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Fiesta de la Virgen de la Merced (Hermanas Mercedarias-Residencia Sacerdotal-Málaga)

Publicado: 24/09/2015: 704

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la fiesta de la Virgen de la Merced (Hermanas Mercedarias-Residencia Sacerdotal-Málaga) celebrada el 24 de septiembre de 2015.

FIESTA DE LA VIRGEN DE LA MERCED

(Mercedarias-Residencia Sacerdotal-Málaga, 24 septiembre 2015)

 

Lecturas: Jdt 15, 8.10-16; Gal 4, 4-7; Lc 1, 1-26.

1.- Hemos escuchado en el libro de Judit la figura de una gran mujer que arriesgando su vida salva al Pueblo de Israel. Una gran mujer que al final el pueblo la aclama como aquella que ha hecho una gran hazaña en favor de su pueblo.

Judit en el Antiguo Testamento es el tipo de lo que será después la gran mujer, la Virgen María. Si Judit salvó al Pueblo de Israel, la Virgen con la colaboración con Jesucristo ayuda a salvar al nuevo Pueblo de Israel, la Iglesia que formamos todos.

Hay una Judit del Antiguo Testamento. Hay una María, nueva Judit, del Nuevo Testamento. Y debe haber, pasado el Nuevo Testamento, en la época posterior a Jesucristo y en la época actual otras mujeres, otras Judit o “juditas”, que, imitando a la primera, pero más aún, a la nueva Judit, a María, hagan otro tanto.

Y ahí estamos llamados todos, pero de un modo especial vosotras. Cada una de vosotras puede ser Judit. En el ambiente donde el Señor os manda puede ser esa Judit que ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más necesitados.

2.- Aquí entra la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, con vuestro fundador, Juan Nepomuceno Zegrí. María es la nueva Eva, que engendra al Salvador de la humanidad.

Hoy es un momento de dar gracias al Señor por esa María de la Merced. En Cataluña suelen decir “María de las Mercedes”, porque el tema de Mercedes en plural implica gracias, dones, misericordias. María de las Mercedes es María de las misericordias.

Vuestro fundador tomó esa advocación porque vio en su tiempo unas necesidades concretas. Con el título de la Virgen de la Merced, un santo de primeros del siglo XIII, Pedro Nolasco, toma esa advocación porque ve unas necesidades. En aquel momento era el rescate de los presos que los musulmanes cogían; la redención de los cautivos, que era una necesidad en aquel momento muy fuerte. Él la detecta y entrega su vida a esa causa buena, santa.

3.- Pero causas buenas y santas, de redención de cautivos o de ayuda al necesitado, al enfermo, al que sufre, al anciano… hay siempre. Y veinte siglos después, final del XIX y principios del XX, Juan Nepomuceno vio, al igual que vio Pedro Nolasco, –son como dos tipos, dos figuras en épocas distintas con ocho siglos de diferencia–­, vuestro fundador ve la necesidad en el sufrimiento, en el dolor, en la gente que no tiene a nadie y alguien tiene que ayudarla. No son cautivos, pero son cautivo del dolor y de la consecuencia del pecado. Ahí entramos todos y, sobre todo, vosotras como recogiendo el fruto de este carisma que el Señor le hace ver al fundador.

4.- En esta fiesta de la Virgen de la Merced desearía que ahora nos centremos en el Año de la Misericordia. El Papa ha querido regalarnos un Jubileo de la Misericordia que empezaremos el ocho de diciembre. Tendremos un año entero para vivir, profundizar y realizar la misericordia que recibimos de Dios; porque aquí todos estamos faltos de misericordia, de perdón de nuestros pecados, apoyo, ayuda, cariño, afecto. Todo ser humano necesita de esto.

Pero al mismo tiempo que uno recibe también da al otro. Digamos que uno recibe del Señor y de otras personas, y ese mismo ofrece a otros que están más necesitados aún. Cercanos o lejanos, pero necesitados.

Le pedimos, pues, a la Virgen, a Nuestra Señora de la Merced que nos ayude, en primer lugar, a vivir las “mercedes”, las gracias, las misericordias del Señor. «Cantaré eternamente las misericordias del Señor» (Sal 89,1). Toda nuestra vida ha de ser un cántico de alabanza a la merced que el Señor nos ha hecho de salvarnos.

Y simultáneamente, viviendo esta experiencia, ser nosotros protagonistas, actores de acercamiento al otro. Vuestro fundador, Juan Nepomuceno os dio un lema muy amplio: curar todas las enfermedades, toda enfermedad, todo dolor, todo sufrimiento. No llegaremos a todo, pero hagamos lo posible por llegar.

5.- Una invitación final. El día de la Merced os invito para que, a partir del Año de la Misericordia, del Jubileo, vivamos, como también lo pedía vuestro fundador, las obras de misericordias corporales y espirituales.

            Quiero recordaros que el Papa en este Año Jubilar de la Misericordia va a hacer en cuatro o cinco momentos, ocasiones, días concretos un gesto de misericordia. Lo hemos puesto en las Prioridades Pastorales de este año. Toda nuestra Diócesis esos mismos días que el Papa hará un gesto de misericordia queremos unirnos también para hacerlo nosotros en la Diócesis.

Ahora os invito a que no nos despistemos para que esas fechas, esos días, aunque vivamos todo el año el don de darle gracias a Dios por el perdón, por la conversión, por el pecado; pero vamos a tener momentos especiales, igual que ya haremos como Diócesis, os invito a que la hagáis como comunidad, aparte de que cada una haga el Jubileo personalmente, yendo a la Catedral o al Santuario de la Virgen. La comunidad que vaya como comunidad, en más de una ocasión, para ganar el Jubileo. Y como comunidad unirse a esos gestos que el Papa hará de obras de misericordias. Aún no sabemos en qué van a consistir estos gestos, nos lo irán diciendo.

            Desde esta fiesta de la Merced nos animamos mutuamente en estas acciones preciosas.

Felicitaros y dar gracias al Señor por la gran Madre que nos ha regalado, Nuestra Señora de la Merced, la Virgen María. Y pedirle a Ella que nos acompañe siempre. Ella no nos deja nunca, somos nosotros quienes nos soltamos de su mano y cuando nos soltamos tropezamos. Es como esa niña pequeña que va cogida de la mano de su madre; la madre no la suelta nunca de la mano, pero la niña se suelta, se separa y al cabo de un rato ya está llorando en el suelo. Así que no nos soltemos nosotros de la mano de la Virgen. Que así sea.

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