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Jornadas nacionales de Delegados y Vicarios diocesanos para el Clero (Madrid)

Publicado: 25/05/2016: 4386

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en las Jornadas nacionales de delegados diocesanos del Clero (Madrid)

JORNADAS NACIONALES
DE DELEGADOS Y VICARIOS DIOCESANOS PARA EL CLERO
(Madrid, 25 mayo 2016)


Lecturas: 1Pe 1,18-25; Sal 147,12-15.19-20; Mc 10,32-45.

1.- Estamos en estas Jornadas reflexionando sobre nuestra tarea evangelizadora, que implica ser evangelizados primero y después ser los que anuncian esa Buena Noticia. El Señor es providencial, no es casual, y las lecturas de hoy nos centran en lo que estamos reflexionando estos días.
En la primera carta de Pedro se nos recuerda que hemos sido liberados o rescatados a precio de sangre de Cristo. Eso no es cualquier cosa, eso nos debe llevar, en primer lugar, a una acción de gracias. A veces, damos pocas veces gracias. Nuestras comunidades suelen pedir y pedimos muchas cosas; eso está bien, pero la acción de gracias debería de salir en primer lugar antes que las peticiones.
Demos gracias que hemos sido liberados y rescatados por Cristo, por su sangre. Es un regalo que tenemos.

2.- Pedro recuerda que hemos renacidos, hemos vuelto a nacer por la palabra de Dios viva y permanente (cf. 1Pe 1,23). El anuncio es cada día. Cada día la evangelización ha de estar presente. Nosotros renacemos cada día ante la escucha de la Palabra. Pedro mismo dice que esa Palabra es el Evangelio y se os anuncia.
Poder renacer cada día como sacerdote, en nuestro ministerio y en los fieles, gracias a este alimento y esta luz que es el Evangelio. Ya renacimos en el bautismo, pero éste es un renacimiento diario, cotidiano, permanente.

3.- Hoy celebra la Iglesia la fiesta de san Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia que, a mediados del siglo VII-VIII, vivió en el noreste de Inglaterra, en un monasterio desde los ocho años, sin salir del monasterio, horas tras horas. Y, ¿qué hacía? Meditar la Palabra, escribir sobre la Palabra y enseñar a los monjes sobre ella, esa era su tarea. Un gran presbítero y un gran doctor de la Iglesia. Ahí tenemos un modelo que nos puede ayudar también en la tarea de la reflexión, la meditación, la profundización de la Palabra para renacer y actualizar el carisma que el Señor nos concedió en la ordenación. Como dice el texto de Pablo: “renueva el carisma que recibiste por la imposición de manos” (cf. 2 Tim 1, 6).
El renacer cada día, el dejarnos evangelizar cada día y el ser evangelizadores resume muy bien lo que estamos tratando estos días.

4.- En el evangelio comunica Jesús a sus discípulos, de una manera velada, lo que le va a sucederle en Jerusalén; ellos no logran entenderlo, pues están aún pensando en los cargos que cada uno desempeñará.
Por lo visto esto es muy normal entre el clero. Cuando hay un cambio de obispo muchos sacerdotes se hacen visibles para ver si les cae un cargo. Recuerdo que de una diócesis que salí me comentaron que un sacerdote que llevaba mucho tiempo sin participar de las reuniones del clero comenzó a asistir. Les respondí que tranquilos, que ya se daría cuenta el obispo de quién es y que el sacerdote en cuestión pasado un tiempo ya se daría cuenta que no iba a recibir ningún cargo. Tras unos meses de no dejar de acudir a todo lo que se organizaba para el presbiterio dejó de asistir, como solía hacer antes, al darse cuenta que no le encomendaban ningún cargo nuevo.
No debemos enfadarnos por los “carguitos”. Si ya los discípulos de Jesús buscaban los primeros puestos en no sé qué reino que se habían inventado, pues también es normal que los curas quieran tener “carguitos”.
Pero ante esta actitud de los discípulos y también nuestra Jesús plantea el servicio. El que quiera ser importante, tener cargos, aparecer, tener honores, que sepa que el honor y el cargo que ofrece el Señor es el del servir. «Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud» (Mc 10,45). El que quiera ser seguidor de Jesús que sirva. ¿En qué consiste nuestro cargo? En servir, en ser servidores.

5.- Resumiendo, si os dais cuenta la primera lectura hace referencia más al Espíritu: escrutar la Palabra, leerla, meditarla, hacerla vida, dejarte evangelizar por la Palabra. Eso es obra del Espíritu que en nuestra espiritualidad está un poco descuidado. Somos muy cristocéntricos en casi todas las predicaciones, en la espiritualidad del sacerdote, en la configuración con Cristo; quizás el Espíritu queda un poco en la penumbra. Pero no estaría mal que rescatemos que el Espíritu es protagonista de nuestra espiritualidad, de nuestra vida y de nuestra evangelización.
Es interesante que equilibremos nuestra espiritualidad sacerdotal o presbiteral con el Padre, el Hijo y Espíritu, estamos en esa fiesta de la octava de la Trinidad. Equilibremos nuestra vida de fe y nuestra espiritualidad con las tres personas, sino parece que una es el gran foco de nuestra atención y las demás están un poco en la penumbra.
    Que el Señor nos conceda, en su Espíritu, servirle a Él y servir a los hermanos, escrutando cada día y meditando la Palabra que nos evangeliza y de la que también somos evangelizadores. Que así sea.

 

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