En esta época de continuos cambios sociales, uno de los que más nos afecta en nuestra vida cotidiana es la presencia continua de las nuevas tecnologías. ¿Cómo le explicaríamos hoy a nuestros bisabuelos que cuando salimos de casa sin el móvil nos sentimos desamparados, casi desnudos? ¿Y que las únicas cartas que recibimos por correo postal son las del banco? Ante esta situación, muchos pueden percibir la llegada de internet como una invasión descontrolada de su privacidad y por eso el legislador, tanto nacional como europeo, ya se ha puesto a trabajar. En el plazo máximo de un año, cualquier empresa o entidad que utilice datos de personas, como la Diócesis de Málaga, se verá en la obligación de garantizar que el dato de una persona es privado y solo se puede utilizar si esa persona manifiesta que permite su uso o si una ley, buscando un interés público, como la salud o la persecución de los delitos, lo consiente.

La Iglesia de Málaga está trabajando ya en la protección de datos. La ciudadanía necesitaba este cambio para que desapareciera la incómoda sensación de que cualquiera puede utilizar sus datos a su conveniencia. Conociendo esta realidad, ya solo nos queda volver a ser conscientes de que el respeto a la intimidad, la nuestra y la de todos, sigue siendo uno de los fundamentos de la paz social. Y actuar en consecuencia.