Este tiempo de vacaciones que para muchas familias se abre en los meses veraniegos, no deja de ser una nueva oportunidad para el encuentro con el Señor. Porque las vacaciones cristianas buscan desconectar de la rutina, sí, pero para conectar más con Dios y con los hermanos.

Buscan el descanso del cuerpo, pero sin dejar de lado el esfuerzo por la misión que nos ha sido encomendada. Buscan olvidar los agobios del día a día, pero sin dejar de tener presentes a tantos hermanos nuestros que sufren. Buscan relajar la mente, pero manteniendo en tensión el espíritu.

Frente a las vacaciones vividas desde una perspectiva egoísta que acaban provocando precisamente el efecto contrario: más cansancio, agobio y frustración; el Evangelio nos propone la verdadera felicidad que se encuentra en el servicio.

Y es que, como canta el salmo 61, «sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación. Sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré».