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Jornada Mundial del Enfermo 2006

Publicado: 09/02/2006: 341

Dos fechas claves en estas celebraciones son el 11 de febrero, con la Jornada Mundial del Enfermo, y el 21 de mayo, con la Pascua del Enfermo.

Pueden obtener información completa en las siguientes webs:

Indulgencias especiales

Transcribimos el Decreto de la Penitenciaría Aposólica por el cual se conceden a los fieles indulgencias especiales con motivo de la XIV Jornada Mundial del Enfermo

El sumo pontífice Benedicto XVI, movido por el vivo deseo de que de las enfermedades y dolores de los hombres, soportados con resignación y ofrecidos al Padre Eterno a través de la Virgen María, junto a los sufrimientos de su Hijo Redentor, y sobre todo apoyado por la esperanza de que se promuevan obras e iniciativas de piedad cristiana y de solidaridad social a favor de los enfermos, de manera particular, a favor de los que experimentan alguna forma de trastorno mental y que son marginados con más facilidad por la sociedad y por la propia familia, en la audiencia concedida a este cardenal penitenciario mayor el 2 de enero de este año, con motivo de la XIV Jornada Mundial del Enfermo, el 11 de febrero próximo, memoria litúrgica de la B. Virgen de Lourdes, que culminará con la celebración eucarística en la catedral de San Francisco Javier de Adelaida, en Australia.

A. INDULGENCIA PLENARIA

a los fieles que, según las acostumbradas condiciones (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) y con espíritu desapegado de cualquier pecado, participen devotamente el 11 de febrero próximo en la catedral de Adelaida o en cualquier otro lugar establecido por la autoridad eclesiástica en una ceremonia sagrada celebrada para impetrar de Dios las finalidades de la «Jornada Mundial del Enfermo».

Los fieles que en los hospitales públicos o en cualquier casa privada asistan caritativamente como «buenos samaritanos» a los enfermos, especialmente a los que a causa de algún trastorno mental exigen mayor paciencia, diligencia y atención y, con motivo de su servicio no puedan participar en la ceremonia antes indicada, alcanzarán el mismo don de la indulgencia plenaria, si en ese día prestan generosamente al menos durante alguna hora su asistencia caritativa a los enfermos como si lo hicieran al mismo Cristo Señor (Cf. Mateo 25, 40), teniendo el espíritu desapegado de todo pecado y el propósito de cumplir, cuando puedan, las condiciones exigidas para alcanzar la Indulgencia plenaria.

Los fieles, por último, que por enfermedad, por edad avanzada o por cualquier razón de este tipo no puedan participar en la ceremonia antes indicada, alcanzarán la indulgencia plenaria a condición de que, teniendo el espíritu desapegado de cualquier pecado y proponiéndose siempre cumplir con las acostumbradas condiciones en cuanto les sea posible, en ese día, unidos al Santo Padre, participen espiritualmente con el deseo en la citada celebración, recen devotamente por todos los enfermos y ofrezcan a Dios, a través de la Virgen María, «Salud de los enfermos», sus sufrimientos físicos y espirituales.

B. INDULGENCIA PARCIAL

a todos los fieles, del 9 al 11 de febrero, cada vez que, con corazón contrito, dirijan a Dios misericordioso devotas oraciones para implorar las citadas finalidades de ayuda a los enfermos.

Este decreto sólo tiene vigor en esta ocasión. No obstante cualquier disposición contraria.

Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 18 de enero de 2006, inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Cardenal JAMES FRANCIS STAFFORD
Penitenciario mayor

Gianfranco Girotti, o.f.m. conv.
Regente

Para quien ama a Dios todo es para bien

Colaboración de Hortensia Moreno

«Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien» (Rm 8, 28). Cuando llevamos una vida activa, dedicada a nuestra familia, a nuestro trabajo, a ayudar a los demás, desde la idea de la vida como servicio, cuesta trabajo aceptar un parón, un frenazo en nuestro vivir diario. Porque una enfermedad grave, incurable o invalidante nos deja en «dique seco».

Pensamos que ya no servimos para nada. Somos unos parásitos sociales incapaces de ayudar a nadie. Es humano pensar así.

Pero si amamos a Dios, nos daremos cuenta, como dice San Pablo, de que «todo sirve para el bien».

La enfermedad puede convertirse en un tiempo de gracia, de oración, de silencio, de aceptación, de ofrecimiento del dolor, en unión de la pasión de Cristo, para seguir redimiendo al mundo. Como sarmientos de la vida, que es Jesús, podemos dar frutos, hermosos racimos de dulces, maduras y doradas uvas que sacien la sed y el hambre de Dios, de paz y de amor de los que se acerquen a nosotros. Unidos a Jesús, podemos ser luz que ilumine la vida de muchos vagabundos que andan perdidos en el mundo de las vanidades.

La enfermedad puede favorecer el vaciamiento interior de muchas cosas superfluas, de hojarasca, de oropel, que al llenar el corazón impiden que Dios lo ocupe totalmente.

Con Dios en el corazón, la vida se ve de otra manera, se acepta el dolor con serenidad, se comprende y se ama a los que sufren, se tiene plena disponibilidad a cumplir la voluntad de Dios y, en lugar de temer la muerte, se contempla como «la puerta de la esperanza», como el momento feliz de llegar a la Casa del Padre y contemplar su rostro.

¿Estar en «dique seco» es sinónimo de inutilidad? De ninguna manera. Precisamente la Redención se culmina cuando Jesús no puede hacer nada, está clavado de pies y manos, hecho un despojo humano, pero puede perdonar y pronunciar sus sublimes palabras finales: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

«Todo se ha cumplido». Lo digo desde mi experiencia.

Autor: Pastoral de la Salud

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