NoticiaConoce la Catedral Las lámparas holandesas Publicado: 21/02/2023: 8023 Hasta que en la segunda mitad del siglo XIX el Cabildo resolviera la instalación de las actuales vidrieras, para cuya construcción y donación implicó a importantes familias burguesas de la ciudad y al propio Ayuntamiento, la Catedral no contaba con otras que las existentes a nivel de las capillas. Todas las demás, las superiores, eran simplemente cristaleras translúcidas como las que, todavía hoy, permanecen en los últimos tramos de la nave del Evangelio. Por tanto, hasta la instalación de las artísticas, la iglesia presentaba un aspecto más luminoso que el actual, del todo necesario porque las fuentes de iluminación hasta la irrupción de la electricidad eran muy precarias, especialmente en espacios tan grandes como este. Con todo, repartidas por el ámbito catedralicio había numerosos fanales y palmatorias para la iluminación de las pinturas, algunas de las cuales todavía se pueden apreciar situadas ante los frescos del presbiterio. También de esos tiempos son las magníficas lámparas de bronce, preparadas originariamente para bujías y, en la actualidad, adaptadas a la electricidad. En dos tamaños, se encuentran repartidas las más pequeñas entre las arcadas de la girola y el deambulatorio posterior y las grandes colgadas a la altura del crucero. Se trata de trece piezas de excelente factura de origen holandés que el Cabildo adquirió en la década de los ochenta del siglo XVIII, de innegable estirpe holandesa, ya que su tipología corresponde a las que poseen las más importantes iglesias de la Reforma en aquella nación y que se visualizan en muchas pinturas de maestros de interiores, como Pieter Saenredam. Más curioso resultará saber que en la sinagoga principal de la ciudad de Willemstad (Curaçao), en las Antillas Holandesas, cuelgan unas idénticas a las de la Catedral malacitana, incluyendo las águilas bicéfalas que les sirven de adorno, un recurso estético y simbólico, atendiendo a que la presencia de esta ave, cuya vida transcurre a pleno sol, resulta muy apropiada en objetos destinados, precisamente, a iluminar. Por Alberto Palomo