NoticiaOpinión La esperanza no defrauda Publicado: 26/11/2010: 4864 El tiempo de Adviento nos invita a abrir las puertas del corazón a la esperanza. A la esperanza teologal, que brota de la confianza en Dios y nos invita a recorrer la vida de cada día con la mirada fija en Él. No es algo que podamos conseguir a base de voluntad y esfuerzos. Es un regalo de nuestro Padre, que nos inunda por los cauces de la oración y la celebración de los sacramentos. Se distingue del voluntarismo y del optimismo. Es fuego de Dios en el hombre; fuego que caldea el corazón y abre caminos de futuro. Nos impulsa a buscar nuevos caminos de evangelización y a salir de la rutina y de la apatía. Pues lo peor de la situación actual de nuestras comunidades es la falta de fe en la fuerza seductora del Evangelio. Ante el fenómeno de la indiferencia religiosa de los jóvenes, podemos caer en el conformismo y limitarnos a hacer “lo de siempre”, convencidos de que el hombre moderno no siente necesidad de Dios. Por supuesto que no tengo una respuesta, pero se me ocurren varias cosas. La primera, el diálogo sosegado con las personas que acuden a pedir fecha para la boda, para el bautismo de su hijo o la primera comunión. Mi experiencia parroquial, muy pobre, es que algunos quedan enganchados. No llegan al diez por ciento, pero son como aquel leproso, el único de los curados, que regresó a dar las gracias al Señor. La segunda, advertir que los cristianos no somos los hombres del no. En lugar de ir a remolque de lo que otros dicen, tenemos que proponer la belleza de Dios y la alegría de su amor. Hay que hablar más del Evangelio. Y la tercera, recordar que Dios también nos habla en los signos de los tiempos, que podemos aprender mucho de los no creyentes. Autor: Juan Antonio Paredes