Publicado: 24/07/2013: 2148

Artículo de opinión publicado el martes 23 de julio en la columna "El Alféizar" de diario SUR. «El enfermo y dependiente sufre amordazado por una política sin corazón.»

La situación económica está como está.  Pero que las personas enfermas y dependientes paguen el pato es cruel.   Habla de la nula sensibilidad humana de quien gobierna.  Una sociedad que esquina a sus miembros más débiles camina hacia el suicidio.  Quien gobierna parece que piensa en votos.  No con el corazón.  Los gobernantes al  final de sus días igual hasta se pueden pagar una residencia. Y una asistencia sanitaria digna porque su pensión será alta.  Pero en el camino han dejado un reguero de víctimas.  Clama al cielo como declara a SUR José Andrés de la Cruz, vicepresidente de la Federación Andaluza de Unidades de Estancia Diurna (Fanued) la situación límite que atraviesan los centros de día porque «aunque hay demanda, no hay dinero». 

Uno de los aciertos del gobierno socialista fue impulsar la Ley de Dependencia.  Y uno de los errores del gobierno popular es recortar en materia social.  El debate político está servido.  El que pareciera que conduce a ninguna parte. Hasta hay quien afirma que supone una derogación encubierta de la ley al ser insostenible sin la aportación del Ejecutivo central.  Éste se defiende con la carta de la crisis económica.  Lamentable. 

Vivimos en una sociedad mercantilista en la que se salvan bancos, se gestiona lo público mirando al electorado y se olvida al ser humano más débil.  Aquel que no protesta porque ni puede hablar ni salir a la calle. El enfermo y dependiente sufre amordazado por una política sin corazón. Pareciera que está olvidado de todos y por todos.  Menos mal que cuando el Estado no está a la altura de las circunstancias siempre quedan personas buenas que aportan tiempo y dedicación; instituciones, entre ellas la Iglesia Católica, que gestionan subsidiariamente o políticas residuales que salvan los casos más críticos. Todo un fracaso del sistema de bienestar que recluye al ostracismo a sus miembros más débiles.  ¿Soluciones?  Las hay.  Otra historia es que interesen.  Se llena la boca de solidaridad pero se coloca la pelota en el tejado de quienes en el ejercicio de la caridad mitigan el dolor de los olvidados.

Autor: diocesismalaga.es


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