Antes de acostarme, cojo la mano de mi hija, a punto de cumplir 2 años, para que se santigüe y bese las fotos de Santa Eufemia y la Virgen del Socorro. Rezo por ella, sonríe e intentamos dormir antes de que llegue su madre. La otra noche, me pedía otra foto antes de apagar la luz, en la que se ve a mi padre, Ángel. Se la di y la besó también, sonriéndome ella al señalarlo con el dedo, emocionándome como un niño. Su mirada cómplice fue el mayor gesto que ella puede tener con su padre, que sigue llorando la reciente pérdida del abuelo.

Nuestro padre nos enseñó: “Amar a Dios sobre todas las cosas, y a Antequera, casi tanto como a Dios”, en una frase que lo hace inmortal y nos invita a seguir con su fe a los que fuimos sus hijos, hoy ocupando su lugar como padres. Siempre te dicen cómo querer a Dios, pero ¿y al padre? No lo hacen porque se aprende a quererlo en vida y a añorarlo cuando ya no está entre nosotros. ¡Gracias, papi, por darme la vida junto a mamá; y gracias por enseñarme el camino para ser padre de mi pequeña Eufemia! Que el Señor te siga bendiciendo.