en los Evangelios, los papas lo han dicho siempre y el papa Francisco nos insiste continuamente en esta idea: siempre a favor de los excluidos, de los últimos, de los que no tienen nada.
Los gestos de Cáritas intentamos que sean lo que la misma sociedad no da, incluso a veces ni las instituciones civiles. Animaría a los políticos que dirigen las naciones que den respuesta. Es una obligación nuestra el demandar este tipo de respuesta desde las instituciones gubernamentales. Se puede dar respuesta a muchas necesidades que hoy no se dan respuesta desde los gobiernos porque no quieren dar respuesta. Y me duele decirlo, pero es así. Tenemos que ser voz profética.
El tema de las migraciones, por ejemplo, se podría haber resuelto. El Sr. Alcalde de la Ciudad, aquí presente, estuvo el pasado fin de semana en Roma reunido con otros alcaldes europeos y con el Santo Padre tocando este tema. ¿Por qué no hemos respondido en Europa como se esperaba al problema de la inmigración? La diócesis de Málaga tiene la conciencia tranquila de haber ofrecido espacios de acogida.

3.- Atender las necesidades de los excluidos
El papa Francisco, con motivo del Jubileo de la Misericordia, celebró una misa en la que participaron los excluidos, los últimos de la sociedad y personas sin hogar. Nos interpeló sobre el sentido de nuestra existencia y nos recordó que en este mundo casi todo pasa, como el agua que corre; pero hay cosas importantes que permanecen y son dos: El Señor y el prójimo. Estas dos riquezas no desaparecen y son los bienes más grandes para amar.
Estas dos cosas que dice el Papa que no pasan ni pasarán jamás equivale al doble mandamiento de amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Esto perdurará hasta la vida eterna.
Este Centro pasará, todos los que estamos aquí pasaremos, que nadie piense que va a estar aquí cien años más de los que ya tiene. El amor de Cristo no pasará jamás. Dios no pasará jamás. Y el prójimo no pasará tampoco.
Dar respuesta a esta cuestión no es dar respuesta a un problema o dar solución a algo accidental. Estamos tocando lo esencial, estamos metiendo el dedo en la llaga, en el corazón. Por eso este Centro debe ser un corazón que late una expresión, un gesto de amor.
Decía el papa Francisco: “La persona humana, colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse, cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo” (Vaticano, 13.11.2016). 
Cuidado con no insensibilizarnos, porque puede ocurrirnos. Lo oímos tantas veces en las noticias, en la televisión mientras que comemos un buen plato y nos quedamos indiferentes ante tanta miseria, pobreza y drama humano. Estamos vacunados. Es preferible que no nos vacunemos contra ese tipo de insensibilización.
Las personas excluidas nos ayudan “a sintonizar con Dios, para ver lo que Él ve: Él no se queda en las apariencias (cf. 1 Sam 16,7), sino que pone sus ojos «en el humilde y abatido» (Is 66,2), en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro que es excluido y rechazado (cf. Lc 16,19-21). Es darle la espalda a Dios”. 
Con la inauguración de este centro de acogida nocturno queremos significar que no hemos perdido la sensibilidad social, que acogemos a todas las personas excluidas de la sociedad, a los que no tienen hogar. Queremos hacer un esfuerzo abriendo los ojos ante el prójimo olvidado, que está ante nuestra puerta, llamando como el pobre Lázaro. Y no sea que nos ocurra como en la parábola, nos pongamos delante del Señor y nos considere como el rico Epulón, el banqueteador insensible a la presencia de los Lázaros que tenía a la puerta de su casa.

4.- Nacimiento de Jesús en Belén
Jesús nació en un lugar pobre (cf. Lc 2, 6-7). Jesús siendo rico se hizo pobre (cf. 2 Cor 8,9). Jesús siendo Dios se vació de sí mismo para asumir la naturaleza humana (cf. Flp 2, 6-8). 
Nosotros no hemos llegado a tanto, ni siquiera con los pobres. No nos vaciamos porque a lo que llegamos es a dar de lo que tenemos; a veces, de lo que nos sobra. Hacer lo que hizo Jesús, que es asumir la naturaleza humana en toda su miseria, excepto en el pecado, estamos lejos aún. Pero queremos tener este gesto que por lo menos nos ponga en esa línea.

5.- Agradecimientos
Quiero agradecer la colaboración, el entusiasmo, la ayuda de todo tipo a las personas particulares, individuales y a las instituciones. El Ayuntamiento ha colaborado y creo tiene intención de seguir ayudando, y si no se lo pedimos. Esto es cosa de Dios que nos permite a los humanos llevarlo a cabo.
Agradezco a esa veintena de voluntarios que os habéis comprometido a dar vuestro tiempo que es lo más precioso y preciado, más que el dinero. Donar el tiempo de uno es darse, no es dar cosas, es darse a sí mismo.
Y a todas las personas que pasen por aquí les deseamos que se encuentren como en casa. Que encuentren un ambiente de encuentro, de cariño, de afecto, de paz, de descanso. Al fin y al cabo, ellos son los hermanos que nos ayudan a descubrir a Dios y a ver con los ojos de Dios. También a ellos tenemos que agradecer su presencia porque son hijos de Dios como nosotros. Y muchas veces, nos dan más con el ejemplo de sus vidas rotas de lo que les ofrecemos nosotros.
    Le pedimos a la Virgen que nos acompañe en este proyecto, Ella que llevó a Jesús, que migró de Nazaret a Egipto y que después tuvo el parto en otro pueblo, en Belén, “Casa del pan”. Que ésta sea también un poco “Beth-lehem”. Que así sea.

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