Ahora viaja en veloces trenes absorto en su ordenador o teléfono móvil si apenas reparar en ellas.  La crisis económica se evidenció cuando al AVE llegaron los bocadillos que el usuario llevaba en su equipaje de mano. La comunicación interpersonal abandonó a los viajeros cuando cambiaron la distribución de los asientos haciendo incómodo el diálogo franco, enriquecedor y entretenido.  La comida dejó de compartirse o al menos de ofrecerse en beneficio de la individualidad; nos quedamos sin la tortilla o la chacina que ofrecían educados compañeros de viaje.  La carne de membrillo dejó de venderse a bordo y el silencio abarrotó el vagón que por mor de la velocidad nos traslada de ciudad en ciudad sin apenas reparar en el recorrido decorado por la catenaria. 

El Ayuntamiento de Álora ha organizado un homenaje en la propia estación de trenes, donde se exponen fotografías y reliquias de la época.  Una vez más el inexorable paso del tiempo actualiza la expresión latina Carpe diem.  El tiempo pasa.  Y nosotros.  Lástima que con frecuencia olvidamos que el paso del reloj no condena.  Todo lo contrario. Es oportunidad para madurar, crecer y entender nuestras horas con  ojos de viajero inquieto.  Viajar en tren supone descubrir novedosas realidades que salpican en este camino a la vida.  Vivir supone evidenciar cómo crecemos y buscamos anhelantes la plenitud.

El tren es símbolo de la existencia que avanza. Aunque nadie pueda asegurarte que llegues donde pretendes.  Nadie te garantice que una vez que alcances la estación encuentres lo que buscas o a quien buscas.  Ahora, eso sí, el tren como la vida te lleva y afecta. Te cambia y enriquece. Y lo hace de la mano de multitud de historias personales.  De destinos diferentes que viajan en un mismo vagón.

Artículo de opinión publicado el 17.9.13 en SUR en la columna El Alféizar