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Mons. Catalá exhorta a confiar en la misericordia de Dios

Los santos patronos a la salida del primer templo de la Diócesis · Autor: E. NIETO
Publicado: 19/06/2014: 15295

Con motivo de la celebración de la fiesta de los santos patronos de la ciudad de Málaga, San Ciriaco y Santa Paula, se ha celebrado una Eucaristía en la Catedral presidida por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá.

«El libro de la Sabiduría llama insensatos a los que piensan que después de esta vida no hay nada más»

En la homilía pronunciada señaló que «Los santos confían en la providencia de Dios y se ponen en sus manos con gran humildad; así lo hicieron nuestros Patronos, los santos Ciriaco y Paula. Desprendidos de todos sus bienes, incluso de su propia vida, confiaron en la misericordia del Señor. Hoy los recordamos con gozo por el triunfo de su martirio; de su desprendimiento y de su confianza en Dios. Se fiaron más de Dios que de todo lo demás y supieron perderlo todo, incluso la vida temporal, por ganar la vida eterna.» 

En este sentido, señaló que «La gente no creyente piensa que después de esta vida no hay nada más; y que al morir se deja de disfrutar de los únicos goces y placeres existentes, es decir, los de este mundo. Opinan que todo queda aquí en la tierra y que más allá no se puede gozar. El libro de la Sabiduría llama insensatos a quienes así piensan (cf. Sb 3, 2)»  Por eso, el prelado malacitano señaló que «nuestra sociedad nos empuja a poseer bienes materiales, haciéndonos creer que en ellos encontramos la felicidad; nos anima a acumular cosas que, al final, tampoco gozamos de ellas, como le sucedió al que construyó los graneros. Sin embargo, el ejemplo de los santos Ciriaco y Paula nos exhorta a confiar en el Señor en toda circunstancia de nuestra vida; y a pensar en el más allá de este tiempo terrenal»

Llegados a este punto Mons. Catalá remitió al papa Francisco rescatando una pregunta que formuló «Tú, yo, ¿adoramos al Señor? (…). Adorar al Señor quiere decir darle a él el lugar que le corresponde; adorar al Señor quiere decir afirmar, creer –pero no simplemente de palabra– que únicamente él guía verdaderamente nuestra vida; adorar al Señor quiere decir que estamos convencidos ante él de que es el único Dios, el Dios de nuestra vida, el Dios de nuestra historia. Esto tiene una consecuencia en nuestra vida: despojarnos de tantos ídolos, pequeños o grandes».

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