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Restauración del templo parroquial y confirmaciones (Parr. San Gabriel Arcángel-La Joya)

Publicado: 10/09/2016: 4983

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la restauración del templo parroquial y confirmaciones (Parr. San Gabriel Arcángel-La Joya) el 10 de septiembre de 2016.

RESTAURACIÓN DEL TEMPO PARROQUIAL

Y CONFIRMACIONES

(Parroquia de San Gabriel Arcángel- La Joya, 10 septiembre 2016)

Lecturas: Ex 32,7-11.13-14; Sal 50; 1 Tm 1, 12-17; Lc 15, 1-32.

1.- La búsqueda equivocada de la felicidad: la idolatría

Hemos escuchado un texto del libro del Éxodo donde el pueblo había abandonado a Dios. Mientras Moisés estaba en la montaña el pueblo había hecho con las joyas un becerro de oro, un ídolo. Y el Señor, que lo sabe, le dice a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto» (Ex 32,7).

Cuando nos convertimos a Dios le miramos a Él, volvemos a Él. Cuando nos pervertimos nos alejamos de Él.

El pueblo se había alejado, había hecho un becerro de oro, un ídolo; y, además, habían hecho de ese ídolo su salvador, proclamando que era quién le había sacado de Egipto. «Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto» (Ex 32,8). No sólo hacen un becerro de oro, sino que además le atribuyen lo bueno que el pueblo había vivido.

También nosotros tenemos becerros de oro o ídolos que nos apartan del Señor. Llamémoslo como queráis, pero hay cosas a las que podemos ponerle nombre como el dinero, la fama, el poder, culto a la personalidad… que lo hacemos como nuestro dios. Y además le atribuimos a este ídolo, a este dios, lo que deberíamos atribuirle a Dios. Es una doble perversión.

El Señor nos invita a que, así como el pueblo de Israel se apartó y después pensó castigarlo y ante la oración de Moisés lo perdonó, que nosotros sepamos pedir perdón e interceder también por la comunidad para que el Señor nos permita estar junto a Él, que es lo que da vida.

A veces, vamos detrás de cosas que pensamos que nos dan la felicidad. Todos buscamos la felicidad. Levantad la mano quién no busque la felicidad. Todos la buscamos. Sólo que a veces la buscamos donde no está o la buscamos equivocadamente. Uno piensa que está en un placer, en tener una cosa, en poseer, en aparentar, en que hablen bien de él… Cada uno puede inventarse lo que quiera.

Todos vamos buscando la felicidad, pero no siempre acertamos a encontrar la verdadera felicidad. Puede haber momentos de felicidad o de gozo o de placer que duran lo que duran y después pueden dejar más vacío a la persona que antes. Pongo un ejemplo que les digo a los universitarios. Muchos universitarios, cuando llega el fin de semana, creen que la felicidad está en la bebida o en otras cosas.

Os digo a los jóvenes cristianos que cuando os inviten a ir el fin de semana a eso que creen ellos que da la felicidad, el día siguiente de clase les preguntáis: “¿Qué tal el fin de semana? –El viernes, sábado y domingo genial, pero el lunes estaba hecho un trapito que no me podía mover de la cama”. ¿Dónde está la felicidad? ¿En disfrutar de una noche o de un fin de semana y no valer ni un céntimo al lunes siguiente y estar más vacío que antes porque eso no llena?

Esto lo podemos aplicar a todos los casos. Cuidado porque vamos buscando la felicidad y no la encontramos, lo que creemos que es, a lo mejor no nos llena; y, por lo tanto, no es la verdadera felicidad. En la aparente felicidad uno tiene que repetir y repetir porque no sacia. Llena más vivir el amor verdadero que el amor falso. Llena más el saber comportarse con elegancia que el comportarse de manera sin razón y sin cabeza.

El Señor también nos pone a prueba y mide nuestras fuerzas. Él nos pide que sepamos buscar dónde está la felicidad y que no vayamos detrás de esos ídolos que al final no satisfacen.

El relato expresa dos realidades: la fidelidad de Dios y la infidelidad constante del pueblo. La firmeza de Dios en su proyecto y la flaqueza y debilidad del hombre. Estos dos elementos van a conducir la historia de la salvación a lo largo de los siglos.

2.- Compasión de Dios por Pablo y envío a la misión

En la segunda lectura san Pablo de Tarso reconoce que él ha sido una calamidad. Reconoce que ha perseguido a la Iglesia de Cristo. Dice Pablo: «Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fio de mí y me confió este ministerio» (1 Tm 1,12). Y eso que él era un perseguidor, un contrario a la fe cristiana, uno que metía en la cárcel a los cristianos para, si era necesario matarles o ponerle como una tea o aniquilar esa nueva religión que estaba surgiendo.

Pablo reconoce que ha sido un perseguidor y a pesar de eso Dios se ha fiado de él, lo ha hecho capaz, lo ha potenciado y le ha confiado una tarea. «A mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente» (1 Tm 1,13).

Queridos confirmandos, cada uno de vosotros conoce mejor que nadie cómo está y cómo es, cómo se ha comportado con el Señor en su vida. A Dios no le importa lo que hayamos hecho, Él nos perdona y nos ama. A Él lo que le importa es lo que pensamos hacer desde hoy. Dios os llama, como a Pablo, os va a dar la fuerza del Espíritu Santo en la confirmación, se va a fiar de vosotros de tal manera que os va a confiar una misión a cada uno. Tenéis que descubrir esta misión día a día.

¿Cuál va a ser vuestra misión a partir de la confirmación? Ser testigos de Cristo donde estéis. Los casados como casados, padres de familias o esposos, los solteros, los estudiantes, los hijos, los trabajadores… cada uno en su ambiente. Y no tener miedo de decir: “soy cristiano, soy católico”; en el ambiente donde esté: en el trabajo en la familia, entre los amigos, en la Universidad, en la calle, en la pandilla, en el partido político donde uno milite, donde sea.

Fijaros los tres verbos que el Señor utilizó con Pablo y que hoy lo va a hacer con cada uno de vosotros: 1) “me hizo capaz”, me hizo valiente, me dio fuerzas. Os va a dar fuerzas a través del Espíritu. 2) “se fio de mi”; y 3) “me confió este ministerio” (1 Tm 1,12).

Y esta enseñanza vale para todos. El Señor nos quiere tanto que se fía de nosotros, nos hace capaces y nos confía una tarea. Vosotros hoy, de un modo especial porque vais a recibir la confirmación, pero todos estamos también en disponibilidad para realizar lo que Dios pide de cada uno.

Dios tuvo compasión de Pablo y derrochó su gracia en él; perdonó su pasado y le encargó una misión de futuro: «Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús» (Flp 3,13-14).

3.- Rehabilitación del templo parroquial y confirmaciones

Hemos hablado del pueblo de Israel, de Moisés, de la idolatría. Hemos hablado de Pablo. Y finalmente en esta celebración de las confirmaciones queremos dar gracias a Dios porque nos ha permitido rehabilitar el templo parroquial.

Recordáis que hace cuatro años, en el año 2012, –estaba también de párroco D. Manuel–, vine a confirmar y después de la celebración un buen grupo de nosotros vino a lamentarse y a quejarse porque había ocurrido algo desagradable. Unos ahorros que la comunidad tenía para hacer la restauración habían sufrido unos problemas. En aquel entonces os dije que la restauración se haría. Y la restauración se ha hecho.

Quiero felicitaros porque habéis colaborado con una buena parte; y aquí no vale decir el obispado, el obispo o el párroco como fueran algo ajeno o extranjero, porque aquí somos todos la misma familia. Desde el papa, el obispo, el párroco y los feligreses somos una misma familia, y esto lo hemos hecho entre todos. Cuando digo entre todos no es que habéis colaborado los feligreses, esta comunidad y después una entidad que está allá en Málaga que no se sabe quién es. Son personas concretas como vosotros que pertenecen a otras parroquias y que con su colaboración han aportado lo que faltaba poner aquí. Esto es importante saberlo. Lo hemos hecho entre todos, como familia diocesana, como familia cristiana, como parroquia y diócesis. Somos miembros de la diócesis como uno es miembro de su familia.

Cuando hablamos de nuestra familia no nos apartamos y nos referimos a ella como algo ajeno, como si nuestro padre y nuestra madre no tuviera nada que ver con nosotros. Cuando uno se siente parte de la familia habla de ella incluyéndose como miembro. Pues aquí lo mismo. Somos todos una misma familia.

Por tanto, felicidades, entre todos lo hemos hecho y ahora lo disfrutáis vosotros fundamentalmente.

Quiero retomar esta imagen de la restauración o de la rehabilitación para hablar sobre todo de los confirmandos. El templo parroquial estaba deteriorado, con humedades, con problemas arquitectónicos que se han resuelto. Se han “curado” las cosas dañadas que tenían y ha quedado más hermoso y rejuvenecido. Sois testigos todos de cómo estaba y cómo está ahora.

¿Qué va a ocurrir en la confirmación? Vais a recibir una rehabilitación que os hará el Espíritu Santo. Os va a confortar, os va a reparar, os va a reponer, os va a hermosear y saldréis de la parroquia con mayor hermosura espiritual, con mayor fuerza para ser testigos y más recompuestos de lo que entrasteis. Y eso, ¿obra de quién? Del Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Santísima Trinidad y la que nos cambia, la que nos trasforma, la que nos robustece. Vais a recibir una fuerza. El gesto es el crisma, –que es aceite consagrado con el que os ungiré la frente–; y ese gesto y ese crisma nos está diciendo que robustece el alma de cada cristiano que recibe la confirmación.

Demos gracias a Dios porque vais a ser renovados. Por tanto, toda la comunidad va a quedar también renovada, así como cada uno de vosotros. Vais a recibir la fuerza de lo Alto, la fuerza del Espíritu para ser mejores cristianos, mejores hijos, mejores padres, mejores testigos.

¿Estáis dispuestos a sufrir esa operación estética? (Responden los confirmandos: ¡Sí!). Pues abrid vuestro corazón y dejad que el Espíritu os llene por dentro. Que así sea.

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