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José Ignacio Bermúdez: «La petición de eutanasia esconde un grito»

José Ignacio Bermúdez, delegado de Pastoral de la Salud
Publicado: 11/09/2023: 9441

Cuidados paliativos

José Ignacio Bermúdez es sanitario y delegado de Pastoral de la Salud en la Diócesis de Málaga. En esta entrevista analiza la Ley de Eutanasia, la realidad de las personas al final de la vida y cómo es posible asistir, acompañar y cuidar cuando llega el momento de partir.

«Llegamos al momento culmen de la vida que es nuestra muerte sin haber desarrollado estrategias de afrontamiento adecuadas y surgen los sentimientos de desesperación, miedo y vacío»

¿Cuál es su contacto con la realidad del final de la vida?
Este tema me es cercano desde diferentes ámbitos. En primer lugar, desde el ámbito profesional. Como sanitario se me ha enseñado e inculcado el cuidado de la vida, su protección en cualquier circunstancia, siendo consciente de que la dignidad de la persona es inalienable, es decir, no desaparece o se le quita, sino que se mantiene en todo momento, incluso en situación de terminalidad. En segundo lugar, desde el ámbito pastoral. Dentro de mi responsabilidad como delegado de Pastoral de la Salud he podido tener contacto cercano con voluntarios, capellanes y profesionales católicos que cuidan de personas en situación de vulnerabilidad y enfermedad extrema, terminalidad y últimos días. Su dedicación y ternura para con estas personas y sus familias alivian el sufrimiento y propician una auténtica muerte buena. Y en tercer y último lugar, desde el ámbito personal. Por último, como muchos, también yo he sufrido enfermedades de seres queridos propios y de personas muy cercanas que han conllevado momentos de sufrimiento y dolor. En ninguno de esos casos estas personas han solicitado la eutanasia y puedo decir que han muerto serenamente, sin sufrir en la etapa de agonía y habiendo recibido los mejores cuidados a nivel biológico, emocional y espiritual.

Si ya eran un tema difícil de mostrar, el dolor, el sufrimiento y la muerte lo son aún más en la era de las redes sociales, de la “vida escaparate”. ¿Qué hay detrás de nuestra dificultad para vivir esa parte de la vida?
Pienso que nuestra sociedad en general sufre de un cierto analfabetismo espiritual. Vivimos de espaldas a todo aquello que nos recuerda nuestra finitud, como si fuéramos a vivir eternamente. De forma general, no hablamos de la muerte, del sentido de la vida, de la trascendencia, de los valores… De esta manera llegamos al momento culmen de la vida que es nuestra muerte sin haber desarrollado estrategias de afrontamiento adecuadas y surgen los sentimientos de desesperación, miedo y vacío, que es lo que realmente se escucha detrás de una petición de eutanasia.

En nuestro país se ha aprobado recientemente la Ley de Eutanasia, que los obispos españoles han calificado de “derrota”. ¿Qué piensa usted?
Ciertamente cuando una sociedad que se dice avanzada legaliza quitar la vida a una persona con el objetivo presunto de aliviar su sufrimiento, podemos decir que esa sociedad ha fracasado. En vez de apostar por desarrollar aquellas medidas ya existentes que evitan de forma efectiva que una persona que va a morir lo haga sufriendo, se ha optado por eliminar la vida. Es éticamente cuestionable, como así se lo comunicó el Comité de Bioética de España al Gobierno y cuyo informe fue obviado. En él hablaba de la eutanasia como retroceso de la sociedad. Pero quiero ser propositivo y en vez de hablar de derrota me gustaría pensar en oportunidad. Una vez aprobada la ley, procuremos que quede vacía de sentido, que nadie tenga que pedir el recuso del suicidio asistido porque encuentre herramientas que le ayuden en este momento culminante. Y ahí la propuesta del Evangelio de Jesús tiene mucho que aportar de sentido y trascendencia a esta etapa final de la vida o de enfermedad incurable.

La Iglesia católica argumenta que existen enfermedades incurables, pero no enfermos “incuidables”. ¿Se pone el acento, entonces, en los cuidados paliativos?
Evidentemente los cuidados paliativos destacan por el sumo esmero y dedicación en el cuidado de las personas en situación de final de vida y sería razonable su pleno desarrollo en los diferentes centros asistenciales del sistema nacional de salud para ayudar a bien morir. Por otro lado, pienso que el cuidado no es únicamente, ni incluso principalmente, una tarea exclusiva del sistema sanitario, sino de la sociedad en su conjunto. El cuidado comienza desde la responsabilidad individual que cada uno tiene sobre su propia salud, en este caso vivir saludablemente el final de la vida, y continúa en la familia, núcleo del cuidado por excelencia, y en la sociedad como garante de que nadie se quede atrás o al margen de una cultura del cuidado. Por ello todos estamos llamados a cuidar a los otros y, en su momento, a ser cuidados, en cualquier circunstancia y momento de la vida, especialmente al final de la misma o de enfermedad incurable.

¿Qué pide una persona en esos últimos momentos? ¿Qué debe tenerse en cuenta, en su conocimiento de esta realidad, para que haya verdaderamente una “buena muerte”?
Pienso que lo fundamental es que la persona encuentre sentido a lo que está viviendo en ese momento y a todo el tiempo vivido.  Reconciliarse con su biografía, pacificar sus conflictos no resueltos, reconocer la plenitud de la experiencia vital que está cerca de terminar y no sufrir innecesariamente. Por eso es tan importante la labor de los capellanes en la atención espiritual y religiosa, tanto a creyentes como no creyentes, porque de alguna manera todos buscamos la trascendencia, los creyentes en un Dios Padre con el que confiamos encontrarnos, y los no creyentes en aquellos valores e ideales que han dotado de sentido su vida y les han hecho vivir plenamente, dejando una sensación de realización en estos últimos momentos. No encontrar estos consuelos espirituales añade sufrimiento al sufrimiento corporal, psicoemocional y social de esta etapa, lo que viene a llamarse dolor total. La persona pide no sufrir. Y poseemos los medios adecuados para conseguirlo sin necesidad de recurrir a la eutanasia.

Entonces, ¿qué alternativas a la eutanasia existen?
Acoger el grito que esconde la petición de eutanasia y responder desde una actitud de acompañamiento, escucha, compasión y mediante tratamientos y técnicas profesionales para paliar el dolor y el sufrimiento. Esto lo desarrollan desde los cuidados paliativos, pero también desde otros ámbitos no formales de cuidado, como la familia, asociaciones o los propios grupos de Pastoral de la Salud, con larga tradición de acompañamiento en estos procesos. Potenciar toda esta cultura del cuidado me parece una alternativa a la eutanasia.

¿Cómo puede una persona hacer valer sus deseos a la hora de enfrentarse al final de la vida?
La Conferencia Episcopal Española elaboró lo que conocemos como Testamento Vital, en el que la persona expone sus creencias y valores y declara expresamente que no quiere ser sometido a la eutanasia, así como a medidas que prolonguen de forma artificial su vida. Pero es importante recalcar que actualmente el único documento que el sistema sanitario considera válido y que será consultado llegado el momento por el equipo médico para conocer las últimas voluntades de la persona es el que elaboró el propio sistema sanitario y que debe ser registrado en el Registro de Voluntad Vital Anticipada. Lo que se recomienda desde esta delegación es cumplimentar dicho documento oficial con el texto antes referido del Testamento Vital, de forma que tenga validez y sea tenido en cuenta. En cualquier caso, si la persona se mantiene consciente y orientada, siempre podrá expresar su deseo de forma verbal al equipo médico. Recomendamos de todas formas cumplimentar el Registro de Voluntad Vital Anticipada para que, llegado el momento, nadie pueda decidir por nosotros y se respeten los deseos de la persona hasta el último momento.

¿Cómo trabaja la Delegación de Pastoral de la Salud de la Diócesis de Málaga para sensibilizar sobre este tema?
Durante los pasados años y en los próximos encuentros de Pastoral de la Salud a nivel diocesano, se informa sobre el Testamento Vital, se aborda el tema de los cuidados paliativos con profesionales que trabajan en dichas unidades y personas que han rozado los límites de la vida, se sensibiliza sobre la importancia de potenciar la cultura de los cuidados frente a la cultura de la muerte. Aunque manifieste mi desacuerdo con estas prácticas, queremos evitar una confrontación que surja desde lo meramente emocional y que dé lugar a debates estériles e improductivos, nuestro espíritu es el de ser constructivos, aportar ideas, persuadir, ofrecer la respuesta de Jesús de Nazaret que aporta sentido a la vida de todo hombre y mujer y que nos acompaña en nuestro camino de la vida hasta el final. Como decía anteriormente, el objetivo es que nadie quiera pedir la eutanasia, dejar esta ley vacía, sin efecto, porque las personas encuentren respuestas a sus miedos, angustia y sufrimiento en el cuidado amoroso de los otros que le acompañan en el último paso.

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Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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