DiócesisSemblanzas Semblanza de Gonzalo Huesa Lope Publicado: 08/12/2008: 4779 Hace unos años, debió de ser en 2001, fuimos a visitar a D. Gonzalo al hospital. Acababa de superar dos sustos, el accidente de coche y un infarto. Le decíamos que debía cuidarse, pero él nos contaba con avidez sus proyectos inmediatos. Como a nosotros no nos parecían en ese momento lo más urgente, le dijimos sonriendo: “¡Gonzalo, que al mundo ya lo ha salvado el Señor…!” Y él nos contestó con firmeza: “¡pero habrá que ayudarlo, habrá que ayudarlo…!” El episodio casi se repitió hace muy poco. Recién llegado al hospital, Gonzalo planeaba que, si no podía llevar ya la tarea parroquial, no le quedaría más remedio que abrir un foro en internet. Unos días antes, por las tardes en el Centro Obrero, todavía intentaba dominar ese ordenador portátil que se le resistía. ¡Hay tanto por hacer…! Acababa de cumplir ochenta y un años. De su vida sabéis vosotros mucho más que yo. Han sido, seguro, muchas horas de reunión, muchos encuentros por la calle, clases, libros, funciones de teatro, conciertos, homilías, programas de radio, procesiones, coloquios… que han llenado una vida. A todos, seguro, nos vienen a la memoria y al corazón mil ocasiones en las que se hacía presente el genio vivo, la conversación amena y el comentario inteligente. A él mismo, esos recuerdos que publicó como “añicos de su memoria” le ocuparon dos tomos. Gonzalo nació en Ronda, en 1927, de D. José Huesa y Dª Ana Lope. A D. José lo perdió -nos cuenta él mismo- “demasiado pronto. De Mamá aprendí muchas cosas. De ella aprendí a rezar”. A su hermana Anita no la conoció, aunque aprendió quererla como la hermana mayor de los otros siete que vinieron detrás. Y seguro que fue niño travieso, como todos nos imaginamos. Don Difícil le decían. Alumno, por poco tiempo, de las Madres de Desamparados, fue en los salesianos del Castillo y Santa Teresa donde el inquieto Gonzalo se encontró como en casa para aprender, investigar, hacer preguntas y donde escuchó por primera vez el interro-gante: “Gonzalo, ¿nunca has pensado en ser sacerdote?” Y Gonzalo, que quería ser abogado, contestó como tantos otros: “¿Yo, cura? Ni hablar” Pero Dios, que es insistente cuando escoge, supo servirse de buenos consejeros que abrieron caminos nuevos a aquel joven apasionado. Y Dios se salió con la suya: Gonzalo entró en el noviciado salesiano en San José del Valle y profesó el 12 de noviembre del 43, algo después que sus compañeros por falta de edad. Maestro en los colegios de Alcalá de Guadaira, Montilla, Córdoba, luego Úbeda, Málaga, Ronda; y más adelante en el Instituto de Formación Profesional número 2 Sanitario, que hoy lleva el nombre del Profesor Gonzalo Huesa. El maestrillo Dongon siempre andaba ideando trucos, concursos, teatros para ganarse a los muchachos… y las quejas constantes de los superiores: “Gonzalo, es que no paras de inventar diabluras” No, de inventar, no paró. Diabluras entonces; proyectos, libros, ideas después. El Volcán. “Me dicen que deje ya de inventar cosas -repetía-. Es verdad que de cada cien ideas que propongo sólo me sale una, pero si no lo intentara, ni esa saldría”. A veces, a los compañeros sacerdotes nos proponía sus planes con escepticismo, como sabiendo por adelantado que las aceptaríamos por agotamiento, como una de tantas “cosas de Gonzalo”. Pero había en ellas ese deseo permanente de llegar a quienes fuera posible, de usar todos los medios a su alcance para acercar a otros al Señor de su vida. El lema de su ordenación sacerdotal fue “tengo sed”. Sed de almas de Jesús. Aguijón siempre insatisfecho de su siervo. Después de estudiar la teología en Madrid, Gonzalo se ordena sacerdote el 26 de julio de 1955. Adsum! Aquí estoy. Para siempre. Doña Ana ató las manos de su hijo y también las del chico que iba detrás, que acababa de quedar huérfano. Y a partir de en-tonces, su sacerdocio siguió llevando la marca de dos pasiones: los jóvenes y la Virgen. Y la Virgen, un ocho de diciembre, lo acogió en su casa. Gonzalo se incorpora a la diócesis de Málaga en 1977. Don Ramón Buxarráis lo nombra coadjutor del Socorro junto a D. José Parra, y párroco de Atajate. Acostumbrado al bullicio de las clases, que hasta entonces han sido su mundo, él mismo cuenta con gracia su breve e infructuosa experiencia en la pequeña parroquia de nuestra Serranía. Luego vendrán Cuevas del Becerro, Serrato, Parauta, Cartajima, Montecorto, el Espíritu Santo... Y Santa María la Mayor, que se convierte en plataforma para estrechar lazos con las hermandades, con tantas parejas que inician su vida matrimonial, con el mundo del arte y la cultura. El mismo Gonzalo se definía con tres palabras: rondeño, salesiano, sacerdote. A veces, esos títulos, llevaron apellidos: rondeño del año en 1974, hijo predilecto de la ciudad, prelado de honor de Su Santidad… Al final queda el testimonio de una vida vivida a fondo, con pasión; una vida fiel, que, al aire de san Pablo, buscó anunciar a su Señor “a tiempo y a destiempo” en todos los foros en que le fue posible; una vida, en fin, cuaja-da de amigos. Soñé todo lo que pude y quise, y sigo soñando aún. Hice proyectos, programé actividades y muchas salieron adelante; otras, no. Di todo lo que pude, y más si cabe. No hay lugar para el pesimismo. Dios ha estado grande conmigo y yo estoy alegre. Amigo Gonzalo: pídele a san Pablo que termine de desvelarte los secretos del ordenador. El vuestro, seguro, será el mejor foro de internet del cielo. Hasta la vista. Un abrazo. José Emilio Cabra Vicario Episcopal Ronda y Serranía Autor: diocesismalaga.es Más artículos de: Semblanzas Semblanza de Rafael Carrión BarragánSemblanza de Matías Baño Sánchez-Mateos Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir