NoticiaMedalla Pro-Ecclesia Malacitana Una medalla a la generosidad El Sr. Obispo impone la Medalla Pro Ecclesia Malacitana a Gregoria Macías Ramos // F. ALCÁZAR Publicado: 14/01/2020: 7765 El 8 de septiembre de 2014, el obispo de Málaga, Jesús Catalá, concedió la primera Medalla Pro Ecclesia Malacitana al diácono Antonio Martín. Desde entonces, una treintena de feligreses han recibido esta distinción «por su gran generosidad y por su entrega dedicada a la Iglesia y a la propagación del Evangelio». «Recibir esta Medalla supone para mí una inmensa satisfacción por haber hecho algo para mi Iglesia diocesana. La medalla me hará recordar siempre esos momentos de alegría que he sentido con mi servicio» expresaba Antonio Martín al recibir la Medalla al concluir la Eucaristía en la fiesta de la patrona de la Diócesis, la Virgen de la Victoria, en la Catedral. Isabel, Dolores, Rosa, Rosario Teresa, Luis, Ana, Cristóbal, Beatriz, Joaquina, Rafael, María, Antonia, Villaverde, Antonio, María José, Gregoria, Francisca, Obdulia, José… son algunos de los nombres de los 30 feligreses que en Málaga, Carratraca, Vélez-Málaga, Cuevas de San Marcos, Monda, Mijas-Costa, Ardales, Melilla, Marbella, San Pedro de Alcántara y El Burgo han recibido la Medalla de manos del Obispo de Málaga o de alguno de sus vicarios. En tres ocasiones, la Medalla ha sido entregada a un matrimonio: Rosa y Esteban de Vélez-Málaga, Cristóbal e Isabel de Mijas-Costa y Rafael y Remedios de la parroquia de la Natividad, en Málaga. «Estamos muy agradecidos por la Medalla, aunque yo sé que hay otros muchos que la merecen también y la merecían y la merecerán», expresaban Rafael y Remedios al recibir la noticia, lo que destacan todos los galardonados. El sábado 25 de enero se entregará la próxima Medalla. El galardonado aún no lo sabe pues siempre es una sorpresa preparada con todo el cariño por la comunidad parroquial y el párroco. En una ocasión, la Medalla no pudo ser recogida por la galardonada, Beatriz Martín, feligresa de la parroquia de El Salvador, en Málaga, pues falleció solo cinco días antes. Uno de sus hijos, Jesús, al recogerla, afirmaba que «fue una sorpresa muy grande para nosotros porque no nos lo esperábamos. Fue muy emocionante conocer la labor que había realizado durante tantos años nuestra madre. Sabíamos algo, pero no mucho, porque era una mujer muy humilde y nunca se daba importancia. He de reconocer que fue un día duro, porque nos hubiera gustado que lo hubiera vivido ella, pero muy gratificante. De mi madre destacaría que era una mujer muy alegre y con mucha energía; una mujer muy buena y generosa con su tiempo y con sus bienes. De pequeña tuvo una vida dura, pasó muchas necesidades y eso la hizo muy sensible a las necesidades que veía a su alrededor. En la Eucaristía de ese día, nos sentimos muy arropados por el párroco y por todos los que la conocían y trabajaban con ella. Notamos que le tenían un cariño especial». Gregoria Macías Ramos, feligresa de la parroquia de San Pedro de Alcántara, recibió la Medalla el 23 de mayo de 2019, en la Misa estacional de la Visita Pastoral que el Sr. Obispo realizó a la parroquia. A sus 88 años, sus vecinos la definen como una persona servicial y generosa con su tiempo y dedicación para la comunidad de la parroquia, a la que ha cuidado y servido durante más de 50 años. Tras la entrega, afirmaba: «cada día le hablo al Señor de lo mucho que lo quiero. Le doy gracias por haber podido servirle un poquito a lo largo de los años, dedicándole muchas horas de mi tiempo después del trabajo; y también quisiera darle las gracias al Sr. Obispo, porque creo que el otro día, con los nervios, ni siquiera se las di». La Medalla también ha viajado a Melilla. D. Jesús Catalá la portó en una visita que realizó a la parroquia de San Agustín y se la impuso al feligrés Antonio Guerrero, quien expresaba emocionado: «esta Medalla no es solo mía, el 50 por ciento es de mi mujer, María del Carmen, porque sin su colaboración no sería posible nuestra integración en la parroquia». Una Medalla con la que se reconoce la labor generosa y callada de personas que han dedicado años a la parroquia, y la labor de personas jóvenes como Villaverde Martín, feligresa de Ardales, que recibió la Medalla con poco más de 30 años. Su experiencia ante la enfermedad fue todo un testimonio de fe para la parroquia: «Cuando todo me iba bien, llegó la enfermedad, llegaron esas preguntas que rondan por mi cabeza: “¿Dónde está Dios? ¿Por qué no me ayuda? ¿Qué le he hecho yo para merecer esto?”. Solo quería respuestas, pero no las veía o no las quería ver. Con el paso del tiempo, te das cuenta de que los obstáculos se pueden superar, si se lucha con fe, devoción y amor. En todo este camino de mi enfermedad, ahí ha estado y está Jesús: en Cáritas, en el coro, en la Eucaristía, en las personas… a través de ellos, Jesús me da su mano, me levanta y me enseña a caminar cada día».