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Misa del Alba de la Cofradía del Cautivo (Parroquia de San Pablo-Málaga)

Publicado: 12/04/2014: 28946
Seguir a Jesús, el Cautivo

MISA DEL ALBA DE LA COFRADÍA DEL CAUTIVO

(Parroquia San Pablo-Málaga, 12 de abril de 2014)

Lecturas: Ez 37, 21-28; Sal (Jr 31, 10-13); Jn 11, 45-57.

1. El profeta Ezequiel anuncia que el Señor recogerá a sus hijos dispersos de entre las naciones para hacer un solo pueblo (cf. Ez 37, 21), que sea gobernado por un solo rey (cf. Ez 37, 22). Naturalmente, en su sentido último esta profecía se refiere a Jesús de Nazaret, el Rey de reyes, que gobernará con cetro de equidad (cf. Sal 46, 7; Heb 1, 8) a todos los pueblos, a todos nosotros.

Pero como sucede con las paradojas de la vida, quien debía gobernar con cetro de justicia a todas las naciones, fue maniatado y clavado en una cruz. Jesús Cautivo tuvo que sufrir el desprecio de las gentes, la burla de sus adversarios y el escarnio de sus enemigos. Quienes le ataron las manos y lo sujetaron a la cruz, pensaban que se deshacían de él, para seguir ellos gobernando e imponiendo su voluntad.

Los dirigentes político-religiosos en tiempos de Jesús tenían miedo de que la gente les abandonase y se fuera tras el Nazareno. Convocaron el consejo y se preguntaron qué hacer con el Maestro, porque hacía muchos signos (cf. Jn 11, 47) y pensaban que los romanos destruirían su lugar santo y su nación (cf. Jn 11, 48). Temían perder su poderío y sus lugares emblemáticos; de tal manera que decidieron darle muerte, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy (cf. Jn 11, 50.53).

2. Frente a estos planteamientos, de quienes desean ejercer su poder y mantener su “estatus”, el Siervo de Yavé, Jesús Cautivo, aparece como el único soberano y buen pastor de todo el mundo, sin pretensiones de poderío. Él es el único Maestro, que enseña la verdad y ofrece la vida; por eso, según la profecía de Ezequiel, todos los pueblos caminarán según sus preceptos y cumplirán sus mandatos (cf. Ez 37, 24).

Pero nosotros estamos tentados de obedecer a otros señores, que, bajo capa de libertad, nos tiranizan y nos embaucan con falsas promesas; estamos tentados de seguir a otros maestros, que nos prometen una felicidad nunca alcanzada.

En esta mañana de primavera podemos preguntarnos ante la imagen de Jesús Cautivo: ¿Por qué nos resulta fácil contemplar a Jesús al llegar cada Semana Santa, pero nos resulta tan difícil seguirlo y ser sus discípulos durante todo el año? ¿Por qué aceptamos algunas de sus enseñanzas, las que nos gustan; mientras rechazamos otras, que nos cuestan o nos disgustan?

3. Tal vez nos fabricamos nuestros propios ídolos, para adorarlos y desviar nuestro corazón del Señor Jesús, que es nuestro único Salvador.

A veces nos cuesta aceptar los criterios y normas, que la Iglesia nos ofrece para bien nuestro; y con la pretensión de ser libres, independientes y autónomos, nos construimos los propios altares, para adorar lo que nos conviene. Sería de esperar que los cristianos de hoy tuviéramos la valentía de decir una palabra clarificadora ante las idolatrías de nuestra sociedad; y sin embargo, caemos también en ellas.

En este tiempo se están debatiendo leyes sobre el respeto a la vida humana, sobre la justicia social, sobre el trabajo, sobre la familia, sobre la convivencia, sobre la aportación de cada ciudadano al erario público y al bien común, sobre el buen uso de los bienes materiales, que el Señor nos regala. Y da la impresión de que los cristianos permanecemos indiferentes, como si estos temas no tocaran nuestra fe, como si estas cuestiones no tuvieran que ver nada con nosotros.

Sin embargo, los cristianos, y por ende todo cofrade, tenemos la misión de transformar la sociedad a la luz de Cristo, a la luz del Evangelio, iluminar desde la fe todas las realidades temporales. Cristo, queridos fieles, no ha muerto en vano por nosotros.

4. Como se nos ha dicho en la monición de entrada tenemos hoy dos motivos especiales para venir a encontrarnos con el Cautivo para darle gracias.

En primer lugar, el setenta y cinco Aniversario de la Bendición de su Imagen. Son muchos años que el pueblo de Málaga acude para encontrarse con su Señor y Maestro; aunque esté atado y cautivo. Muchos años de bendiciones por parte de Cristo a esta querida ciudad y a todos los fieles que acuden.

Y el segundo motivo es el veinticinco Aniversario de la visita de la Imagen del Cautivo a los enfermos en el Hospital Civil. Ellos piden su bendición, su cercanía, su gracia, su perdón y su apoyo. Ellos necesitan la fuerza necesaria para llevar con elegancia, y gozo incluso, el sufrimiento y la enfermedad.

5. El profeta de Ezequiel nos prometía una purificación de nuestras rebeldías y una superación de nuestras idolatrías: «No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones (…). Los purificaré, ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez 37, 23).

El Cautivo es nuestro Dios; éste es vuestro Dios. Hay que abandonar otros ídolos. Hay que sacar de nuestro corazón lo que no sintoniza con Cristo.

Contemplando al Cautivo hagamos hoy firme propósito de cambiar nuestra actitud y de corresponder a su gran amor, a su infinito amor por nosotros. La alianza eterna, que se nos promete (cf. Ez 37, 26), implica volver nuestra mirada al Salvador del mundo, rechazar los ídolos que nos apartan de él y aceptar su amistad, abriendo nuestro corazón a su amor.

Jesús Cautivo quiere poner su morada entre nosotros; quiere ser nuestro Dios; quiere reinar en nosotros (cf. Ez 37, 27); quiere acompañarnos en el camino de la vida, para que lleguemos a la eternidad y poder gozar de la verdadera felicidad.

6. ¡Contemplad la Imagen del Cautivo! Las manos de Cristo Cautivo están, como vemos, muy atadas. Cada acto de desamor nuestro es una atadura más, que aprisiona sus manos.

Cada vez que rechazamos sus enseñanzas como Maestro nuestro, amarramos sus manos; cada vez que despreciamos su Palabra, encadenamos sus manos; cada vez que no seguimos su ejemplo, anudamos sus manos; cada vez que aceptamos las ideologías contrarias a la fe, inmovilizamos sus manos; cada vez que no atendemos al hermano necesitado, ligamos sus manos; cada vez que no somos testigos de su vida y de su doctrina, agarrotamos sus manos.

Entre todos, fieles cristianos y cofrades, lo hemos aprisionado. Pero su atadura será rota con su muerte y resurrección; ésta es nuestra esperanza; y, liberadas sus manos, nos bendecirá y nos resucitará a nosotros.

7. Hemos de vivir como verdaderos discípulos de Jesús Cautivo y ayudarnos, mutuamente y de modo responsable, a serle fieles.

Cada cofrade debe ser consecuente con su compromiso bautismal y con las exigencias de la fe cristiana. Y si alguno no lo hiciere, los demás hermanos, en un ejercicio de fraternidad y de corresponsabilidad eclesial, deben corregir al interesado, como nos enseña Jesús en el Evangelio (cf. Lc 17, 3).

Cada cofradía debe tener los resortes necesarios y el mecanismo adecuado, para resolver, de modo responsable y fraterno, cualquier problema; sobre todo, si va contra la doctrina de la Iglesia. Para corregir a un hermano, que se desvía del camino, debería ser suficiente la corrección fraterna de los otros hermanos; no haría falta ninguna intervención más.

No añadamos más ataduras a las manos del Señor Cautivo; busquemos, más bien, el modo de desatar las cuerdas que hayamos podido ponerle con nuestros pecados, con nuestros intereses y con nuestros deseos.

8. Hago un llamamiento a todos los fieles cristianos, y de modo especial a los cofrades, para conocer mejor las enseñanzas del Maestro, transmitidas por la Iglesia, que es la garante de las mismas.

Uno que se precie de ser cristiano no puede aceptar las ideologías que van contra la verdad del hombre y contra Dios.

Pedimos al Cautivo que nos dé su fuerza para seguirle y para ser sus testigos. Él soportó la ignominia y la cruz por nosotros; y espera que nosotros le correspondamos.

El Señor, clemente y compasivo (cf. Sal 86,15), está dispuesto a perdonar siempre; es lento a la ira, rico en clemencia y lleno de bondad (cf. Neh 9,17); su misericordia es eterna; él perdona todas nuestras culpas y cura todas nuestras enfermedades (cf. Sal 102,3). Él desata nuestras cadenas y nos otorga la verdadera libertad.

Queridos fieles, al comenzar la Semana Santa, contemplemos a Jesús Cautivo y pidámosle su gracia y su perdón. Cada clavel que pongáis hoy a sus pies que sea una oración y un deseo de convertirnos a Él. Amén.

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