NoticiaOpinión En el mismo vagón Publicado: 29/12/2010: 1287 Certifico que, viajando de Málaga a Sevilla, fui testigo de lo que cuento: el tren marchaba a toda prisa. En el vagón, en el que yo me había ubicado, nadie conocía a nadie y nadie se comunicaba con nadie. Unos dormían, otros leían y otros miraban el paisaje. Todos ignoraban a todos... El tren paró en la estación de Dos Hermanas y, entre los viajeros que se incorporaron, lo hizo una muchacha con un niñito en sus brazos. Esta mamá besaba al niño haciéndole caricias. El niñito, con sonoras sonrisas respondía. Todos los viajeros contemplábamos la escena y sonreíamos con las cosas de aquel niño y de su madre. Hubo un tiempo en que el niño, saltando de los brazos de su madre, comenzó a recorrer el vagón y, con sus carreras y sus gritos, rompió el silencio y la monotonía que envolvía a los viajeros. El vagón despertó de su modorra con las cosas de aquel niño que se hizo viajero, compartiendo con todos el destino. Certifico también que, allá por los años del Rey Herodes, según nos cuenta san Lucas 2, 1 y siguientes, otra mujer y un Niño, en la estación de Belén de Judá, subieron al vagón de la historia en la que tú y yo viajamos y que este Niño fue y sigue siendo la Alegría y la Salvación del mundo. Este Niño es Jesús, Dios con nosotros, nuestro Señor y nuestro Salvador. Autor: José Carretero