NoticiaOpinión Al cole Publicado: 30/08/2011: 1940 Le pregunto a una mamá a qué edad piensa llevar a su hija a la guardería, y me responde, entre preocupada y soñadora, que a los cuatro meses. Porque tanto ella como su marido trabajan fuera del hogar, y se le termina el permiso por maternidad. Después le pregunto cuándo la llevará al “cole”, y me responde que cuando cumpla los tres años. Desde primeros de septiembre, hasta los últimos días de julio. O sea, que Paula tendrá que acostumbrarse a cumplir unos horarios, para seguir ya este ritmo de vida hasta que su jubile. ¡Por ahora, a los sesenta y siete años! Es la sociedad moderna, en la que todo o casi todo está reglamentado, cada vez más reglamentado, hasta los detalles mínimos. No es que yo me haya vuelto partidario de Rousseau, pero me asusta un tipo de existencia en el que apenas quedan espacios para la fantasía, para la espontaneidad, para el juego, para la carcajada saludable, para la fe y para la iniciativa. No me extraña que, luego, muchos niños prefieran jugar con una máquina, o comunicarse por medio de ella, a charlar y vivir con las personas reales. Me temo que estamos construyendo un mundo de solitarios sin raíces, encerrados en sí mismos, presos de su narcisismo y su egoísmo. Y me vienen a la memoria ensayos como “La era del vacío”; películas, como “Ciudadano Kane”; y dramas, como “La muerte de un viajante”. Es la persona que no sabe de dónde viene ni hacia dónde apunta su existencia; la persona convertida en un simple consumidor o en un mero productor; la persona que ha perdido el sentido de su vida y corre veloz hacia ningún sitio, porque no sabe quien es. Y es que, como dice el Vaticano II, “realmente el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado (…). Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación”. Artículo de J. A. Paredes publicado en la revista "Diócesis" Autor: diocesismalaga.es